En un discurso pronunciado en 1967, al reflexionar sobre la dinámica que nos impone la necesidad de un desarrollo acelerado, Fidel Castro se caracterizaba a si mismo con esta expresión:
“…milito en el bando de los impacientes,
y milito en el bando de los apurados, y de los que siempre presionan para que
las cosas se hagan y de los que muchas veces tratan de hacer más de lo que se
puede”.
Y es que una revolución es siempre un esfuerzo colosal por ensanchar el
espacio de lo posible, y hacerlo rápido, muy rápido.
Esa definición era válida en 1967
y lo es también ahora, porque en la complejidad de las sociedades humanas
siempre coexisten procesos de diferente signo, y el avance o el retroceso
dependen de las velocidades relativas de esos procesos.
Los pensadores sociales se esfuerzan por identificar los procesos que
están en marcha y por predecir hacia donde pueden llevarnos de continuar las
tendencias actuales; pero es mucho más difícil predecir a qué velocidades esos procesos
ocurrirán. Y de esas velocidades relativas depende todo.
Estamos siendo testigos (y actores) de transformaciones en el modelo
económico cubano, que incluyen dos procesos paralelos y complementarios: el del
aumento de la autonomía operativa de las empresas estatales, y el del
surgimiento de pequeñas y medianas empresas, tanto estatales como privadas. Hay
en marcha también un proceso de promoción, aun con dinámica insuficiente, de la
inversión extranjera.
Simultáneamente, es evidente el proceso de ampliación de las funciones
de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación en el proyecto social cubano. Este
tiene innegables conexiones, y debe tener más, con los tres procesos antes
mencionados.
Pero con efectos en sentido inverso continúa un proceso de deterioro de
la infraestructura industrial (se apreció claramente en los recientes problemas
de generación eléctrica) y de erosión del capital humano, consecuencia de
décadas de bloqueo económico contra Cuba.
¿Cuáles de todos esos procesos ocurrirán con mayor velocidad y
terminarán determinando el resultado conjunto? La verdad es que no lo sabemos,
aunque la respuesta depende en gran medida de nosotros mismos. Las economías, y
en sentido más amplio las sociedades humanas, son sistemas muy complejos, que
evolucionan bajo la presión de muchísimos factores, no pocos de ellos con
efectos “no-lineales”.
Lo que sí sabemos, sin la menor duda, es en que sentido tenemos que
trabajar los revolucionarios cubanos. Y seguir adelante, constantemente, y
obstinadamente, por los caminos que sabemos que debemos recorrer.
Ese balance de velocidades, que lo decide todo, se aprecia como un
ejemplo más en estos días, en el proceso de surgimiento de nuevas pequeñas y
medianas empresas. Están surgiendo muchas, y eso es bueno, pero dentro de
estas, las PyMEs estatales y de alta tecnología son todavía muy pocas, y eso no
es nada bueno.
Se puede comprender: el surgimiento de emprendimientos de relativamente
menor riesgo, y de menor valor añadido, ocurre casi espontáneamente a partir de
actores privados, muchos de los cuales ya existían bajo la forma de trabajo por
cuenta propia con trabajadores contratados; mientras que el surgimiento de
empresas de base tecnológica, especialmente con tecnologías novedosas y
complejas, contiene incertidumbres y mayores plazos de recuperación, y debe ser
guiado por actores estatales.
Ahí es donde decenas de grupos de trabajo, que hoy están en el sector
académico presupuestado, tienen que asumir el reto de generar PyMEs estatales
de alta tecnología, y ese debería ser un proceso determinante en la
transformación de nuestras fuerzas productivas, si logramos que ocurra a
suficiente velocidad.
El socialismo requiere de fuerzas productivas desarrolladas, y estas
tienen que surgir de la ciencia y el capital humano sembrados por décadas de
construcción social revolucionaria en Cuba.
Pero sepamos que este es un proceso de desarrollo que debe competir, en
sus velocidades, con otros procesos de signo regresivo. Y que cada uno de
nosotros se apunte en el bando de los apurados.
Los científicos cubanos tenemos que asumir una responsabilidad en esta
competencia de velocidades, con la misma determinación y audacia con que lo
hicimos en el enfrentamiento a la pandemia de COVID 19.
Y seguir participando, como parte del pueblo que somos, en la defensa de
la Soberanía Nacional, pues sólo sobre esa base podremos construir nuestra
alternativa social y económica. Luego en esa nación soberana hay que demostrar
que podemos construir una economía basada en el conocimiento, capaz de insertarse
con éxito, hacia el exterior, en los flujos mundiales de intercambio de bienes
y servicios de alta tecnología, y de conocimientos; y capaz de nutrir, hacia el
interior, la expansión continua de nuestro capital humano y el
perfeccionamiento de nuestra equidad y
justicia social.
Las funciones históricas del Estado-Nación soberano no están agotadas
para el Siglo XXI, como gusta decir a los ideólogos imperialistas del concepto
de “soberanía limitada”. Más bien sucede lo contrario: las funciones del Estado-Nación
soberano hacen hoy más falta que nunca, porque en la coyuntura dada por la
desaparición del campo socialista europeo, seguida del rápido agotamiento del
modelo de globalización neoliberal capitalista, se requiere urgentemente de la
exploración de nuevas alternativas, que sean capaces de combinar desarrollo
económico basado en el conocimiento, sostenibilidad y justicia social;
alternativas que deben ser a la vez localmente diversas y globalmente
conectadas.
Nuestro “modelo” se construye a mano, día a día, en todos los espacios
de nuestra Sociedad. Cada uno de nosotros tiene tareas en esa obra, pues ella
contiene la construcción de conexiones eficientes entre nuestros centros
científicos y nuestras empresas, el aumento de la productividad del trabajo, la
rapidez y eficiencia de las inversiones, el despliegue del enorme potencial de
los Centros Universitarios Municipales para influir en el desarrollo
socioeconómico de los territorios, el aumento y diversificación de nuestras
exportaciones y de su contenido en productos y servicios de alto valor
añadido, el aumento de la producción de
alimentos, el cambio en la matriz energética hacia fuentes renovables, el
perfeccionamiento continuo de nuestro sistema educacional, y otras, en las
cuales podemos vernos todos reflejados.
A estas tareas se suma ahora, a partir del contexto jurídico del 2021,
el surgimiento de Pequeñas y Medianas Empresas de alta tecnología, estatales y
exportadoras. No serán empresas grandes, pero si pueden ser “bienes de carácter
estratégico para el desarrollo económico y social del país”, los cuales define
nuestra Constitución que deben ser “propiedad socialista de todo el pueblo”.
El despliegue de la inserción internacional de las empresas cubanas,
especialmente de las empresas estatales de alta tecnología, es un componente
central del esfuerzo económico de hoy y también demanda conducción intencional
y un umbral de velocidad, para que pueda ser catalizador del desarrollo.
Todo esto no se hace solo, ni espontáneamente: tenemos que hacerlo
nosotros. Hay que sembrar la confianza en que lo podemos hacer, pero también
hay que comprender, con mucho realismo, que no tenemos todo el tiempo del mundo
para avanzar despacio. Es la dinámica relativa de esos procesos, a veces
contradictorios, la que definirá nuestro futuro.
Y todos somos responsables de que prevalezcan, en sus velocidades, los procesos de signo positivo que refuerzan nuestra soberanía y nuestro socialismo.
Sigamos militando, como Fidel “en el bando de
los apurados”.
Agustín Lage Dávila
Centro de Inmunología Molecular
Excelente reflexión. Están claros los retos q tenemos.
ResponderEliminarMuy buena reflexión. Excelente por Agustín.
ResponderEliminarExcelente. Este articulo debiera discutirse en todas las universidades y centros de investigacion, de donde deberia surgir la mayoria de las mipymes estatales de base tecnologica.
ResponderEliminarMuy bien por Agustín Lage, sus analogías con las ciencias naturales y exactas siempre han sido asideros virtuosos para explicar las ciencias sociales y el comportamiento humano en particular. Recordemos que no es lo mismo rapidez que velocidad; la primera es una magnitud escalar y la segunda es vectorial. Entonces en la velocidad hay una dirección y sentido. En su razonamiento es importante que la velocidad apunta a las medianas y pequeñas empresas en el sector estatal. Las UEB se pensaban como tal, pero fueron cada vez más caricaturas empresariales. Algo que debe ser cambiado. También sería interesante que además de hablar de la velocidad, se hable de la aceleración. La variación de la velocidad es también muy importante, de manera que logremos una aceleración positiva. Para quienes no lo sepan, Agustín fue un brillante estudiante de Física y de Matemática en el Cepero Bonilla. Eso me lo dijo un compañero de él, que también es un excelente científico: Carlos Rodríguez.
ResponderEliminarEstas contribuciones del Dr. C. Agustín Lage deben ser estudiadas a fondo.
La situación es compleja. Las provincias orientales están dormidas.
ResponderEliminarMuy bueno lo que dice Agustín de las velocidades. Y particularmente en este momento histórico con las Pymes. Sigue siendo válido en este contexto que la Revolución se hace a ritmo violento, como advirtió el Che en otro contexto. Como ha sido durante más de seis décadas en diversos frentes, en este, la victoria depende de todos, de que la masa con capacidad instalada para hacerlo, lo haga.
ResponderEliminar