lunes, 30 de mayo de 2022

NECESITAMOS EMPRESAS ESTATALES: GRANDES Y PEQUEÑAS

 

Los debates de hoy sobre nuestra economía giran en torno a una enorme variedad de temas particulares y de decisiones reales o posibles, y todos se pueden ver desde una perspectiva de corto plazo (las consecuencias inmediatas y locales de cada decisión) o desde una perspectiva a mediano plazo (hacia donde nos lleva la acumulación de decisiones de uno u otro tipo).

No deberíamos caer en la trampa de que decisiones aparentemente racionales para un problema concreto y en un lugar concreto, nos desvíen de la ruta hacia el tipo de sociedad humana que queremos construir en Cuba. Nuestros adversarios, y sus seguidores (por perversidad o por ingenuidad) nos empujan  precisamente hacia esa trampa.

En la base de todo lo que discutimos están, más visibles o menos, dos cuestiones esenciales: la propiedad y la distribución de la riqueza. Ahí está la brújula para orientarnos en cada polémica.

La Constitución de la República de Cuba, que aprobamos los cubanos en el año 2019 con más del 86% de votos positivos, dice en su Artículo 18:  En la República de Cuba rige un sistema de economía socialista basado en la propiedad de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción como la forma de propiedad principal, y la dirección planificada de la economía, que tiene en cuenta, regula y controla el mercado en función de los intereses de la sociedad”. E insiste en su Artículo 30 en que: “ La concentración de la propiedad en personas naturales o jurídicas no estatales es regulada por el Estado, el que garantiza además, una cada vez más justa redistribución de la riqueza, con el fin de preservar los límites compatibles con los valores socialistas de equidad y justicia social”.

No estamos diciendo nada extraño. La Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, que emergió en 1789 de la Revolución Francesa decía esto en su Artículo 1: Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común.”   Así, una estratificación social que no responda al interés común es ilegítima desde hace más de 200 años.

Pero el capitalismo, algunos de cuyos personajes esgrimen fuera de contexto los derechos humanos, ha incumplido colosalmente esa promesa. El siglo XIX presenció un aumento sostenido de las desigualdades, incluyendo las guerras coloniales y la esclavitud, y luego en el siglo XX, después de un breve intento socialdemócrata  de marchar en dirección de la justicia social, las doctrinas neoliberales justificaron a partir de 1980, una nueva expansión de las desigualdades.

En las principales economías capitalistas, mientras que la fracción de los ingresos que captura el 10% más rico de la población crece continuamente, el ingreso del 50% más pobre ha bajado, desde un 25% del ingreso en 1980 a un 15%  en el momento actual, y cerca de un 10% en la sociedad hiper-capitalista de los Estados Unidos. El 10% más rico recibe 19 veces más ingreso que el 50% “de abajo”, y la tendencia sigue. La parte de los ingresos que recibe el 10% más rico de la población es 48% en los Estados Unidos, 56% en Brasil, 64% en el Medio Oriente (datos de T. Piketty: Capital e Ideología. Ediciones Seuil, Paris, 2019)

Más socialmente peligroso aun es que la desigualdad económica se traslada hacia desigualdad educativa. La probabilidad de ingreso de un joven norteamericano a la educación superior crece linealmente con la riqueza económica de los padres.

La conclusión es muy evidente: el capitalismo automáticamente genera desigualdades sociales, arbitrarias e insostenibles.

Es la propiedad social sobre los medios de producción, y el protagonismo del Estado en la economía, la única garantía  posible de la redistribución justa y permanente de la riqueza, y de las capacidades de inversión social. Necesitamos un sector estatal fuerte, y con esas capacidades.

¿Cómo lo creamos y desarrollamos? En los años 60 el sector estatal de la economía creció rápidamente mediante las nacionalizaciones revolucionarias de las empresas capitalistas. El sector estatal de la economía no surge espontáneamente de la operación de las fuerzas del mercado, ni de la racionalidad empresarial de corto plazo. Hay que crearlo “revolucionariamente”.  Así lo hicimos en Cuba en los años 60s. También Méjico (1938) y Venezuela (1975) en su momento nacionalizaron el petróleo, y Chile (1969), el cobre. También en Europa hubo una importante ola de nacionalizaciones en la etapa 1950-1970, que creó un amplio sector público en las economías.  Luego la ideología neoliberal a partir de la década de los 80s levantó las banderas de la privatización de todo.

En Cuba resistimos. Pero ahora tenemos que plantearnos con energía y sabiduría de qué manera continuamos desarrollando nuestras empresas estatales.

Ya no tenemos nada más que nacionalizar. Nuestro parque empresarial propiedad de todo el pueblo tiene ahora que seguirse desarrollando mediante la creación de nuevas empresas estatales, y entre ellas, especialmente las empresas de base tecnológica, es decir, aquellas que se dedican al desarrollo y explotación comercial de innovaciones tecnológicas, innovaciones que obviamente contienen incertidumbres.

Si aspirásemos a una tasa de natalidad de nuevas empresas de un 10% (lo cual no es extraordinario en países de economías técnicamente avanzadas) entonces, y dado que tenemos algo más de 1700 empresas estatales, deberíamos estar creando algo más de 170 empresas estatales nuevas cada año. No es una “meta”, y sería superficial asumirla como tal, pero es un punto de referencia en la dinámica empresarial.

Muchas de esas empresas, especialmente aquellas de base tecnológica, serán empresas pequeñas, pero también deben ser estatales, y muchas de ellas deberán emerger de colectivos científicos y tecnológicos que hoy están en el sector presupuestado, por ejemplo, en universidades y centros científicos.

Fue así precisamente que surgieron en los 80s las que hoy son las empresas de la Biotecnología, y también fueron pequeñas y medianas al inicio.

Pero es un proceso que no surge de las lógicas económicas de corto plazo. Requiere voluntad política, compromiso revolucionario y diseño estratégico. Y también el coraje para asumir riesgos.

Hacer nacer un sector empresarial de alta tecnología, dinámico por la creación de empresas nuevas, y propiedad socialista de todo el pueblo, es una tarea hermosa y retadora para los jóvenes científicos y tecnólogos de hoy, y para los jóvenes empresarios del socialismo cubano. Como las nacionalizaciones de los 60s, es algo que hay que hacer “revolucionariamente”.

Habrá obstáculos, seguro que los habrá. De obstáculos en el camino habló Martí en su ensayo “A la raíz” (1893) y dijo esto: “Y a lo que estorbe, se le ase del cuello como a un gato culpable, y se le pone a un lado”.

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

lunes, 23 de mayo de 2022

¿PORQUÉ LOS CIENTÍFICOS HABLAN SOBRE LA ECONOMÍA?

 En la sociedad cubana de hoy escuchamos a muchos científicos de las ciencias naturales (me refiero aquí a profesionales de la investigación científica, porque pensamiento científico debemos tener todos cada vez más) hablando sobre temas económicos, opinando en debates públicos, con las autoridades o en la calle, o incluso defendiendo sus opiniones y propuestas en los medios de comunicación.

No es algo trivial. No recuerdo haber leído de muchos naturalistas o químicos del siglo XIX, ni de muchos físicos nucleares o relativistas del siglo XX, sus opiniones y propuestas sobre las coyunturas económicas de su tiempo. Tampoco se escuchan de muchos biólogos moleculares de otros países, con los que tanto discutimos de diversos temas.

¿No sería mejor que de estos asuntos económicos se ocupasen los profesionales de la economía o los científicos de las ciencias sociales (los que “saben del tema”), y dejar a los científicos de las ciencias naturales concentrados en sus laboratorios, o cuanto más, emitiendo una opinión diletante frente a una taza de café? He visto asomar ese criterio con cierta frecuencia, detrás de una sonrisa condescendiente.

Pero no es eso lo que sucede, al menos no en Cuba en estos momentos. Gran parte de la comunidad científica está pensando y opinando sobre los temas económicos, tanto como sobre sus moléculas y sus experimentos. Y es bueno que  suceda así, y es útil preguntarnos porqué sucede así.

La primera razón y la más importante, es que somos ciudadanos, cubanos, enamorados del proyecto de convivencia humana propuesto por Martí y por Fidel, comprometidos con Cuba, y con el socialismo. Y si nuestro desafío principal de hoy está en la economía, seremos participantes de esa batalla económica, igual que si nos agreden, seremos milicianos. 

Pero además de esta razón moral esencial y evidente, hay otras razones más “técnicas”, para que ese debate sobre temas económicos en la comunidad científica cubana gane intensidad precisamente en estos momentos.

Eso sucede:

Porque la economía mundial ha cambiado, y ahora es una economía directamente dependiente de la ciencia, la tecnología y la innovación. Ya no es la economía agraria de subsistencia, y no es tampoco la economía industrial de producciones en gran escala (azúcar por ejemplo) y estandarizadas. Ahora depende del lanzamiento sistemático de productos novedosos, que sustituyen a los productos precedentes; y de la asimilación a tiempo de nuevas tecnologías de producción.

Porque la economía se ha globalizado y eso implica que una parte creciente del valor de nuestra economía hay que realizarla en las exportaciones, y con productos de alta tecnología y alto valor agregado, así como participando en cadenas globales de valor. Ello incluye también negociaciones sobre “activos intangibles”, patentes, tecnologías, datos, etc. Y todo esto demandará cada vez más negociaciones de inserción internacional “distribuidas” entre muchos actores.

Porque la capacidad innovadora de las empresas depende cada vez más de sus vínculos con entidades del sector presupuestado, especialmente instituciones científicas, educacionales y también de la salud. Esos nexos son especialmente importantes para Cuba, porque tenemos un sector presupuestado grande (en el empleo y en el PIB) y queremos que siga siendo así.

Porque necesitamos una dinámica mayor de surgimiento de empresas nuevas, que son un motor esencial para la asimilación de tecnologías nuevas; y muchas de esas empresas podrán emerger precisamente de colectivos científicos o universitarios que hoy están en el sector presupuestado. Ya sucedió así en el sector de la biotecnología.

Porque la dinámica demográfica de nuestro país nos lleva hacia una fuerza de trabajo envejecida (digamos mejor “madura”) que solamente podrá ser económicamente productiva en una economía de alta tecnología.

Porque queremos defender el socialismo y su enorme potencial de justicia social, así como el espacio protagónico de la empresa estatal socialista (está en nuestra Constitución); y es precisamente en el campo de la alta tecnología donde el socialismo expresa mejor sus ventajas económicas. El socialismo debe ser una consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas, como predijo Marx.

Porque el contexto económico y social descrito en los párrafos precedentes contiene complejidades y “efectos de red” que se resisten a cualquier análisis simplista y a interpretaciones mecánicas de las relaciones causa-efecto. Por el contrario, demanda capacidad de evaluación objetiva de los procesos, definición operacional de sus componentes principales, captura y análisis de datos, estudio de las experiencias precedentes, formulación creativa y evaluación rigurosa de las hipótesis, y capacidad de comunicar ampliamente todo esto. La práctica de la investigación científica implica décadas de entrenamiento en esa manera de pensar.

Porque estamos apurados. Los procesos económicos, políticos, sociales y culturales en el mundo ocurren a velocidades  objetivas que no están bajo nuestro control. Parte de esos procesos son positivos y entrañan oportunidades para el proyecto social de los cubanos. Otros procesos no lo son, y entrañan riesgos.  Cuáles velocidades predominarán, es algo que no sabemos. Pero en momentos de incertidumbres y riesgos, la ética toma el mando de la conducta, y ella nos lleva, a los revolucionarios cubanos (de los que los científicos somos parte), a participar en grande en las batallas económicas.

La economía cubana está en un momento de intensa creatividad. En ciertos aspectos recuerda la década intensa y maravillosa de los años 60s. Por supuesto que este momento contiene aciertos y contiene también errores, pero el mayor error de todos sería la falta de creatividad para diseñar lo que hay que hacer, y la falta de audacia para hacerlo. Hay mucho que hacer y hay que hacerlo rápido; y al mismo tiempo hay que seguir construyendo el contexto jurídico y la institucionalidad para hacerlo aún más rápido y mejor.

Hay que participar también con modestia, pues con frecuencia el  pensamiento de los científicos se equivoca  por falta de información y datos sobre el tema concreto del que se opina, y puede fallar también por la costumbre del “reduccionismo” (buscar siempre causas y soluciones, pocas y simples, para problemas complejos) que es tan habitual en las ciencias naturales. Serán necesarias las ideas provenientes de muchos campos de la inteligencia humana, no solamente de las ciencias naturales. Pero también de las ciencias naturales. Ningún enfoque será “el bueno”. Serán aproximaciones contradictorias y complementarias, y nos llevarán a encontrar las entrañas creadoras de las contradicciones de hoy.

Pero siempre hay que participar. “Modestia” no significa inacción, y mucho menos indiferencia. Hay que seguir haciendo buena ciencia con seriedad y consagración, en los temas específicos de cada cual, pero también hay que entender las batallas del país, incluida la batalla económica, alinear con ellas las capacidades científicas, llevar los resultados hasta su impacto final en la sociedad, conectar la ciencia con las empresas, fundar empresas nuevas cuando sea necesario, polemizar, y asumir riesgos cuando haga falta.

La indiferencia es el peso muerto de la Historia”, escribió Antonio Gramsci en 1917. Los científicos cubanos no han sido nunca indiferentes. Mucho menos ahora.

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

lunes, 16 de mayo de 2022

COMPLETANDO EL ANÁLISIS SOBRE LA BIOTECNOLOGÍA

 El comentario que envié al blog la semana pasada se titulaba “PORQUÉ LA BIOTECNOLOGÍA NO DEBE SER EXCEPCIÓN”.

Intentaba subrayar la idea de que el despegue de la industria biotecnológica en Cuba en los años 80s contiene un componente de “innovación gerencial” que es tan importante, incluso más importante, que el componente de innovación en las investigaciones biológicas propiamente dichas. Y el énfasis en la innovación gerencial es necesario, porque es lo que hace que la experiencia de la biotecnología sea replicable en otros sectores de tecnologías diferentes.

La construcción de las organizaciones es el proceso crítico. Los productos innovadores no crean las organizaciones innovadoras: son su consecuencia.

Entre los muchos comentarios que recibí hubo uno que proviene de un compañero que respeto especialmente, por la profundidad de su pensamiento profesional y por la solidez de su compromiso con Cuba y con la Revolución. Se trata del Dr. Carlos Rodríguez Castellanos, profesor de Física y actual Vice-Presidente de la Academia de Ciencias de Cuba, y a quien conozco desde hace décadas.

Carlos hizo una crítica al blog anterior consistente en identificar que el análisis era sesgado, pues no trataba con suficiente relevancia el proceso de formación y selección de capital humano, ni la atención cercana y permanente a las organizaciones nacientes,  sin lo cual cualquier innovación gerencial hubiese estado destinada al fracaso.

Más que comentar sobre el comentario, le sugerí que escribiese esa opinión para ponerla en el mismo sitio.

Verán que este análisis es imprescindible. También fue parte esencial de la experiencia fundacional del sector de la biotecnología, el esfuerzo previo de formación de capital humano, y el proceso simultáneo de selección de cuadros, donde quiera que estén.  Las experiencias positivas lo son por lo que tienen de “replicables”. De lo contrario serían solamente excepciones u objetos de museo.

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular.

 Y aquí tienen lo que Carlos Rodríguez escribió:

 Los éxitos del programa de la Biotecnología y la Industria Médico Farmacéutica cubanas, que tanto nos enorgullecen, han dependido de muchos factores. Este excelente artículo (se refiere al blog anterior, del 9 de Mayo) enfatiza las transformaciones institucionales y la gestión diferenciada del programa, buscando claves para aprovechar esta experiencia positiva en las condiciones actuales. Se enfatiza que no se trató sólo de reunir científicos brillantes y asignarles financiamiento. Esto es muy importante, pero sería también un error desconocer la importancia de los recursos humanos y financieros asignados a esta tarea. El punto de partida fueron grupos de excelencia radicados en el CNIC, el INOR y otras instituciones. De excelencia no sólo por la formación científica y los resultados ya obtenidos, por su posicionamiento científico internacional y las oportunidades que se avizoraban en su campo de trabajo, sino por la dedicación y el compromiso revolucionario de los integrantes. En la medida en que se fueron creando los nuevos centros, estos grupos se complementaron con otros cuadros de experiencia, procedentes de las universidades y de otras instituciones, y por cientos, luego miles (recordemos la Reserva Científica), de graduados universitarios de muchas carreras, unos y otros adecuadamente seleccionados de acuerdo a sus resultados académicos, integralidad, y disposición a la consagración, motivados por las excelentes condiciones de trabajo que se crearon y el reconocimiento social a su labor.  Por mi edad, soy testigo (externo) de que se concentraron en el Polo muchos de los mejores compañeros de mi generación, los cuales, a su vez, continuaron la formación de miles de nuevos jóvenes, seleccionados entre los mejores graduados de nuestras universidades, en un ambiente de elevado nivel científico, rigor, consagración y compromiso. Esto, a mi modo de ver, ha jugado y juega un papel central. Al final, es un asunto también de gestión diferenciada: seleccionar los colectivos adecuados para iniciar un programa y continuar con su formación y crecimiento con altos estándares académicos, económicos  y revolucionarios.

La construcción de un nuevo sector económico de alta tecnología requiere una multiplicidad de acciones de todo tipo: hace falta mucha “energía libre”. Una parte proviene de las personas que participan, de su propia inteligencia, creatividad, motivación, consagración y compromiso. Otra tiene que salir de fuentes externas. Los recursos externos disponibles, tanto humanos como materiales, son siempre escasos y sólo se pueden concentrar en algunos pocos programas. Sin embargo, sabemos que muchos de ellos se despilfarran o no se utilizan de forma óptima, que hay reservas. Es necesario identificar bien las oportunidades, establecer prioridades y ser consecuentes con ellas, concentrando recursos y estableciendo las reglas adecuadas. Las experiencias previas son importantes referentes, pero cada nuevo programa necesita sus propias reglas que hay que construir sobre la marcha. No hay un “algoritmo” universal. Fidel, tuvo la visión y supo conducir brillantemente el programa de la  Biotecnología y la Industria Médico Farmacéutica cubanas, seguido por una pléyade de jóvenes científicos y cuadros, y por todo el pueblo que los apoyó, con no pocos sacrificios. Le corresponde a las nuevas generaciones continuar y extender su labor basándose en las experiencias previas, pero sobre todo, en el ejemplo.

 Carlos Rodríguez Castellanos.

VicePresidente de la Academia de Ciencias de Cuba

 

lunes, 9 de mayo de 2022

PORQUÉ LA BIOTECNOLOGÍA NO DEBE SER EXCEPCIÓN

 En los días cercanos al éxito de las vacunas cubanas en el control de la COVID 19, y al reconocimiento que recibimos todos los trabajadores de BIOCUBAFARMA al ser escogidos para abrir el desfile del 1º de Mayo, se discutió mucho, y en muchos escenarios, sobre el rol de la ciencia en el proyecto social socialista cubano, y en especial en la economía.

La mayoría de esos comentarios, en los medios, en las reuniones y en la calle, han sido elogiosos sobre lo que han hecho y hacen los científicos y las instituciones científicas cubanas, y en especial las de BIOCUBAFARMA.

Generan en nosotros agradecimiento y compromiso. Y decimos con humildad, como dice una vieja canción de Carlos Puebla: “...soy del pueblo, pueblo soy,, y a donde me lleve el pueblo, voy…”.

Hay que reconocer que esa visión que tiene el pueblo y su Gobierno sobre la biotecnología cubana mueve también el pequeño componente de vanidad que, como seres humanos, todos tenemos.

Pero esa visión contiene también su porcentaje de error, pues si vemos el desarrollo de la biotecnología cubana como una experiencia puramente científica dependiente de científicos brillantes y dedicados, nos equivocamos y nos perdemos la parte más interesante de la historia, porque el despegue del sector biotecnología en Cuba no es esencialmente una experiencia científica: es una experiencia de conexión de la ciencia con la producción y con la economía, y eso es algo muy diferente.

Cuando surgió en Cuba el sector de la biotecnología en los años 80, bajo la conducción muy directa y sistemática de Fidel, es cierto que se partió de grupos científicos pre-existentes mayoritariamente en el sector presupuestado, pero esos grupos se transformaron y la transformación consistió esencialmente en que:

1. Se crearon instituciones nuevas. Primero fueron unidades de tratamiento especial, y luego “empresas”.

2. Esas instituciones recibieron una atención directa de la máxima dirección del país. No se dejaron a merced de los mecanismos que estaban establecidos desde antes para atención a las empresas.

3. Se asignó un financiamiento diferenciado, protegiendo así a las nuevas instituciones en la inevitable fase de ensayo y maduración.

4. Las instituciones surgieron con el concepto de “ciclo completo”, es decir, con capacidades de investigación científica, capacidades de producción, y de comercialización de sus productos, en la misma organización.

5. La mayoría de las nuevas instituciones, incluso antes de ser formalmente empresas, recibieron atribuciones (y obligaciones) de exportación directa, cada una con su entidad comercial.

6. Las atribuciones de negociación internacional incluyeron la “negociación de intangibles”, es decir, negociar licencias sobre proyectos que todavía no habían no habían generado productos tangibles comercializables.

7. Se mantuvo, a pesar de las restricciones financieras, un importante nivel de inversión en Investigación-Desarrollo, discutido caso a caso y año por año.

8. Se promovieron conexiones científicas internacionales, incluyendo despliegue de empresas mixtas en el exterior.

9. Se seleccionaron cuidadosamente los cuadros a poner al frente de cada nueva organización: jóvenes, revolucionarios, dispuestos a la consagración al trabajo, comprometidos con Cuba y con el socialismo, y técnicamente competentes.

10. Muchos cuadros y especialistas fueron puestos en contacto con experiencias de desarrollo científico, tecnológico y empresarial en otros países.


Si leen ustedes otra vez los puntos del 1 al 10 más arriba, verán que la palabra “biotecnología” no se menciona ni una vez. Es que las innovaciones principales fueron gerenciales.

Si vemos los productos de la biotecnología cubana como frutos de de científicos excepcionales  (que los hay, los conozco y los admiro), podríamos premiarlos, pero entonces la historia no sería replicable, sino que sería excepción, casi que por definición.

Pero si comprendemos que las innovaciones principales estuvieron en el campo de la gestión empresarial, entonces estaríamos ante una historia repetible. Nada impide que hagamos algo similar en la informática, la electrónica, las nanotecnologías, los nuevos materiales, la producción y almacenamiento de energía, la automatización, la robótica, la inteligencia artificial, el procesamiento masivo de datos, la manufactura aditiva (impresión 3D), la producción de alimentos y otros tantos campos de la economía del conocimiento, donde necesitamos acciones de re-industrialización basadas en la ciencia, y conectadas con la economía mundial.

El desarrollo económico implica producción industrial, y el socialismo requiere desarrollo económico, pero no tenemos tiempo histórico para reconstruir el camino de la industrialización tradicional. Hay que acceder directamente a la economía basada en el conocimiento y a las tecnologías de la industrialización avanzada (la llamada “cuarta revolución industrial”), y en un país de nuestras dimensiones, eso significa también una economía insertada en la economía mundial, por canales múltiples y distribuidos.

En el sector de la biotecnología se logró, y se hizo rápido; pero el valor de esa experiencia no depende solamente de que siga siendo exitosa, ni siquiera de que crezca más en sus exportaciones, sino fundamentalmente de que sea reproducible en otros sectores de nuestra economía.

La construcción de conocimiento (eso es lo que hacen los científicos) es esencial, pero también lo es la conexión del conocimiento con los sistemas productivos, y los científicos tenemos que asumir esa tarea también. No solo como “asesores”, sino también como participantes. De nuestro sistema de ciencia, tecnología e innovación tendrán que emerger empresas nuevas. Nuestros científicos y nuestros empresarios tendrán que crearlas juntos.

José Martí ya nos había dicho esto desde el siglo XIX: La razón, si quiere guiar, tiene que entrar en la caballería”.


Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular


lunes, 2 de mayo de 2022

CONSENSO: PERDURA LO QUE UN PUEBLO QUIERE.

 

Este 1º de Mayo del 2022, se volvieron a llenar las plazas de trabajadores, celebrando SU día, en SU país y defendiendo SU proyecto de sociedad socialista.

Fue una expresión de consenso, colectivo, masivo y libre. Como lo fue también en el 2019 la votación popular de la Constitución de la República (84.4%). Nadie obligó a nadie a asistir a los actos del 1º de Mayo, como nadie obligó a nadie a votar aprobando la Constitución.

Cualquier análisis serio de la situación política en Cuba tiene que partir de esa realidad. Hay un consenso sobre el proyecto social socialista.

En palabras de José Martí, La unidad de pensamiento, que de ningún modo quiere decir la servidumbre de la opinión, es sin duda condición indispensable del éxito de todo programa político..”

Y tenemos esa unidad en torno al programa político de la Revolución. Es una unidad de pensamiento sobre las esencias del programa político: Soberanía nacional, justicia social, propiedad socialista del todo el pueblo sobre los recursos de la economía, derecho al trabajo, a la salud, a la educación y a la cultura.

Luego tenemos también, y bienvenidas sean, las discrepancias de opinión sobre los medios concretos para alcanzar la sociedad que queremos, y sobre si, aquí o allá, por este cuadro o por el otro, lo estamos haciendo bien, regular o mal. O sobre si una u otra decisión concreta contiene más peligros que oportunidades, o viceversa. O sobre si marchamos a buen ritmo, teniendo en cuenta las limitaciones del contexto económico mundial (que son realidades imposibles de no ver)  o si nos dejamos atrapar por las inercias institucionales propias de la racionalidad burocrática.

Eso es otra cosa. Pero la unidad de pensamiento sobre los objetivos del proyecto social no se puede tocar, ni se puede permitir que nadie intente tocarla.

Siempre hemos tenido en nuestra Historia esa disyuntiva entre unidad y discrepancias. Y siempre ha tenido el Pueblo, y sus grandes líderes, la sabiduría para identificar donde termina la discrepancia sana e inevitable, y donde empieza el cuestionamiento de lo esencial. Es una línea divisoria que no se nos puede desdibujar.

Discrepancias tuvo Ignacio Agramonte con Carlos Manuel de Céspedes, pero el día en que oyó las censuras que hacían del gobierno revolucionario sus oficiales, reaccionó duramente diciendo: “Nunca permitiré que se murmure en mi presencia del Presidente de la República”. Ahí estaba la línea roja que no se podía permitir que fuese traspasada.

El consenso sobre lo esencial es una construcción colectiva de décadas, sino de siglos, y es muy difícil de lograr. Otros países no lo han logrado sobre temas muy sensibles: No lo logran los Estados Unidos sobre su problema racial; no lo logran varios países europeos sobre el problema de las nacionalidades y el de la inmigración; y habría muchos otros ejemplos que estudiar. No se trata de que los dirigentes en un momento dado tomen buenas o malas decisiones, o que se dicten buenas o malas leyes; el problema es cultural, y se trata en esos casos de que no tienen consenso colectivo sobre lo que hay que lograr.

Nosotros en Cuba, sí que tenemos ese consenso, sobre los propósitos esenciales del proyecto de convivencia; y ese consenso, construido por décadas o siglos de pensamiento y luchas, es un tesoro, y como tal hay que cuidarlo y trasmitirlo intacto a las futuras generaciones de cubanos.

Lo necesitamos como el aire y el agua, para que Cuba siga siendo Cuba, y los cubanos orgullosos de serlo. Y por eso mismo es que nuestros adversarios de siempre atacan con prioridad ese consenso social, e intentan fragmentarlo, porque saben que es la base de todo: la base para poder avanzar, para poder trabajar, y hasta para poder discrepar.

La hostilidad contra el proyecto socialista en los medios de comunicación, especialmente en las redes “anti-sociales” es implacable. Lo sabemos. Y los revolucionarios tenemos que aprender a “tomar las redes”, como mismo tomamos las calles y las plazas.

En este 1º de Mayo, el contraste entre la basura anticubana, hostil y mediocre, que circula en las redes; y  la expresión tangible y culta de unidad de los trabajadores en las plazas revolucionarias, nos hizo recordar el concepto que expuso José Martí al escribir sobre la fundación del Partido Revolucionario Cubano en abril de 1892: Lo que un grupo ambiciona, cae; perdura lo que un pueblo quiere”.

Ayer Primero de Mayo, 130 años después, el Pueblo Cubano habló, y dijo una vez más en las plazas de Cuba, alto y claro, lo que quiere.

Y perdurará.

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

 

LOS COMPLEJOS DEBATES DE HOY VISTOS DESDE LAS CIENCIAS NATURALES

   La formación profesional de cada uno de nosotros influye inevitablemente en la manera en que apreciamos la realidad y definimos prioridad...