lunes, 30 de agosto de 2021

DEFENDER A CUBA ES DEFENDER EL SOCIALISMO: ES LA MISMA BATALLA

 

El país está en manos de los jóvenes. Siempre lo ha estado: Martí tenía 16 años de edad cuando escribió “El Presidido Político en Cuba” , Mella tenía 22 cuando fundó el Partido Comunista, Guiteras tenía 27 cuando ordenó la nacionalización de la Empresa de Electricidad, Fidel tenía también 27 cuando asaltó el Cuartel Moncada, y el Che tenía 30 años cuando tomó Santa Clara.

 Siempre tuvo la vanguardia juvenil conceptos muy claros sobre lo que había que hacer en cada momento. Por eso es tan importante que discutamos los conceptos esenciales que necesitamos para guiar las tareas de hoy y seguir adelante.  Uno de esos conceptos esenciales, quizás el más importante, es que defender a Cuba y defender el Socialismo no son dos batallas diferentes, sino una y la misma.

 Las sociedades humanas son entes históricos, y esta historicidad significa que lo que somos hoy es la consecuencia de una larga y compleja trayectoria, la cual es diferente para cada colectividad humana. La nuestra es una trayectoria que vincula desde sus orígenes mismos, la aspiración de soberanía nacional con la de equidad y  justicia social.

 Para Cuba en el siglo XXI, soberanía y socialismo son dos conceptos interdependientes: no tendremos soberanía nacional sin socialismo, ni podremos construir el socialismo sin soberanía nacional.

 La soberanía nacional siempre fue (y sigue siendo) un objetivo sagrado por el que han dado sus vidas muchos cubanos. Pero fue siempre un objetivo que no se agota en si mismo. No es la soberanía una estación de llegada: es un punto de partida. La defendemos porque es lo que nos permite continuar el camino hacia objetivos superiores, relacionados con la justicia social, la dignidad humana y la cultura.

 La defensa de la soberanía nacional incluye hoy la defensa del socialismo

 La soberanía no es un concepto abstracto: es el derecho a ser diferentes. Y entre esas diferencias, hemos llegado a ser el experimento histórico más largo de construcción del socialismo, actualmente en desarrollo (con la excepción de China y todas sus particularidades).

 Ser “diferentes” hoy significa tener la libertad efectiva para superar la lógica de las relaciones mercantiles constructoras de desigualdades y exclusión, y guiar las estrategias hacia una racionalidad económica creadora de cultura, de justicia  y de sostenibilidad a largo plazo, la cual es diferente a la racionalidad de la maximización de las ganancias inmediatas.

  Significa que si retrocediéramos en la soberanía nacional, se congelaría la construcción de nuestra institucionalidad, perfectible pero incluyente y participativa, se congelaría la innovación y el desarrollo, y entonces los centros de poder mundial retomarían la adquisición de activos como lo hicieron desde el siglo XIX, y fabricarían en Cuba “su” élite nacional subordinada. Ya ocurrió una vez en 1902.  Los cubanos de hoy y los de mañana, no podemos permitir que eso suceda otra vez.

Para alcanzar los objetivos interdependientes de soberanía nacional y justicia social, en el mundo de hoy se necesita la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción y el papel protagónico de la empresa estatal en la economía. 

Justicia social es educación, salud, acceso a la cultura, protección al trabajo y seguridad social, objetivos que se concretan en un sistema de instituciones presupuestadas que se financian con los ingresos de la economía estatal. No hubiésemos logrado construirla con los impuestos de una economía  subdesarrollada, privatizada y dependiente. 

La igualdad social no es una consecuencia del desarrollo económico: es un pre-requisito para el desarrollo económico. 

La trayectoria revolucionaria cubana ha construido un amplio consenso en nuestra sociedad sobre los objetivos que debemos alcanzar. Ese consenso es una innegable ventaja conquistada. 

La creencia básica del capitalismo (incluso en los que honestamente creen todavía en el capitalismo) es la construcción de prosperidad material basada en la propiedad privada y la competencia. La nuestra se basa en la creatividad movida por los ideales de equidad y solidaridad entre las personas, incluidas las generaciones futuras. 

Tenemos ante nosotros muchas opciones, y hay mucho que discutir en nuestra sociedad, pero no podríamos hacer nada si no tuviésemos soberanía nacional para defender una independencia, que depende mucho en este siglo XXI, de la educación, la ciencia y la cultura. 

Sobre la soberanía de Cuba y sobre el ideal socialista tenemos que construir un consenso sólido como una roca de granito.  Después podemos polemizar todo lo que se quiera sobre los modos concretos de lograrlos. 

La tarea nuestra es fortalecer ese consenso. El plan de nuestros adversarios históricos es erosionarlo. “Plan contra Plan”, fue una expresión de José Martí. 

En los años 80s cuando ya se apreciaban señales de desintegración en el campo socialista europeo, Fidel Castro desarrolló la doctrina de “La Guerra de Todo el Pueblo” que le puso un freno a la opción militar para destruir la Revolución. Luego en los años 90s impulsó lo que en aquel momento empezamos a llamar “La Batalla de Ideas”. 

Los que vivimos ambas etapas vemos hoy muy claro que la Batalla de Ideas es la continuidad de la Guerra de Todo el Pueblo en un nuevo escenario. 

En la primera vencimos: la historia de invasiones militares en Granada, Dominicana, Haití, Panamá y otras, no pudieron repetirla en Cuba. En la segunda, protagónica hoy y que repite esquemas de hegemonía cultural, tenemos que vencer también. 

 Es imprescindible comprender que para Cuba, Soberanía y Socialismo son la misma cosa.

 Agustin Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

lunes, 23 de agosto de 2021

LOS GRANDES TEMAS NACIONALES DE HOY: LA ECONOMÍA SOCIALISTA.

En la nota de la semana pasada que titulamos “Fidel y los grandes temas nacionales de hoy”  subrayábamos tres que se discuten en todos los espacios de la sociedad y que son estos: 

1.   Las posibilidades de la economía socialista (propiedad social, planificación y equidad distributiva) para construir prosperidad. 

2.   La potencialidad de nuestro sistema político para reforzar consensos, incorporar la crítica y multiplicar la participación ciudadana. 

3.   El futuro del diferendo histórico entre Cuba y los Estados Unidos. 

Estos grandes temas subyacen casi siempre a las discusiones sobre muchos y diversos asuntos particulares. 

Es imprescindible reforzar el consenso sobre estos temas, precisamente para poder cambiar, sobre esas bases, todo lo demás que deba ser cambiado, y ampliar aun más la participación ciudadana sobre las maneras de construir la sociedad que queremos todos. No es que olvidemos la importancia de los detalles particulares (“el diablo trabaja en los detalles”, dice la sabiduría popular), pero tampoco debemos permitir que polémicas (imprescindibles) sobre temas particulares nos fragmenten el consenso sobre las esencias. 

Los grandes temas esenciales siempre son pocos y simples, y el traspaso en continuidad del liderazgo histórico hacia las nuevas generaciones requiere reforzar esos consensos básicos. 

Abundemos ahora sobre el primero de estos temas: Las posibilidades de la economía socialista para construir prosperidad. 

La supuesta incapacidad del socialismo para construir prosperidad material es uno de los ejes principales de esa guerra mayor de pensamiento que nos hacen los enemigos de nuestro proyecto social.

Para eso inventaron (reconocido por ellos mismos) el bloqueo económico, para impedir la construcción de prosperidad y echarle la culpa al socialismo, y con ese objetivo lo mantienen. 

Pero tendríamos nosotros que ser tontos para tragarnos esa profecía auto-cumplida; y sucede que no lo somos. 

El capitalismo es un sistema global, cada vez más interconectado, y es un sistema socialmente ya fracasado. Es el sistema que produjo las sangrientas guerras del siglo XX, creó indecentes desigualdades de ingreso entre países y dentro de los países, excluyó a millones de personas de su participación en la economía y causó el deterioro del medio ambiente que hoy nos amenaza a todos. La humanidad no podrá sobrevivir sin superar el capitalismo. 

Tenemos cultura suficiente para entender el panorama completo, no los fragmentos e imágenes que intencionalmente nos escogen y nos envían: Del capitalismo son los barrios de clase media de los países ricos, y son también las favelas marginales: Ambos se condicionan mutuamente. Del capitalismo es el nivel de consumo europeo, y también las penurias de África: Ambos se condicionan mutuamente. 

Desde 1963 Fidel Castro había expresado: “Marx concibió el socialismo como resultado del desarrollo. Hoy para el mundo subdesarrollado el socialismo es ya incluso una condición del desarrollo”.  

La batalla de ideas es ahora para fortalecer el consenso sobre los procedimientos específicos que necesitamos para alcanzar nuestros objetivos, procedimientos que no son ni la transferencia espontánea de la propiedad estatal hacia el sector privado o la inversión extranjera, ni tampoco el control burocrático sobre la creatividad de las instituciones y sobre los necesarios procesos de exploración de alternativas en un contexto mundial de incertidumbres. 

Esa exploración está ocurriendo en los momentos mismos en que se escriben estas notas. Hace apenas unos días la Gaceta Oficial (Nº94 del 19 de agosto) publicó 4 Decretos-Ley del Consejo de Estado que contienen nuevas decisiones sobre el trabajo por cuenta propia, las micro, pequeñas y medianas empresas, las cooperativas no-agropecuarias y el sistema tributario. En mayo el Decreto-Ley 34 expuso nuevas ideas sobre la organización y funcionamiento del sistema empresarial estatal. 

Esa labor legislativa concreta el concepto de que el socialismo no es un sistema de gestión vertical centralizada, sino un sistema de propiedad social, de participación y de equidad distributiva. 

Estamos en movimiento, haciendo revolución dentro del socialismo, cambiando lo que deba ser cambiado, con sentido del momento histórico, como definió Fidel abriendo las puertas hacia el siglo XXI cubano. 

Habrá socialismo y habrá cambios. Pero esos cambios los vamos a hacer nosotros, los cubanos, a partir de nuestras raíces históricas, de nuestros valores y de nuestra soberanía, que es el derecho a ser diferentes. 

Podemos triunfar. Y eso explica la desesperación que muestran nuestros enemigos de siempre, en los laboratorios de ideas de su “complejo militar-cultural”, apurados por fragmentar la cohesión social en Cuba y erosionar el consenso construido. Se les acaba el tiempo.

 

Agustin Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

 

lunes, 16 de agosto de 2021

FIDEL Y LOS GRANDES TEMAS NACIONALES DE HOY

 Hace unos días conmemoramos el aniversario 95 del natalicio de quien ha sido una de las personalidades políticas más relevantes del siglo XX: Fidel Castro.

 Y aunque se celebra justamente su impronta en la historia, apenas comienzan a fluir ideas podemos darnos cuenta de que los debates sobre Fidel no son debates sobre el pasado: son sobre el futuro. De Fidel Castro no se puede hablar “en pasado”. Fidel pertenece al futuro y lo necesitamos para construir el futuro.

 En el campo del desarrollo científico y tecnológico (que es solamente uno de los tantos campos del quehacer humano en que su pensamiento incursionó), y en la peligrosa década de los 90s, Fidel insistió en dos grandes conexiones del quehacer científico: la que tiene con la independencia nacional y la que tiene con el desarrollo económico.

 Así lo dijo en 1990 en un Congreso de Pedagogía: La independencia no es una bandera, o un himno, o un escudo. La independencia no es cuestión de símbolos. La independencia depende del desarrollo, la independencia depende de la tecnología, depende de la ciencia en el mundo de hoy”.

 Y luego en 1993, ante un grupo de científicos en Santiago de Cuba expresó: “La Ciencia, y las producciones de la ciencia deben ocupar algún día el primer lugar de la economía nacional. Pero partiendo de los escasos recursos, sobre todo de los recursos energéticos que tenemos en nuestro país, tenemos que desarrollar las producciones de la inteligencia, y ese es nuestro lugar en el mundo, no habrá otro”.

 Su visión de esas conexiones explica su insistencia en el desarrollo científico, la coherencia de su dedicación a este tema, su sistemática interacción con los científicos (que éramos jóvenes en aquella época) y la siembra que hizo de conceptos y valores tales como:

  1-El compromiso con el futuro, aun en medio de enormes dificultades inmediatas.

  2-El valor del conocimiento para la defensa de la soberanía nacional y la justicia social.

  3-El acceso masivo a los conocimientos y la cultura como derecho humano, y como pre-requisito para el desarrollo económico.

  4-La simultaneidad entre el esfuerzo por la extensión del acceso a la ciencia y la técnica, y el esfuerzo por la profundidad y la calidad.

  5-La confianza en las enormes potencialidades intelectuales y éticas del ser humano.

  6-La voluntad de plantearse metas cada vez más altas y más audaces. Gabriel García Márquez caracterizó una vez a Fidel como “un hombre de ilusiones insaciables, incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal…”

  7-El sentido de urgencia, captado en esa frase del propio Fidel (en 1967), que dice: “milito en el bando de los impacientes, de los apurados…”

  8-La consagración al trabajo, como una expresión concreta de la ética del científico.

  9-La idea de una economía basada en la Ciencia y la Tecnología, como palanca principal de nuestro desarrollo.

 La visión de Fidel y la coherencia de sus acciones (la coherencia de pensamiento y acción es uno de los rasgos distintivos de los grandes líderes) le dio a la ciencia una centralidad y una responsabilidad en el proyecto social, que es una de las grandes originalidades de la Revolución Cubana.

Esa responsabilidad de la ciencia se mantiene hoy y no es casual que hayamos celebrado el 95 aniversario de Fidel con un evento internacional titulado “Fidel: Un hombre de ciencia con visión de futuro”.

 Algo que vimos hacer a Fidel una y otra vez, fue identificar en cada momento y dentro de la complejidad de cada situación, cuales son los temas nacionales esenciales, aquellos en que aciertos (o fracasos) pueden tener un efecto multiplicador sobre todos los demás asuntos. Separar lo esencial de lo coyuntural y actuar en coherencia, siempre en coherencia.

 Fidel nos guio ayer con esa aguda percepción de lo esencial. Hoy, ante los retos de los tiempos nuevos, tenemos que construir esa percepción entre todos.

 Actualmente, en la compleja diversidad de asuntos que se discuten en todos los espacios de la sociedad se dibujan tres grandes temas nacionales:

 1.   Las posibilidades de la economía socialista (propiedad social, planificación y equidad distributiva) para construir prosperidad.

 2.   La potencialidad de nuestro sistema político para reforzar consensos, incorporar la crítica y multiplicar la participación ciudadana.

 3.   El futuro del diferendo histórico entre Cuba y los Estados Unidos.

 Los grandes temas esenciales siempre son pocos y simples. No permitamos que complejidades y particularidades nos confundan.

En estos tiempos en que ocurre el traspaso del liderazgo histórico de la Revolución hacia nuevas generaciones, la imprescindible continuidad requiere un sólido consenso sobre cuáles son las cuestiones nacionales principales.

 Podemos (y debemos) discutir muchos asuntos polémicos: una ley puede estar mejor o peor redactada, un organismo o empresa pueden funcionar bien o mal, el momento del ordenamiento monetario debió haber sido antes o después, los precios deben controlarse o liberarse, los procesos de cambio en la economía tienen la velocidad adecuada o no, un determinado cuadro puede ser más o menos competente, y muchas otras cosas, pero en todos estos asuntos el consenso a que lleguemos y las acciones que de ahí derivemos dependerán de cómo nos posicionamos antes los tres grandes temas nacionales.

 Y para orientarnos en esos temas necesitamos ahora más que nunca del pensamiento de Fidel Castro. Fidel pertenece al futuro.

 Agustin Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

lunes, 9 de agosto de 2021

NO NECESITAMOS DESIGUALDADES PARA CONSTRUIR PROSPERIDAD

 La nota que publiqué aquí el pasado 2 de agosto titulada “Que es lo que quieren?: La expansión de las desigualdades”, buscaba alertar sobre las intenciones de quienes nos presionan a evolucionar hacia fórmulas capitalistas en nuestra economía.

  Fue bien recibida y compartida, pero también en varios espacios de debate hubo compañeros (buenos compañeros) que expresaron que el temor a la expansión de las desigualdades sociales podría convertirse en un freno a los cambios necesarios para aumentar la productividad del trabajo y construir la prosperidad que tanto deseamos y necesitamos.

 Tal preocupación es entendible pero es injustificada: No necesitamos para nada la expansión de las desigualdades. Nuestra economía puede crecer sin ello.

  De hecho, los datos (de nuevo y siempre “los datos”) indican que la realidad es al revés: Las desigualdades sociales generan ineficiencia en la economía.

 Sugiero leer el excelente ensayo publicado por la Dra. Alicia Bárcena y su equipo de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) titulado “La Ineficiencia de la Desigualdad”. Está accesible en internet ( https://www.cepal.org/es/publicaciones/43442-la-ineficiencia-la-desigualdad).

 De ese ensayo es la siguiente gráfica que relaciona el Índice de Gini (un coeficiente que mide el grado de desigualdad de los ingresos, y que es mayor a mayor desigualdad) con la productividad del trabajo en un grupo grande de países.

 La conclusión es que la desigualdad afecta negativamente la productividad. Los países con mayores índices de desigualdad son los menos productivos.

 Uno de los mitos de la ideología capitalista pretende convencernos de que las desigualdades sociales son necesarias para el crecimiento de la economía. Se pretende así legitimar el sistema de propiedad privada sin límites y libre competencia sin control que las engendra.

 Esa afirmación no resiste la contrastación con los datos: De hecho en varios países  actualmente hay datos que demuestran que los períodos de reducción de desigualdades coinciden con los de mayor crecimiento de la economía.

Y viceversa.

 Obviamente los cubanos de hoy no estamos satisfechos con la dinámica a la que ha ocurrido y ocurre nuestro desarrollo económico.

Hemos tenido y tenemos problemas, lazos que atan las fuerzas productivas.

 Pero el problema no está en la equidad: está en la centralización de las decisiones económicas, y la ironía reside en que muchas veces el camino de la centralización se ha emprendido en nombre de la equidad.

La sabiduría colectiva de los cubanos en este momento de transformaciones económicas (las vemos en la prensa y en la calle todos los días) consiste en no confundir ambas cosas.

Y fortalecer el consenso sobre los procedimientos que necesitamos, que no son ni la transferencia incontrolada de la propiedad estatal hacia el sector privado o la inversión extranjera, ni tampoco el control estatal burocrático sobre la creatividad de las instituciones y los necesarios procesos de exploración en un contexto mundial de cambios tecnológicos e incertidumbres.

 A esta sabiduría nos convoca el texto de la Constitución de la República que aprobamos masivamente en el 2019 y que dice en su Artículo 30:

“La concentración de la propiedad en personas naturales o jurídicas no estatales es regulada por el Estado, el que garantiza además una cada vez más justa redistribución de la riqueza, con el fin de preservar los límites compatibles con los valores socialistas de equidad y justicia social”

 Con ese lente hay que mirar todo lo que hacemos. No necesitamos expansión de desigualdades para nada. Ya crecieron durante el período especial y no deben crecer más.

 Se preguntarán muchos, justamente ¿y cómo se hace esto?. El tema tiene fuertes conexiones con la construcción de cultura, y también con el desarrollo tecnológico, pero eso es materia para próximos comentarios.

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

lunes, 2 de agosto de 2021

¿QUÉ ES LO QUE QUIEREN? : LA EXPANSIÓN DE LAS DESIGUALDADES.

  Es cierto que entre los que buscan destruir la Revolución Cubana y revertir el proceso de construcción de justicia social de los últimos 60 años hay muchos que no saben lo que quieren. Reaccionan con rabia primitiva, o con arrogancia intelectual, a las dificultades del presente sin preguntarse de dónde vienen y sin formular alternativas. Pero hay otros (aquí y afuera) que sí saben perfectamente lo que quieren, y son los que manipulan a los primeros.

 Que no se engañe nadie: lo que quieren es la expansión de las desigualdades sociales en Cuba, y por supuesto, caer ellos del lado de los pocos beneficiados en esas desigualdades.

 Es eso lo que traería a nuestro país un proceso (gradual o abrupto) de restauración del capitalismo. Porque es eso exactamente lo que ha hecho el capitalismo en todos los lugares y en todos los tiempos, desde hace más de 300 años: crear y amplificar desigualdades sociales.

 Pero pospongamos (por ahora) la arenga de barricadas, y volvamos a la frialdad de los datos verificables.

 Es el capitalismo el modelo económico socialmente fracasado que ha conducido a las desigualdades de hoy, en que el 1% más rico controla la mitad de los activos en el mundo mientras que el 50% “de abajo” colectivamente posee menos del 5% de riqueza global. El 0.1% de la población mundial  (los  súper-ricos ) posee el 20% de la riqueza global. Si el presidente de los Estados Unidos quiere hablar de “un sistema fallido”, debería empezar por reconocer y explicar ese fallo colosal del capitalismo.

Las desigualdades producidas por el capitalismo mostraron una tendencia creciente durante el siglo XIX. Esta tendencia se interrumpió por las grandes tragedias de las guerras mundiales y entonces, en las tres décadas siguientes a la 2ª Guerra Mundial se produjo una contracción de las desigualdades, conducida por las políticas del Estado de Bienestar implantadas por la socialdemocracia europea, en no poca medida presionadas por el ejemplo de justicia distributiva de la URSS y el campo socialista. Las políticas de esos 30 años en los países capitalistas desarrollados incluyeron en diferentes combinaciones nacionalizaciones, educación pública, sistema público de salud, e impuestos progresivos. Son precisamente éstas las políticas que los ideólogos del capitalismo les critican hoy a los proyectos socialistas. Esas políticas aun sin llegar a plantearse superar el capitalismo, le impusieron límites durante un tiempo a la expansión de las injusticias sociales.

Pero después todo volvió a cambiar, y no para bien. Las desigualdades volvieron a crecer a partir de los años 80s como consecuencia de las políticas neoliberales impuestas por los gobiernos de Ronald Reagan en los Estados Unidos y de Margaret Tatcher en el Reino Unido, etapa que se conoce como “la revolución conservadora”.

A América Latina le impusieron esas políticas neoliberales a través de las dictaduras militares principalmente en el cono sur y se ampliaron las desigualdades a niveles indecentes. En esa misma etapa, Cuba las redujo.

Las desigualdades sociales tienen un componente de diferencias “entre países” y otro componente de diferencias “dentro de los países”.

 Actualmente las desigualdades entre países son el componente principal, pero cuando se explora la distribución de la riqueza al interior de las sociedades se aprecia también un incremento de las desigualdades, especialmente en los países de menor desarrollo. Así por ejemplo, el 10% mas rico de la población recibe el 54% de los ingresos totales en África Sub-sahariana, el 65% en África del Sur, el 56% en Brasil y el 64% en el Medio Oriente.

La cantidad de absoluta personas viviendo en barrios marginales en los países pobres creció de 650 millones a 863 millones entre el año 1990 y el 2012.

 Y no se trata solamente de desigualdades en la riqueza. Estas se convierten también en desigualdades educacionales. En los Estados Unidos, por ejemplo, hay una clara relación entre la probabilidad de acceso de un joven a la educación superior y el nivel de ingreso de sus padres: El acceso a la educación superior es apenas 20% para las clases más pobres, y llega a 90%  para los más ricos. La desigualdad en el acceso a la educación propaga las desigualdades sociales a las próximas generaciones.

 Eso, o peor, es lo que quieren para Cuba quienes manipulan en las redes sociales las realidades cubanas, y los que les pagan a esos.

Y lo quieren porque en todas las sociedades desiguales siempre ha habido una pequeña élite que se beneficia de las desigualdades y las perpetúa.

 Pero eso no es lo que queremos la mayoría de los cubanos. Lo que quiere esa inmensa mayoría, que resiste y construye en Cuba, es lo que está en la Constitución que aprobamos en el 2019, con el 86.85% de los votos, y que dice en su Artículo 1: “Cuba es un Estado socialista de derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos como república unitaria e indivisible, fundada en el trabajo, la dignidad, el humanismo y la ética de sus ciudadanos para el disfrute de la libertad, la equidad, la igualdad, la solidaridad, el bienestar y la prosperidad individual y colectiva”.

 Los cubanos que construimos Cuba sabemos muy bien lo que queremos, y lo que no queremos. Y la verdad es que somos muchos.

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular.

LOS COMPLEJOS DEBATES DE HOY VISTOS DESDE LAS CIENCIAS NATURALES

   La formación profesional de cada uno de nosotros influye inevitablemente en la manera en que apreciamos la realidad y definimos prioridad...