lunes, 28 de marzo de 2022

CONVERSANDO CON LOS CHINOS SOBRE CIENCIA, DESARROLLO Y SOCIALISMO.

 

La semana pasada ocurrió una conferencia virtual entre un equipo del Partido Comunista de China y uno del Partido Comunista de Cuba, con una sesión titulada: “Seminario Teórico entre el PCC y el PCCh: Las responsabilidades de la ciencia en el camino al socialismo”.

 Ya desde el título del tema se identifica el mensaje sobre el rol tiene la ciencia en el desarrollo social y económico, y especialmente en el socialismo. Es un mensaje que todos los cubanos debemos captar y comprender, pues en el desarrollo socioeconómico y en el socialismo (en ambas cosas) se decide el futuro de la Patria.

 Los compañeros que organizaron el evento desde el PCC me invitaron a hacer una ponencia. Ahora, y con permiso de ellos, reproduzco aquí lo esencial de lo que dije en ese evento. Es esto:

 LAS FUNCIONES DE LA CIENCIA EN EL PROYECTO DE DESARROLLO ECONOMICO Y SOCIAL SOCIALISTA DE CUBA.

 Las funciones de la ciencia en las sociedades humanas han ido cambiando y expandiéndose con el tiempo. Desde que comenzó a surgir poco a poco el método científico en el siglo XVII, y hasta finales del siglo XIX, la investigación científica era una actividad de individuos motivados y creativos, primero aislados y más tarde vinculados a sociedades científicas y a universidades. En la primera mitad del siglo XX  hubo dos cambios importantes. 

  El primero es que la investigación científica comenzó a introducirse en las empresas, con el surgimiento de laboratorios industriales en varias de ellas. El segundo es que la promoción de la investigación científica comenzó a ser tarea de los Estados, con el surgimiento de instituciones estatales de investigación y/o presupuestos diferenciados para impulsar investigaciones vinculadas a misiones específicas. Comenzó a hablarse entonces de “economía basada en el conocimiento”.  

 Las responsabilidades de la ciencia en el camino al Socialismo 

 Dejar atrás el capitalismo como sistema socioeconómico es la tarea principal que la humanidad  tiene ante si en estos inicios del siglo XXI. Es el sistema que produjo las sangrientas guerras del siglo XX, creó indecentes desigualdades de ingreso y propiedades entre países y dentro de los países, excluyó millones de personas de su participación en la economía, y causó el deterioro del medio ambiente que hoy nos amenaza a todos. La humanidad no podrá sobrevivir sin superar el capitalismo. 

Es una tarea enorme y compleja. Las dificultades y retrocesos que hubo en el siglo XX, en la construcción de alternativas al capitalismo, no hacen menos necesaria y urgente la tarea. Solamente nos ilustran sus complejidades.  

 La pregunta es si puede la ciencia (y de que manera puede) asumir responsabilidades en ese paso imprescindible de la civilización humana. 

El transito hacia una economía basada en el conocimiento, en la generación y valorización de activos intangibles, y en inversiones sobre innovaciones cuya recuperación contiene más incertidumbres que en la economía tradicional, hace más evidente la disfuncionalidad esencial del sistema capitalista.  

Si asumimos que la eficiencia de la inversión y del trabajo incluye la sostenibilidad social y  ambiental a mediano plazo, y la reducción de las desigualdades, entonces los mecanismos del mercado son obviamente e inmensamente ineficientes. 

Durante mucho tiempo un sentido común construido por economistas defensores del sistema capitalista sostenía que la igualdad y el crecimiento económico eran fenómenos contrapuestos, y que  habría que aceptar que las acciones tendientes a reducir desigualdades, de una forma u otra terminarían reduciendo el dinamismo de la economía. La esclavitud en el continente americano generó crecimiento económico para las metrópolis europeas. Pero después el desarrollo tecnológico fue imponiendo una visión opuesta, que evidencia que la desigualdad es ineficiente. 

El tránsito hacia una economía de alta tecnología, basada en el conocimiento, requiere expandir el gasto social en bienes públicos tales como la educación, la salud, la seguridad social y la ciencia, lo cual solamente puede ser garantizado por la inversión estatal. 

La polémica ideológica sobre las desigualdades conecta con el debate sobre los derechos de propiedad.  Como descubrió Marx, el capital siempre tiende a concentrarse, a menos que existan decisiones políticas y marcos regulatorios se lo impidan. 

La abolición de la esclavitud deslegitimó el derecho a “poseer” otra persona, pero la propiedad privada sobre los medios de producción sigue legitimando el derecho a poseer los frutos del trabajo de otra persona. Para nosotros, los comunistas, sean unos u otros los términos que se utilicen en el debate, la esencia sigue siendo la vieja contradicción del capitalismo entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación.  

El conocimiento, y especialmente el conocimiento científico y tecnológico es un producto social. Nadie puede poseer privadamente todas las piezas de conocimiento precedente necesario para descubrir o para inventar algo. En las sociedades modernas los dispositivos institucionales para la creación y circulación del conocimiento (sistema educacional, instituciones científicas, etc) están en el sector presupuestado, que se financia en la mayoría de los países (incluyendo países capitalistas) con dinero público administrado por el Estado. Los dispositivos institucionales para la transformación de los conocimientos en productos y servicios comercializables están en el sector empresarial. 

¿Cómo se produce la conexión entre ambos? La ideología capitalista intenta conectarlos por mecanismos de mercado a través del sistema de patentes, que se apropia de un bien publico (el conocimiento generado en instituciones publicas) para ponerlo en manos de una empresa privada que lo utiliza. Es un sistema que genera enormes costos de transacción  y  es cada vez menos funcional, a medida que el contenido científico de los bienes y servicios es mayor. La conclusión final es simple, como todas las grandes verdades: el capitalismo no es compatible con la economía basada en el conocimiento. 

Pero una cosa es comprender un proceso, y una necesidad histórica de cambio, y otra muy diferente es generar la voluntad política y la cultura para lograr esos cambios.   La ciencia solamente no bastará, pero ayudará a crear el contexto necesario para que la cultura y la política hagan su trabajo. La cultura y la política movilizaran voluntades para construir una sociedad más equitativa; pero hará falta también lograr que esa equidad se transforme en crecimiento económico. Ahí están las nuevas responsabilidades de la ciencia. 

Las responsabilidades de la ciencia en Cuba  

Cuba construye una alternativa, una sociedad mejor y posible, que ha demostrado que se pueden alcanzar elevados niveles de salud, educación y seguridad social, aun con escasos recursos, si se reparten bien, afirmación que se demuestra objetivamente por la disociación entre el PIB por habitante, y los indicadores sociales.  

La construcción en Cuba de una economía próspera, sobre la base de la equidad y la cultura, ha estado más de 60 años, y sigue estando, amenazada por el bloqueo económico más largo y brutal de la historia, y por una guerra de ideas (más bien de imágenes, porque ideas no tienen muchas) muy bien financiada que intenta presentar los efectos de la agresión externa como si fueran debilidades internas del socialismo. 

 Aunque la lucha por crear una conciencia mundial en contra el bloqueo a Cuba debe continuar e intensificarse, el escenario previsible hoy es que mantengan ese bloqueo, porque los millonarios que gobiernan el mundo necesitan que la alternativa al capitalismo que Cuba construye no tenga éxito. Nosotros tenemos que saber que hay que seguir resistiendo, y además, desarrollar creativamente nuestra economía y nuestro modelo de sociedad, aún con el bloqueo. Y en el siglo XXI esa economía tiene que estar basada en el conocimiento y en la ciencia.

La manera en que expresamos el objetivo mayor del proyecto social de los cubanos de construir una sociedad justa, próspera y sostenible, nos dice también que la justicia social es objetivo primordial, pero por si sola no basta. Hace falta que genere prosperidad y sostenibilidad, lo que significa que hay imperativos económicos. Esos imperativos económicos a su vez, en el siglo XXI, exigen una economía innovadora y conectada con la economía mundial. Y ahí es donde aparecen con toda claridad las nuevas responsabilidades de la ciencia.  

Después del salto revolucionario de los años 60 que incluyó el desarrollo científico entre las metas mayores del país, y después del segundo salto de los años 90 que reforzó las conexiones de la ciencia con la producción  y la economía, necesitamos ahora, entrando el siglo XXI, dar el tercer salto que coloque la ciencia y la innovación en el centro del funcionamiento de la economía. Fidel lo vio y lo dijo en 1993 al expresar que:  La ciencia y las producciones de la ciencia, deben ocupar algún día el primer lugar de la economía nacional……Tenemos que desarrollar las producciones de la inteligencia, y ese es nuestro lugar en el mundo, no habrá otro”.  

Sin pretender análisis concluido ni mucho menos recetas, apreciamos que, de los debates que ocurren en caliente en diferentes espacios en el momento en que se escribe este ensayo (2022) van emergiendo estas ideas: 

·        El Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación de Cuba tiene que crecer, no en proporción al crecimiento  económico sino por delante de este, y alcanzar cotas superiores de inversión en ciencia como fracción del PIB, así como niveles superiores por millón de habitantes de cantidad de investigadores, patentes y publicaciones científicas.

·        El crecimiento de la actividad científica depende de la capacidad de movilización de financiamiento. Estos recursos deben provenir en su mayor parte del sistema empresarial, pero manteniendo también un componente  de financiamiento presupuestado. Ello va a requerir probablemente el diseño de instituciones financieras nuevas para la ciencia, bancarias y no-bancarias, y de un marco regulatorio especifico, que incluya también incentivos para que las empresas inviertan en Investigación-Desarrollo.  

 ·        La cantidad de personas que necesitamos formar en Ciencia no debe estar limitada por los recursos disponibles. No subordinar la formación de capital humano a las posibilidades de empleo por la economía fue otra idea audaz  muy defendida por Fidel desde los años 60. El volumen y calidad del capital humano para la Ciencia es un activo económico en sí mismo.

 ·        La internacionalización de la actividad científica es una consecuencia objetiva del desarrollo. Las instituciones científicas y empresas de alta tecnología deberán desplegar una red de alianzas externas que garantice que la internacionalización ocurra por vías institucionales y no por emigración individual. En el mundo hiper-conectado que va emergiendo, todos los países, pero especialmente los países pequeños, son dependientes de la diversidad y calidad de sus conexiones con el mundo.  

 ·        Hay un nexo entre el desarrollo científico y el desarrollo del sistema empresarial estatal, incluyendo la descentralización de decisiones hacia las empresas, y la dinámica de surgimiento de nuevas empresas estatales. Desarrollo científico y desarrollo del sistema empresarial estatal se condicionan mutuamente. 

 ·        Hay un nexo entre investigación empresarial y exportaciones. El incentivo para la introducción de productos y servicios de alta tecnología es débil si está solamente en función de una demanda doméstica pequeña,  que no permite economías de escala (excepto para la producción de alimentos). En la medida en que las empresas se conecten directamente con las exportaciones se reforzará su percepción de la necesidad de invertir en ciencia e innovación.   

·        Las Universidades están llamadas a convertirse en el principal dispositivo de “incubación de empresas” en el país, especialmente empresas innovadoras  pequeñas, y empresas de alta tecnología capaces de construir ciclos completos de investigación-producción-comercialización. La conexión entre el sector empresarial y el sector presupuestado (sin desconocer las especificidades de cada uno) es una de las grandes ventajas del socialismo, basada en que las empresas fundamentales no son privadas.   

·        Las tecnologías que se prevén determinantes del desarrollo tecnológico en los próximos años, y que constituyen la llamada “cuarta revolución industrial” (inteligencia artificial, robótica, sensores, procesamiento masivo de datos, manufactura aditiva, nanociencias, nuevos materiales, energía inteligente, nuevas biotecnologías y otras) requieren un impulso diferenciado, pues su potenciación usualmente no ocurre en respuesta a problemas prácticos inmediatos. Cuba tiene la capacidad de crear el potencial humano y la base institucional para ello, pero nos faltan mecanismos integradores de esfuerzos que se han hecho por separado.   

·        El desarrollo científico cubano, en tanto que proceso social y cultural, implica una amplia formación de toda la población en sus capacidades de entender el carácter objetivo y verificable del conocimiento científico, y el método  de construcción de conocimiento, y rechazar la pseudo-ciencia y la superstición. Ello está directamente vinculado con el desarrollo de un sistema educacional científico, desde la escuela primaria.  

·        En el desarrollo de la ciencia en Cuba, el desarrollo territorial local debe ocupar un lugar clave, y no puede ser visto solamente como un proceso de transferencia, de “arriba” hacia “abajo” de competencias y decisiones. Este desarrollo científico territorial se favorece por la presencia de la educación superior en los municipios, especialmente el Centro Universitario Municipal, que está llamado a expandir su rol como constructor y circulador de conocimientos, y como catalizador de las interacciones entre las instituciones científicas, educacionales y el sistema empresarial.

 Asumir las nuevas responsabilidades de la ciencia en Cuba implica hacer crecer nuestro sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación, encontrar y desplegar formas diversas y creativas de financiarlo, reforzar sus conexiones con el sistema empresarial cubano y con el sistema educacional, y reforzar y diversificar sus conexiones con el mundo.

 Nada de lo que necesitamos que suceda sucederá guiado por las fuerzas ciegas y cortoplacistas del mercado. Por el contrario, es un proceso que debe ser conducido por el estado socialista a través de sus diferentes roles, como dueño de las empresas principales, como fisco, como regulador, como cliente de productos y servicios seleccionados, como constructor de capital humano, como catalizador de las conexiones internacionales a través de relaciones políticas, y en fin, como estratega y representante de los intereses de todos.

 El estado no puede prever de manera determinista como se comportará el mundo más allá del plazo de algunos años, pues hay procesos que son intrínsecamente probabilísticos, distribuidos y adaptativos; pero si puede construir contextos que aumenten las probabilidades de que avancemos hacia la sociedad justa, prospera y sostenible que queremos.

 Nuestro proyecto social no le apuesta al mercado, aunque lo utilice en función de objetivos mayores. Le apuesta a la conducción consciente basada en el consenso y en la cultura, de donde emana su capacidad de proteger la justicia social y la visión de largo plazo.

 

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

 

 

 

 

 

lunes, 21 de marzo de 2022

LA EMIGRACIÓN DE PERSONAS CALIFICADAS: RAÍCES Y CONTEXTOS.

  Aquí tienen un comentario más extenso que los anteriores, y es porque el tema lo demanda. La emigración desde Cuba está creciendo, y dentro de ella la emigración de jóvenes con nivel universitario. Es un desafío que debemos enfrentar, con valentía e inteligencia, como hemos enfrentado muchos otros.

 Sobre este tema se pueden adoptar diversas actitudes, pero la peor de todas es ignorarlo.  Tiene muchas aristas y componentes y es imposible abarcarlo en un solo comentario, pero hay que empezar por entender bien las raíces y los contextos. Un flujo de ideas superficiales (por decir lo menos) que circula en las redes pretende que reaccionemos a las manifestaciones externas del fenómeno, y a las anécdotas, y que no veamos las raíces. En este tema es muy pertinente el consejo de José Martí que preside este blog: De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace. Ganémosla a pensamiento”.

 Uno de los retos más complejos que enfrentan los Estados  comprometidos con el desarrollo social y económico, es el de la gestión inteligente y eficaz de las políticas migratorias, dado que el carácter de los procesos migratorios y el impacto de estos en la economía han cambiado durante el siglo XX.

 Migraciones humanas han existido siempre, incluso desde mucho antes de que existiesen los Estados nacionales modernos. Hasta el siglo XIX, las migraciones estaban integradas sobre todo por personas pobres y poco calificadas. Las migraciones de intelectuales, excepto en casos aislados, no tenían mucho efecto en las economías de los países emisores ni de los países receptores.

 A finales del siglo XIX y principios del siglo XX el rol de las migraciones en la economía comenzó a cambiar de contenido. En América Latina la creación de nuevas industrias se benefició de la acogida de inmigrantes calificados. La Segunda Guerra Mundial creó un punto de inflexión  por las migraciones de intelectuales provocadas por las persecuciones políticas y raciales del fascismo. Durante la guerra civil a partir de 1936 muchos españoles emigraron a América Latina, entre ellos brillantes intelectuales, y también con el avance del fascismo en Europa cientos de miles de alemanes y austriacos buscaron refugio en Estados Unidos. La emigración de intelectuales de la Alemania nazi fue probablemente el primer caso de fuga de talentos en gran escala.

 Fenómenos similares de emigración de intelectuales en gran escala ocurrieron después en Chile, luego del golpe de Estado de 1973, y durante las dictaduras militares en Brasil (1964) y Argentina (1974).

El porcentaje de profesionales entre inmigrantes en Estados Unidos, que se estimaba alrededor de 3 % antes de 1930, pasó a más de 10 % en 1945. Hoy se estima en 40 %.

 Es curioso que el término “fuga de cerebros” que se emplea hoy para caracterizar la emigración de personal calificado desde los países del sur hacia el norte desarrollado, fue utilizado por primera vez en Gran Bretaña en 1963, como parte de una denuncia realizada por la Royal Society sobre la pérdida de personal calificado por emigración hacia Estados Unidos y el efecto negativo de este fenómeno en las posibilidades de recuperación económica.

 En las décadas siguientes la emigración selectiva de personas de alta calificación siguió creciendo, ya no tanto a partir de Europa, sino a partir de Asia y América Latina. En la década de 1990, más de 400 000 científicos y técnicos nacidos en otros países trabajaban en Estados Unidos, así como más de 100 000 doctores en ciencias. El número de migrantes de los países en desarrollo hacia los países desarrollados, pasó de 10 millones a 55 millones entre 1960 y 2000.

 A este fenómeno migratorio se sumó en los años 1990 el éxodo de personal calificado consecuencia de la desaparición de la URSS y el campo socialista europeo. Entre 1989 y 1991, Rusia sola perdió a más de 500 000 científicos y técnicos, y se estima que el sistema científico ruso sufrió una reducción de 37 % en sus recursos humanos.

 La cantidad de migrantes en el mundo continúa creciendo, pero el fenómeno más relevante es que la fracción de migrantes con educación universitaria crece más rápido que la cantidad total de migrantes. Este es un primer cambio mayor en el fenómeno migratorio.

 Entre los factores que causan esta emigración está, por supuesto, la búsqueda por los emigrantes de mejores salarios y condiciones de vida. Pero no es el único factor. Funciona también como fuerza de atracción la búsqueda de mejores condiciones para el trabajo científico y la realización profesional. No siempre la encuentran, y conocemos muchos profesionales de alta calificación trabajando en empleos de mucha menor calificación en los países a los que emigraron. Pero la imagen de oportunidad sigue funcionando, aunque solo sea a nivel de imagen, y haciendo que la gente reaccione más a las expectativas que a las realidades.

 La emigración de personas con alto nivel educacional, multiplicada en la segunda mitad del siglo XX, no tiene igual significado que la emigración de personas con educación elemental, o ninguna educación, como la que ocurría en el siglo XIX. Aunque las cifras varían según la forma en que se compilan las estadísticas en diferentes países y según los enfoques de quienes escriben los reportes, la tendencia general es consistente:

 

·        Se estima en más de 240 millones la cantidad de migrantes en el mundo y cerca de 40 % tiene educación universitaria.

 

·        Según la base de datos de Naciones Unidas, el número de migrantes internacionales ha crecido de 75 millones en 1960 a 214 millones en 2010. La proporción de personas de otros países que viven en los países más desarrollados se ha triplicado a partir de la década de 1960.

 

·        El principal beneficiario de estos flujos migratorios ha sido Estados Unidos.  Entre los científicos que han emigrado de los países subdesarrollados, 76 % está en Estados Unidos.

 

·        La Organización Internacional para la Migración (IOM) estima que cerca de 300 000 profesionales del continente africano viven y trabajan en Europa y Norteamérica.

 

·        El 75 % de los emigrados provenientes de África e India tienen educación universitaria, y los vemos en empleos de baja calificación.

 

·        Cerca de un tercio de los científicos formados en el mundo subdesarrollado residen los países desarrollados.


 Este fenómeno podría haber sido espontáneo en sus inicios, pero en la actualidad es resultado de políticas implementadas en los países industrializados, con toda intención. Este es un segundo cambio mayor en el fenómeno migratorio.

 Por ejemplo, en Estados Unidos, a partir de la Ley de Inmigración de 1990 (Immigration Act), y la Ley de Competitividad y Mejoramiento de la Fuerza de Trabajo de 1998, ha habido un gran énfasis en la selección de trabajadores de alta calificación, a través de un sistema de cuotas que favorece a los candidatos con grados académicos. La proporción de inmigrantes con nivel educacional de escuela primaria no excede 7 %.

 La política migratoria de otros países como Australia y Canadá, ha seguido estrategias similares de inmigración selectiva o incluso de promoción activa en los países subdesarrollados. La cantidad de inmigrantes de alta calificación en Canadá se multiplicó por cinco entre 1983 y 1995.

 La literatura sobre este tema, en los últimos años, contiene intentos de defender la emigración de personas calificadas y presentarla, no como una pérdida de talentos (brain drain), sino como una ganancia en el acceso a los conocimientos (brain gain) y como una contribución de la diáspora de migrantes a la inserción de los países pobres a la economía mundial.  Es una tesis que no se sostiene con datos y mucho menos con juicios éticos.

 La movilidad internacional de personal calificado no tendría efectos negativos si hubiese un compromiso ético global con la redistribución mundial de los beneficios de la ciencia y la tecnología. Pero no lo hay y no se ve que lo habrá en el futuro previsible. Los países del sur invierten en la formación de capital humano y parte de este emigra, aportando su trabajo al valor agregado de las economías del norte, lo que se transforma a su vez en palanca del intercambio comercial desigual y mayor presión migratoria. Los países que, en la expresión de Eduardo Galeano “se especializan en perder”, pierden doblemente, en el costo de la formación de personas calificadas que emigran y en los precios de los productos de alta tecnología que deben importar, y a los que esa misma emigración hizo su innegable contribución.

 Hay cierta literatura sobre el tema que busca resolver estas contradicciones a nivel semántico, cambiando el lenguaje para que no se hable más de fuga de talentos, o de robo de talentos, sino de movilidad y circulación de científicos. Pero esta acrobacia del lenguaje no cambia las esencias. La pérdida de personas calificadas es un mecanismo de explotación y perpetuación de las desigualdades. En los países en desarrollo el porcentaje de fuerza de trabajo calificada es cuatro veces superior en la población que emigra que en la que permanece en los países emisores.

 No se busca con este análisis justificar prohibiciones a la emigración de personal calificado, que serían socialmente inaceptables y además, ineficaces. Algo así como una reacción de autoagresión para defendernos de una agresión externa. Tampoco tendría sentido intentar llevar a cero la emigración de personas con educación y talento. Probablemente existe un nivel óptimo de movilidad de personas calificadas que maximiza el efecto en la circulación de conocimientos y el acceso a circuitos científicos globales. Pero no es ese el nivel actual, ni logran los países del sur construir estructuras institucionales y procesos legítimos para maximizar la contribución de esa emigración al desarrollo.

 Algunos estiman que hasta 50 % de los estudiantes de posgrado extranjeros en Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, permanecen ahí una vez concluidos sus estudios. Esa fracción llega a 70 % para los doctorantes en ciencia y tecnología en Estados Unidos.

 Es cierto que los científicos que emigran tienen en los países de acogida una mayor productividad, consecuencia del contexto en que trabajan. Pero esta aparente racionalidad local, a corto plazo, conduce a la irracionalidad global de profundizar el abismo científico entre países pobres y ricos, y de desconectar a la mayor parte de la humanidad de los procesos globales de creación y circulación de conocimientos. La emigración es una forma de globalización, la cual, al no ser conducida de manera racional y consensuada, no logra una redistribución justa del beneficio social.

 El tratamiento de este asunto no se puede dejar a la espontaneidad, ni tratar con disposiciones fragmentarias sobre los efectos distales, y no sobre las causas. Si la captación de talentos para que emigren a los países del norte se ha hecho un proceso institucionalizado, también deberíamos tener en los países del sur mecanismos explícitos e institucionales para llevar este proceso a un nivel óptimo y potenciar su impacto en el desarrollo. Uno de ellos es la expansión de la circulación temporal de profesionales, que funciona como contrapeso de la emigración permanente.

 La realidad es que en la gestión de capital humano se necesitan  dos niveles de inversión. Uno es la inversión necesaria para formar capital humano, que es básicamente inversión en el sistema educacional, y otro diferente es la inversión necesaria para retenerlo, la cual incluye la inversión en ciencia y en las conexiones entra la ciencia y las empresas.

 Podemos ―y debemos― debatir mucho sobre los procedimientos concretos, pero necesitamos un consenso claro sobre los objetivos. Debemos también, en cualquier análisis del tema, tener muy en cuenta las especificidades de este fenómeno en Cuba, el cual posee raíces históricas muy antiguas, y contextos actuales muy especiales.

  Desde la década de 1930 Cuba ha sido un país de emigración, donde son más las personas que salen del país que las que entran. Se estima que 38 % de la población cubana tiene familiares viviendo en el exterior.

 El problema migratorio ha sido desde el siglo XIX un componente de las complejas relaciones entre Cuba y Estados Unidos. En 1820 llegaban más pasajeros a New York desde los puertos cubanos, que desde todos los puertos de América Latina y España juntos.

 En el siglo XX, a partir del triunfo revolucionario de 1959, la emigración fue politizada desde el exterior y se convirtió en una de las armas de la política agresiva de Estados Unidos contra Cuba, incluyendo monstruosidades vergonzosas como la llamada Operación Peter Pan, en la que miles de niños fueron separados de sus padres, y la estimulación después a la emigración ilegal, que ha costado miles de vidas.

 Si bien la cantidad de cubanos que habían obtenido permiso de residencia permanente en Estados Unidos se estimaba en algo más de 180 000, acumulado antes de 1959, entre 1960 y 1969 obtuvieron permiso legal de residencia más de 200 000 cubanos.

 En 1966 el gobierno de Estados Unidos emitió la Ley de Ajuste Cubano, que permitía a los cubanos obtener residencia permanente después de dos años de estancia en ese país. Ese período de espera se redujo a un año en 1976.

 En lo referente a la emigración de profesionales, el primer objetivo atacado fue la salud, y la mitad de los médicos que había en Cuba en 1959 emigró en los primeros años de la década de1960. Entre ese año y 1965, emigraron de Cuba más de 2700 médicos.  En 2006 el Gobierno de G. W. Bush estableció un programa especial para promover la emigración de médicos cubanos, el CMPP “Cuban Medical Professional Parole Program”, que establecía un camino expedito para la emigración de médicos hacia Estados Unidos, si ellos abandonaban sus misiones en otros países y se presentaban en las correspondientes embajadas.

 La nación cubana se defendió y lo hizo exitosamente. Cuba tiene hoy el indicador de médicos por millón de habitantes mayor del mundo y una cifra de graduados universitarios por población económicamente activa que duplica la media de América Latina.

 Pero a medida que se haga más directa y evidente la conexión de la ciencia con la economía, la presión migratoria sobre los científicos cubanos va a continuar y la necesidad de una defensa inteligente también. El riesgo para nuestro proyecto de sociedad socialista, “con todos y para el bien de todos”, es un riesgo real que no podemos subestimar.

 En nuestra contra opera una agresión económica de más de 6 décadas, que ha afectado el nivel de vida material de la población. En cualquier momento histórico y en cualquier lugar del planeta, las dificultades económicas prolongadas han engendrado presión migratoria. Y Cuba está en este planeta.

 Pero a nuestro favor actúan nuestra historia y nuestra cultura, base de la capacidad de resistencia de la conciencia nacional cubana. Una historia y una cultura que están profundamente enraizadas aquí, y también en una parte importante de los cubanos que no viven aquí.

 José Martí lo vio de esta manera: “Cada cual se ha de poner, en la obra del mundo, a lo que tiene más cerca, no porque lo suyo sea, por ser suyo, superior a lo ajeno, y más fino o virtuoso, sino porque el influjo del hombre se ejerce mejor y más naturalmente en aquello que conoce y de dónde le viene inmediata pena o gusto; y ese repartimiento de la labor humana, y no más, es el verdadero e inexpugnable concepto de Patria”.

 

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

 

 

 

lunes, 14 de marzo de 2022

LA INDUSTRIA 4.0 Y EL SOCIALISMO

 El término “Industria 4.0” se empezó a utilizar en Alemania en el año 2011. También se utilizan las expresiones equivalentes de “Cuarta Revolución Industrial” o “Industria Inteligente” o “Fabricación Avanzada”, u otras que capturan la idea de la aparición y expansión reciente de nuevas tecnologías que deben producir cambios profundos  en el mundo industrial. Se trata de tecnologías “habilitantes” (tecnologías que generan otras tecnologías) tales como la inteligencia artificial, el procesamiento de grandes masas de datos (“big-data”), la conexión de maquinarias industriales a Internet a través de sensores (Internet de las cosas), la robótica, la manufactura aditiva (impresión por capas en tres dimensiones), la computación “en la nube” (para el acceso remoto a datos y software),  las nano-tecnologías, los nuevos materiales, la “energía inteligente”, la biología sintética y otras, que tienen en común el uso intensivo de la informática y las telecomunicaciones en los procesos industriales.

 Se le llama a todo esto “Cuarta Revolución Industrial” para distinguirla de la primera que fue impulsada en el siglo XVIII por la máquina de vapor y la mecanización; de la segunda, guiada desde finales del siglo XIX  por el uso de la energía eléctrica y los combustibles fósiles; y de la tercera, en la segunda mitad del siglo XX, que involucró la electrónica y las tecnologías de la información y las comunicaciones.

 Hay mucha literatura disponible sobre el tema y la descripción de estas tecnologías no es el propósito de esta nota. La idea central aquí es llamar la atención sobre las implicaciones económicas y sociales de estas nuevas tecnologías, es decir, su conexión con la “economía política”, para emplear un término clásico.

 Marx, Engels y Lenin vivieron entre la primera y la segunda revoluciones industriales. No conocieron la tercera, y mucho menos la cuarta.  Pero si vieron las conexiones entre los cambios tecnológicos (las fuerzas productivas) y las relaciones entre los hombres para la producción; y la importancia de vincular las luchas por una sociedad más justa con los esfuerzos de desarrollo tecnológico, y de actuar revolucionariamente en ambas direcciones.

 Así, cuando Lenin propuso en 1920 el plan de electrificación de Rusia (la segunda revolución industrial) dijo: “El comunismo es el poder soviético más la electrificación de todo el país, ya que la industria no puede desarrollarse sin electrificación”.  Y  lo lograron: en 1932 la generación de energía eléctrica en Rusia había aumentado 700% con relación a 1912.

 Pero después, en el momento en que maduraba la automatización de la producción en los años 60s (con la tercera revolución industrial) no lo lograron. En una carta que escribe Che Guevara a Fidel en 1965, después de una visita a la URSS, le dice: “La técnica ha quedado relativamente estancada en la mayoría de los sectores de la economía soviética…En la Academia de Ciencias de ese país hay centenares, tal vez miles, de proyectos de automatización que no pueden ser puestos en práctica porque los directores de las fábricas no se pueden permitir el lujo de que su plan se caiga durante un año; y como es un problema de cumplimiento del plan, si le hacen una fábrica automatizada le exigirán una producción mayor. Entonces no le interesa fundamentalmente el aumento de la productividad”

 Es algo muy peligroso para las revoluciones sociales quedar desconectadas de los cambios tecnológicos de cada época. Cada nueva revolución industrial ha traído grandes incrementos de la productividad del trabajo, y en el momento actual, ya en marcha la cuarta revolución industrial, se estima que solamente el uso de la inteligencia artificial aumentará la productividad en un 40% y que en los próximos años más del 80% de las empresas en los países industrializados usarán alguna forma de inteligencia artificial.

 Pero no todo son bondades técnicas. En el capitalismo cada nueva revolución tecnológica  ha tenido como consecuencia un aumento de las desigualdades sociales, dentro de los países, y especialmente entre países (hoy se estima que el país de nacimiento explica más del 70% de las desigualdades en los ingresos de las personas). Así ha sucedido en las tres revoluciones industriales precedentes y puede suceder otra vez en la cuarta. Según un estudio de la UNCTAD, el 91% de las patentes sobre las tecnologías de la cuarta revolución industrial se concentran en 10 países, y el 63% de esas pertenecen a Estados Unidos y China. Se anuncia que la inteligencia artificial podría remplazar hasta el 50% de los  puestos de trabajo, y que la automatización de los procesos de fabricación podría anular las escasas ventajas competitivas de los países del sur, e inducir un repliegue de las industrias hacia los países ricos.

 Las brechas entre los países más desarrollados y los que van quedando detrás aumentan cada año. La economía de mercado y la propiedad capitalista no van a resolver este problema, que ellas mismas han creado. Ese problema lo tiene que resolver el socialismo.

 Y puede. Puede en primer lugar impedir que la brecha económica entre ricos y pobres se transforme en brecha educacional. Actualmente en los países de ingresos altos y medios, el 90% de la población de los grupos etarios relevantes está enrolado en la educación media, pero esta cifra  es solamente de 41% para los países de bajos ingresos.

 En Cuba ya asumimos hace décadas esa tarea educacional, y exitosamente. Es un excelente punto de partida, que nos permite continuar hacia la capacitación masiva de la fuerza de trabajo en las tecnologías de la cuarta revolución industrial, empezando por el dominio de la transformación digital. Y continuar también hacia el desarrollo de sectores industriales basados en las tecnologías avanzadas.

 Lograr ese objetivo puede parecerle a algunos algo distante (…no es “lo concreto” de ahora….), futurista, soñador, incluso utópico, pero sucede que ya lo hicimos una vez y también con éxito en el sector de la biotecnología.

 En 1981 cuando Fidel creó el Frente Biológico, antecesor del Polo Científico (1992) y de BioCubaFarma (2012) no había todavía en el mundo ningún fármaco registrado proveniente de las tecnologías de ADN recombinante (el primero fue en 1982), y cuando inauguró el Centro de Inmunología Molecular (1994) para la producción de anticuerpos monoclonales de uso en el tratamiento del cáncer, tampoco había ninguno en el mercado mundial (el primero fue en 1997).

La industria de fármacos y vacunas biotecnológicos podría  también haberle parecido a algunos (de hecho los hubo) algo distante, tan distante como podría verse hoy la robótica industrial y la inteligencia artificial.

 Pero hubo la audacia de entrar en la biotecnología precozmente y ello se hizo desde la empresa estatal socialista. Es una historia a estudiar, no para alimentar vanidades ni triunfalismos acomodaticios, sino para extraer lecciones útiles para las tareas de hoy. Una de esas lecciones es que estos procesos de desarrollo de tecnologías avanzadas en el socialismo no se pueden dejar a la espontaneidad ni a los mecanismos ciegos del mercado: hay que conducirlos conscientemente.

 El desarrollo social y económico tiene leyes objetivas (como descubrió Carlos Marx) pero las leyes del desarrollo social no son como las leyes de la naturaleza. La ley de la gravedad seguirá funcionando, independientemente de lo que pensemos sobre ella; pero las leyes que conducen al desarrollo social socialista funcionarán si las hacemos funcionar. Requieren intervención humana y conciencia social.

 Podríamos los cubanos hace 60 años haber supuesto que, una vez expropiados revolucionariamente los explotadores, y retenidos en manos del pueblo los ingresos de la economía, y empleados para garantizar justicia y educación, de ahí surgiría espontáneamente la creatividad tecnológica y el emprendimiento que transformaran la producción. Si ese hubiese sido el escenario, los revolucionarios cubanos nos hubiésemos quedado confortablemente instalados en la administración bien regulada de los activos expropiados a la burguesía, y buscando una economía que sería quizás eficiente para controlar costos y distribuir dividendos, pero ineficaz para engendrar desarrollo.

 Pero en el sector de la biotecnología (que no es el único, pero es el que el autor de esta nota conoce algo); eso no fue lo que se hizo; sino que se estimuló y guio el surgimiento de una institucionalidad (incluyendo empresas nuevas) para la conexión de la ciencia con la economía, y se condujo de cerca el desarrollo de las instituciones. Y esa historia  comenzó a repetirse en otros campos, con la inauguración de la Universidad de las Ciencias Informáticas en el año 2002, y del Centro de Estudios Avanzados (nano-tecnologías) en el 2019.

 Y tenemos las bases para comenzar otra vez en otras tecnologías de la cuarta revolución industrial. La primera exploración que se hizo en el contexto de los Macroprogramas para el Plan de Desarrollo al 2030  identificó más de 50 grupos trabajando en estas tecnologías. Es un excelente punto de partida; pero muchos de estos grupos están todavía en el sector presupuestado (universidades, centros científicos) y tenemos pendiente la tarea de conectarlos mejor con el sector empresarial, y hacer que surjan de ahí nuevas empresas.

Las formas concretas de gestión cambian, pero el protagonismo de las empresas estatales socialistas no debe cambiar. En el contexto empresarial cubano tenemos hoy más herramientas que las que teníamos en los años 80s. Podemos apoyarnos en las Empresas de Alta Tecnología, las estructuras de interfaz de nuestro Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación, las Universidades, los Parques Tecnológicos, y las Pequeñas y Medianas Empresas estatales de base tecnológica. Estas últimas todavía no se ven surgir con la dinámica necesaria pero hay que hacerlas surgir.

Crear un contexto jurídico facilitador es condición necesaria (y se está haciendo), pero no es condición suficiente. Nuevas empresas tendrán que surgir, tecnológicamente diversas, y cada una tendrá que diseñar su camino hacia la rentabilidad, los encadenamientos productivos, y la inserción internacional, ya que es fundamentalmente en el sector externo donde puede estar la demanda para nuestros productos de tecnologías avanzadas.

 Y así como Lenin dijo empezando el siglo XX que “El comunismo es el poder soviético más la electrificación de todo el país...”, nosotros los cubanos pudiéramos decir, empezando el siglo XXI, que el socialismo es el Poder Popular más las tecnologías de la Cuarta Revolución Industrial. 

 Aquí y ahora.


Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

 

lunes, 7 de marzo de 2022

LOS DESAFÍOS DE LA INSERCIÓN INTERNACIONAL

 

Una vez más hay que empezar insistiendo en que este es un tema que nos concierne a todos y por eso merece espacio en una publicación dirigida a muchos.

 Un tema como muchos otros que son aparentemente temas técnicos de la economía destinados a especialistas, pero eso es solo “en apariencia”, pues todos esos temas tienen raíces ideológicas y culturales que son, en última instancia,  las que determinan en cada momento el espacio de lo posible.

 Yanis Varoufakis, ex-ministro de finanzas de Grecia, hablando de la crisis económica en su propio  país, dijo que “…la economía no es una ciencia. En el mejor de los casos, es una especie de ideología con ecuaciones”. Una expresión quizás algo exagerada pero que contiene elementos de realidad. En todo caso, la experiencia histórica indica que las ideas y actitudes prevalecientes en temas económicos tienen, para bien o para mal, conexiones con la ideología y la cultura en cada momento y en cada lugar. Por eso es un “tema de todos”.

 Al leer el título de este comentario quizás muchos se  hayan preguntado si este es el momento para hablar de “inserción internacional de la economía”. Aparentemente, pero de nuevo solo aparentemente, no habría un momento peor que este: el bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba reforzado hasta la esquizofrenia, el impacto de la COVID en la economía mundial, con sus secuelas de contracción del  turismo, el comercio y la inversión, y para colmo en estos días, la guerra en Ucrania que profundiza fracturas en la colaboración internacional.

 Y sin embargo, en Cuba, es el momento en que más necesitamos discutir, y hacer, sobre la inserción internacional de la economía.

 El tema central que discutimos aquí todos los días, el de la eficiencia de la Empresa Estatal Socialista, pasa por el despliegue y reforzamiento de las conexiones de ésta (de cada una de ellas) con la economía mundial.

 Y debemos conectarlas con la economía mundial de hoy, no con la de la década de los 70s, porque han ocurrido muchos y profundos cambios en las cinco décadas transcurridas desde que Cuba entró, en 1972, en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME, hoy desaparecido) de los países socialistas.

 Hay muchos cambios, pero dos de ellos muy relevantes para este tema: La globalización y las nuevas tecnologías.

 En las ultimas 5 décadas la fracción del PIB mundial que depende del comercio exterior pasó del 10% a casi el 40%, reduciendo el poder atractor de desarrollo de los mercados domésticos, especialmente para los países pequeños. La dinámica de cambios tecnológicos genera por una parte mayores escalas de producción y por otra una creciente diversificación de productos y servicios que abre nuevos espacios de mercado, precisamente para la inserción global.

 El cambio tecnológico y la globalización son dos procesos que se refuerzan mutuamente y este lazo de retroalimentación positiva  puede funcionar como espiral de desarrollo, pero también como mecanismo de exclusión. Como “circulo virtuoso” el avance tecnológico permite aumentar exportaciones cuyas ganancias permiten a su vez continuar el desarrollo tecnológico. Como “circulo vicioso” el retraso tecnológico limita las exportaciones, lo que reduce a su vez los recursos disponibles para el desarrollo. ¿En cuál dirección funciona esa espiral para nosotros?

 La diversificación de productos y servicios trae también como consecuencia inmediata un incremento en  la cantidad y diversidad de actores económicos, y de conexiones de esos actores entre ellos. Lo estamos viendo en el mundo y también en Cuba.

 Esa diversidad incluye las conexiones internacionales. En Europa se estima que las pequeñas y medianas empresas aportan ya entre el 20%  y el 40% de las exportaciones (en América Latina es solamente el 6%).

 En el contexto actual de globalización, cambio tecnológico y diversidad de actores, la buscada inserción de la economía cubana en la economía mundial tendrá que ser una “inserción distribuida”. No podrá haber solamente un pequeño grupo de canales de conexión a los que acceda un pequeño grupo de empresas productoras o comerciales grandes. Tendrán que multiplicarse y diversificarse los canales de inserción internacional.

 Inserción internacional no es solo comercio exterior. Es mucho más que eso. Incluye presencia de actores económicos cubanos en el exterior, empresas mixtas aquí y afuera, participación en encadenamientos productivos multinacionales, alianzas para el desarrollo de nuevos productos, en todas las fases de desarrollo, desde la investigación científica hasta la comercialización.

 Todo eso es tremendo desafío a nuestras capacidades organizacionales. Pero ya hemos pasado por ahí, y exitosamente. En el sector de la Biotecnología desde los difíciles años 90 se impulsó la inserción internacional:

 ·        Se le dio atribución de exportación e importación directa a las principales empresas (que no eran ni siquiera “empresas” en aquel momento).

 ·        Se negociaron alianzas con empresas de varios países.

 ·        Se hicieron negociaciones sobre “activos intangibles”, es decir transacciones que no implicaban al inicio una exportación material sino una capitalización de patentes y conocimientos tecnológicos.

 ·        Se desplegaron empresas cubanas en el exterior.

 ·        Se establecieron empresas mixtas en el exterior, valorizadas con tecnologías cubanas.

 ·        Se reforzó la conexión directa entre quien diseña el producto y lo fabrica (y por tanto lo conoce mejor), y quien lo negocia y exporta.

 Y todo ello se hizo en el difícil contexto del período especial, y se hizo de manera descentralizada a partir de empresas estatales socialistas, como eran y son hoy las empresas de BioCubaFarma.

 No estamos, ni remotamente, queriendo sugerir que haya en el sector  de la biotecnología trabajadores, especialistas y cuadros más competentes o más dedicados que en otros sectores. Sería una conclusión arrogante, muy poco ética, y además falsa, porque lo esencial del avance de este sector en su inserción internacional no está principalmente en los cuadros, sino en las tecnologías.

  La historia económica mundial muestra con claridad que las nuevas tecnologías demandan e inducen nuevas formas de organización y gestión en las empresas. La innovación tecnológica y la innovación organizacional son interdependientes, y las nuevas tecnologías generan nuevas  formas de organización y de negocios, y nuevos arreglos institucionales.  

 Lo que si podemos, y debemos reconocer es que hay en el contexto actual una necesidad urgente de despliegue de conexiones internacionales para nuestra economía socialista y que tenemos  determinadas experiencias concretas que pueden y deben extenderse a otros sectores, especialmente aquellos relacionados con las nuevas tecnologías de la 4ª Revolución Industrial, pero no solo esos; y que ese despliegue de conexiones internacionales será necesariamente un proceso distribuido, con participación de múltiples actores, grandes y pequeños, y admitiendo exploración (ensayo y error) de diversos esquemas de negociación.

 Y en esta tarea, como en otras, también tiene que ser la empresa estatal socialista (grande o pequeña) el “sujeto principal de la economía nacional”, como establece el Artículo 27 de nuestra Constitución.    

 Si estamos articulando un proceso de incremento y diversificación de conexiones, que necesariamente implicará influencias económicas y culturales en ambas direcciones, ¿Qué nos une, para que ese proceso no erosione, sino que fortalezca nuestra soberanía y nuestro proyecto social socialista? Nos une una historia que contiene muy fuertes vínculos entre soberanía nacional y justicia social, nos une una cultura de solidaridad humana enraizada en la gente, y nos une un consenso muy mayoritario en el proyecto social socialista, todo lo cual nos abre la oportunidad de asumir las ventajas posibles derivadas de la globalización y el cambio tecnológico, sin aceptar la expansión de desigualdades que viene con ellas. Podemos lograrlo, pero solamente partiendo de la soberanía nacional y del socialismo.

 Lograrlo no es primariamente un “reto técnico”, aunque contiene componentes técnicos y requiere mucho aprendizaje. Pero es ante todo un desafío ideológico y cultural. Y todos los procesos ideológicos y culturales son procesos de masas. Por eso todos tenemos que participar.

 ¿Cómo lo hacemos?  Pues entendiendo muy bien nuestros objetivos y su contexto, y generando ideas y propuestas, muchas ideas y muchas propuestas, cada cual en su empresa, cada trabajador, cada tecnólogo, cada directivo, y especialmente, cada militante revolucionario. Debe ser una estrategia económica del pueblo cubano.

 Y también es un componente de la visión de José Martí, quien escribió en 1881 : “Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”.

 Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

 

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