Aquí tienen un comentario más extenso que
los anteriores, y es porque el tema lo demanda. La emigración desde Cuba está
creciendo, y dentro de ella la emigración de jóvenes con nivel universitario.
Es un desafío que debemos enfrentar, con valentía e inteligencia, como hemos
enfrentado muchos otros.
Sobre este tema se pueden adoptar diversas
actitudes, pero la peor de todas es ignorarlo. Tiene muchas aristas y componentes y es
imposible abarcarlo en un solo comentario, pero hay que empezar por entender
bien las raíces y los contextos. Un flujo de ideas superficiales (por decir lo
menos) que circula en las redes pretende que reaccionemos a las manifestaciones
externas del fenómeno, y a las anécdotas, y que no veamos las raíces. En este
tema es muy pertinente el consejo de José Martí que preside este blog: “De
pensamiento es la guerra mayor que se nos hace. Ganémosla a pensamiento”.
Uno de los retos más complejos que
enfrentan los Estados comprometidos con el desarrollo social y económico, es el de la gestión inteligente y eficaz de
las políticas migratorias, dado que el carácter de los procesos migratorios y
el impacto de estos en la economía han cambiado durante el siglo XX.
Migraciones humanas han existido siempre,
incluso desde mucho antes de que existiesen los Estados nacionales modernos. Hasta
el siglo XIX, las migraciones estaban integradas sobre todo por personas pobres
y poco calificadas. Las migraciones de intelectuales, excepto en casos
aislados, no tenían mucho efecto en las economías de los países emisores ni de
los países receptores.
A finales del siglo XIX y principios del
siglo XX el rol de las migraciones en la economía comenzó a cambiar de contenido.
En América Latina la creación de nuevas industrias se benefició de la acogida
de inmigrantes calificados. La Segunda Guerra Mundial creó un punto de
inflexión por las migraciones de
intelectuales provocadas por las persecuciones políticas y raciales del
fascismo. Durante la guerra civil a partir de 1936 muchos españoles emigraron a
América Latina, entre ellos brillantes intelectuales, y también con el avance
del fascismo en Europa cientos de miles de alemanes y austriacos buscaron
refugio en Estados Unidos. La emigración de intelectuales de la Alemania nazi
fue probablemente el primer caso de fuga de talentos en gran escala.
Fenómenos similares de emigración de
intelectuales en gran escala ocurrieron después en Chile, luego del golpe de Estado de 1973, y
durante las dictaduras militares en Brasil (1964) y Argentina (1974).
El porcentaje de profesionales entre
inmigrantes en Estados Unidos, que se estimaba alrededor de 3 % antes de 1930,
pasó a más de 10 % en 1945. Hoy se estima en 40 %.
Es curioso que el término “fuga de
cerebros” que se emplea hoy para caracterizar la emigración de personal
calificado desde los países del sur hacia el norte desarrollado, fue utilizado
por primera vez en Gran Bretaña en 1963, como parte de una denuncia realizada
por la Royal Society sobre la pérdida de personal calificado por emigración
hacia Estados Unidos y el efecto negativo de este fenómeno en las posibilidades
de recuperación económica.
En las décadas siguientes la emigración
selectiva de personas de alta calificación siguió creciendo, ya no tanto a
partir de Europa, sino a partir de Asia y América Latina. En la década de 1990,
más de 400 000 científicos y técnicos nacidos en otros países trabajaban en
Estados Unidos, así como más de 100 000 doctores en ciencias. El número de
migrantes de los países en desarrollo hacia los países desarrollados, pasó de
10 millones a 55 millones entre 1960 y 2000.
A este fenómeno migratorio se sumó en los
años 1990 el éxodo de personal calificado consecuencia de la desaparición de la
URSS y el campo socialista europeo. Entre 1989 y 1991, Rusia sola perdió a más
de 500 000 científicos y técnicos, y se estima que el sistema científico ruso
sufrió una reducción de 37 % en sus recursos humanos.
La cantidad de migrantes en el mundo
continúa creciendo, pero el fenómeno más relevante es que la fracción de
migrantes con educación universitaria crece más rápido que la cantidad total de
migrantes. Este es un primer cambio
mayor en el fenómeno migratorio.
Entre los factores que causan esta
emigración está, por supuesto, la búsqueda por los emigrantes de mejores
salarios y condiciones de vida. Pero no es el único factor. Funciona también
como fuerza de atracción la búsqueda de mejores condiciones para el trabajo
científico y la realización profesional. No siempre la encuentran, y conocemos
muchos profesionales de alta calificación trabajando en empleos de mucha menor
calificación en los países a los que emigraron. Pero la imagen de oportunidad
sigue funcionando, aunque solo sea a nivel de imagen, y haciendo que la gente
reaccione más a las expectativas que a las realidades.
La emigración de personas con alto nivel
educacional, multiplicada en la segunda mitad del siglo XX, no tiene igual
significado que la emigración de personas con educación elemental, o ninguna
educación, como la que ocurría en el siglo XIX. Aunque las cifras varían según
la forma en que se compilan las estadísticas en diferentes países y
según los enfoques de quienes escriben los reportes, la tendencia general es
consistente:
·
Se estima en más de 240 millones la
cantidad de migrantes en el mundo y cerca de 40 % tiene educación
universitaria.
·
Según la base de datos de Naciones Unidas,
el número de migrantes internacionales ha crecido de 75 millones en 1960 a 214
millones en 2010. La proporción de personas de otros países que viven en los
países más desarrollados se ha triplicado a partir de la década de 1960.
·
El principal beneficiario de estos flujos
migratorios ha sido Estados Unidos.
Entre los científicos que han emigrado de los países subdesarrollados,
76 % está en Estados Unidos.
·
La Organización Internacional para la
Migración (IOM) estima que cerca de 300 000 profesionales del continente africano
viven y trabajan en Europa y Norteamérica.
·
El 75 % de los emigrados provenientes de
África e India tienen educación universitaria, y los vemos en empleos de baja
calificación.
·
Cerca de un tercio de los científicos
formados en el mundo subdesarrollado residen los países desarrollados.
Este fenómeno podría haber sido espontáneo
en sus inicios, pero en la actualidad es resultado de políticas implementadas
en los países industrializados, con toda intención. Este es un segundo cambio mayor en el fenómeno migratorio.
Por ejemplo, en Estados Unidos, a partir
de la Ley de Inmigración de 1990 (Immigration Act), y la Ley de Competitividad
y Mejoramiento de la Fuerza de Trabajo de 1998, ha habido un gran énfasis en la
selección de trabajadores de alta calificación, a través de un sistema de
cuotas que favorece a los candidatos con grados académicos. La proporción de
inmigrantes con nivel educacional de escuela primaria no excede 7 %.
La política migratoria de otros países
como Australia y Canadá, ha seguido estrategias similares de inmigración
selectiva o incluso de promoción activa en los países subdesarrollados. La
cantidad de inmigrantes de alta calificación en Canadá se multiplicó por cinco
entre 1983 y 1995.
La literatura
sobre este tema, en los últimos años, contiene intentos de defender la
emigración de personas calificadas y presentarla, no como una pérdida de
talentos (brain drain), sino como una
ganancia en el acceso a los conocimientos (brain
gain) y como una contribución de la diáspora de migrantes a la inserción de
los países pobres a la economía mundial. Es una tesis que no se sostiene con datos y
mucho menos con juicios éticos.
La movilidad
internacional de personal calificado no tendría efectos negativos si hubiese un
compromiso ético global con la redistribución mundial de los beneficios de la
ciencia y la tecnología. Pero no lo hay y no se ve que lo habrá en el futuro
previsible. Los países del sur invierten en la formación de capital humano y
parte de este emigra, aportando su trabajo al valor agregado de las economías
del norte, lo que se transforma a su vez en palanca del intercambio comercial
desigual y mayor presión migratoria. Los países que, en la expresión de Eduardo
Galeano “se especializan en perder”,
pierden doblemente, en el costo de la formación de personas calificadas que
emigran y en los precios de los productos de alta tecnología que deben
importar, y a los que esa misma emigración hizo su innegable contribución.
Hay cierta literatura
sobre el tema que busca resolver estas contradicciones a nivel semántico,
cambiando el lenguaje para que no se hable más de fuga de talentos, o de robo
de talentos, sino de movilidad y circulación de científicos. Pero esta
acrobacia del lenguaje no cambia las esencias. La pérdida de personas
calificadas es un mecanismo de explotación y perpetuación de las desigualdades.
En los países en desarrollo el porcentaje de fuerza de trabajo calificada es
cuatro veces superior en la población que emigra que en la que permanece en los
países emisores.
No se busca con
este análisis justificar prohibiciones a la emigración de personal calificado,
que serían socialmente inaceptables y además, ineficaces. Algo así como una
reacción de autoagresión para defendernos de una agresión externa. Tampoco tendría sentido intentar llevar a cero
la emigración de personas con educación y talento. Probablemente existe un
nivel óptimo de movilidad de personas calificadas que maximiza el efecto en la
circulación de conocimientos y el acceso a circuitos científicos globales. Pero
no es ese el nivel actual, ni logran los países del sur construir estructuras
institucionales y procesos legítimos para maximizar la contribución de esa
emigración al desarrollo.
Algunos estiman
que hasta 50 % de los estudiantes de posgrado extranjeros en Francia, Gran
Bretaña y Estados Unidos, permanecen ahí una vez concluidos sus estudios. Esa
fracción llega a 70 % para los doctorantes en ciencia y tecnología en Estados
Unidos.
Es cierto que los
científicos que emigran tienen en los países de acogida una mayor
productividad, consecuencia del contexto en que trabajan. Pero esta aparente
racionalidad local, a corto plazo, conduce a la irracionalidad global de
profundizar el abismo científico entre países pobres y ricos, y de desconectar
a la mayor parte de la humanidad de los procesos globales de creación y
circulación de conocimientos. La emigración es una forma de globalización, la
cual, al no ser conducida de manera racional y consensuada, no logra una
redistribución justa del beneficio social.
El tratamiento de
este asunto no se puede dejar a la espontaneidad, ni tratar con disposiciones
fragmentarias sobre los efectos distales, y no sobre las causas. Si la
captación de talentos para que emigren a los países del norte se ha hecho un
proceso institucionalizado, también deberíamos tener en los países del sur
mecanismos explícitos e institucionales para llevar este proceso a un nivel
óptimo y potenciar su impacto en el desarrollo. Uno de ellos es la expansión de
la circulación temporal de profesionales, que funciona como contrapeso de la
emigración permanente.
La realidad es que
en la gestión de capital humano se necesitan dos niveles de inversión. Uno es la inversión
necesaria para formar capital humano, que es básicamente inversión en el
sistema educacional, y otro diferente es la inversión necesaria para retenerlo,
la cual incluye la inversión en ciencia y en las conexiones entra la ciencia y
las empresas.
Podemos ―y
debemos― debatir mucho sobre los procedimientos concretos, pero necesitamos un
consenso claro sobre los objetivos. Debemos también, en cualquier análisis del
tema, tener muy en cuenta las especificidades de este fenómeno en Cuba, el cual
posee raíces históricas muy antiguas, y contextos actuales muy especiales.
Desde la década de 1930 Cuba ha sido un país
de emigración, donde son más las personas que salen del país que las que
entran. Se estima que 38 % de la población cubana tiene familiares viviendo en
el exterior.
El problema
migratorio ha sido desde el siglo XIX un componente de las complejas relaciones
entre Cuba y Estados Unidos. En 1820 llegaban más pasajeros a New York desde
los puertos cubanos, que desde todos los puertos de América Latina y España
juntos.
En el siglo XX, a
partir del triunfo revolucionario de 1959, la emigración fue politizada desde
el exterior y se convirtió en una de las armas de la política agresiva de
Estados Unidos contra Cuba, incluyendo monstruosidades vergonzosas como la
llamada Operación Peter Pan, en la que miles de niños fueron separados de sus
padres, y la estimulación después a la emigración ilegal, que ha costado miles
de vidas.
Si bien la cantidad
de cubanos que habían obtenido permiso de residencia permanente en Estados Unidos se estimaba en
algo más de 180 000, acumulado antes de 1959, entre 1960 y 1969 obtuvieron
permiso legal de residencia más de 200 000 cubanos.
En 1966 el
gobierno de Estados Unidos emitió la Ley de Ajuste Cubano, que permitía a los
cubanos obtener residencia permanente después de dos años de estancia en ese
país. Ese período de espera se redujo a un año en 1976.
En lo referente a
la emigración de profesionales, el primer objetivo atacado fue la salud, y la
mitad de los médicos que había en Cuba en 1959 emigró en los primeros años de
la década de1960. Entre ese año y 1965, emigraron de Cuba más de 2700 médicos. En 2006 el Gobierno de G. W. Bush estableció
un programa especial para promover la emigración de médicos cubanos, el CMPP
“Cuban Medical Professional Parole Program”, que establecía un camino expedito
para la emigración de médicos hacia Estados Unidos, si ellos abandonaban sus
misiones en otros países y se presentaban en las correspondientes embajadas.
La nación cubana
se defendió y lo hizo exitosamente. Cuba tiene hoy el indicador de médicos por
millón de habitantes mayor del mundo y una cifra de graduados universitarios
por población económicamente activa que duplica la media de América Latina.
Pero a medida que
se haga más directa y evidente la conexión de la ciencia con la economía, la
presión migratoria sobre los científicos cubanos va a continuar y la necesidad
de una defensa inteligente también. El riesgo para nuestro proyecto de sociedad
socialista, “con todos y para el bien de
todos”, es un riesgo real que no podemos subestimar.
En nuestra contra
opera una agresión económica de más de 6 décadas, que ha afectado el nivel de
vida material de la población. En cualquier momento histórico y en cualquier
lugar del planeta, las dificultades económicas prolongadas han engendrado
presión migratoria. Y Cuba está en este planeta.
Pero a nuestro
favor actúan nuestra historia y nuestra cultura, base de la capacidad de
resistencia de la conciencia nacional cubana. Una historia y una cultura que
están profundamente enraizadas aquí, y también en una parte importante de los
cubanos que no viven aquí.
José Martí lo vio de esta manera: “Cada cual se ha de poner, en la obra del
mundo, a lo que tiene más cerca, no porque lo suyo sea, por ser suyo, superior
a lo ajeno, y más fino o virtuoso, sino porque el influjo del hombre se ejerce
mejor y más naturalmente en aquello que conoce y de dónde le viene inmediata
pena o gusto; y ese repartimiento de la labor humana, y no más, es el verdadero
e inexpugnable concepto de Patria”.
Agustín Lage
Dávila
Centro de
Inmunología Molecular
No había leído un análisis tan abarcador, multirateral y objetivo de la fuga de cerebros". Ni del fenómeno en el contexto global, como en el que nos tocas de cerca como país. Es, sin duda, un referente a tener en cuenta en los análisis del fenómeno para la formación y retención de
ResponderEliminar..de recursos humanos necesarios para seguir desarrollando la ciencia, la tecnolgía y la innovación en Cuba.
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