lunes, 29 de noviembre de 2021

APROPIARNOS DE LA CIENCIA (TODOS)

 Otra vez, cuando lo que sigue aquí debajo es un comentario sobre las funciones de la ciencia en nuestro proyecto de sociedad socialista, hay que empezar aclarando que estas ideas no van dirigidas solamente a los “científicos”, entendiendo como tales a quienes trabajan profesionalmente en la construcción de conocimiento nuevo. Van dirigidas a todos, y especialmente a los jóvenes, cualquiera que sea su campo de trabajo. Aclaración esta que quisiera incitarlos a seguir leyendo hasta el final, aunque no trabajen en una institución científica.

 La ampliación del espacio de la ciencia en la vida de la nación cubana ha pasado en medio siglo de ser la visión anticipatoria de un líder genial (me refiero, ustedes lo saben, a Fidel), a ser una necesidad urgente que todos hoy podemos ver.

 ¿Quién sino un pensador y revolucionario consecuente como Fidel podría haber declarado, en 1960, en un país plagado de analfabetismo que el futuro tiene que ser “de hombres de ciencia, de hombres de pensamiento”?

 ¿Quién podría en 1965, cuando el país luchaba contra las bandas de alzados contrarrevolucionarios en varias provincias, construir un centro moderno de investigaciones científicas como el CNIC e impulsar ahí la formación de cientos de científicos?

 ¿Quién podría en 1970, simultáneamente con el esfuerzo enorme de la zafra azucarera grande, haber auspiciado el desarrollo de la primera computadora cubana?

 ¿Quién podría en 1986, cuando la biotecnología apenas nacía en el algunos pocos lugares del mundo, haber decidido invertir en la creación del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, y luego en varias instituciones del Polo Científico?

 ¿Quién podría en esos mismos años 80 haber diseñado un programa de salud basado en la atención primaria, que implicara transitar a ser el país con más médicos por habitante en el mundo? El mismo sistema que se movilizó ahora para enfrentar la pandemia de Covid.

 ¿Quién podría, en 1990, cuando ya se veía venir la desintegración de la URSS, y la hostilidad reforzada del imperialismo amenazaba nuestra existencia como nación, haber explicado que “…la independencia  no es cuestión de símbolos… depende de la tecnología, depende de la ciencia en el mundo de hoy…?

 Y haber actuado coherente y sistemáticamente en la construcción del sistema de ciencia y técnica que tenemos hoy. Fidel pudo, y lo hizo. Y lo hizo a tiempo.

 Como le sucede frecuentemente a los líderes visionarios, hubo quienes no lo comprendieron en su momento. Ahora, desde la perspectiva que da el tiempo transcurrido, todos pueden comprenderlo.

 ¿Cómo podríamos haber enfrentado el reto de la pandemia de COVID 19 si no hubiésemos tenido desde décadas antes las instituciones científicas y productivas, el sistema de salud y los miles de médicos y científicos que se involucraron en la batalla?

 ¿Cómo, sin una sólida capacidad científica, podríamos acceder a la soberanía alimentaria en un mundo en que suben los precios de los alimentos y el cambio climático reduce los rendimientos?

 ¿Cómo sería posible la informatización de la sociedad, y su conexión con el mundo, defendiéndola al mismo tiempo contra el tsunami de información inculta, banal y malintencionada que nos llega por las redes globales?

 ¿Cómo intentar transformar la matriz energética para sustentar industrialización en un mundo de combustibles fósiles cada vez más escasos y caros?

 ¿Cómo acelerar el proceso de surgimiento de nuevas empresas estatales de base tecnológica, que avancen por los complejos e inciertos caminos de la cuarta revolución industrial?

 Pero hay más razones. De la ciencia y la tecnología necesitamos no solamente para desarrollar nuestra economía, sino también para preservar y solidificar su carácter socialista. No olvidemos que Marx previó que el socialismo sería una consecuencia objetiva del desarrollo de las fuerzas productivas, y que serían las fuerzas productivas técnicamente avanzadas las que harían imprescindible la socialización de la producción, e inviable el sistema basado en la apropiación privada del producto social.

 Requeriremos, más aun en el futuro, una penetración masiva del método científico de pensamiento en la cultura general del cubano.

 Los cimientos están ahí, y son buenos. Recordemos que en el enunciado de Fidel de 1960, él precisaba “….un futuro de hombres de ciencia, de hombres de pensamiento…”, en un concepto más abarcador que el de la imagen clásica del científico de laboratorio.

 Esa cultura científica aporta a la sociedad, mas allá de los nuevos productos y servicios (que es lo más publicitado) una actitud de razonar con datos, generar permanentemente nuevas hipótesis sobre la realidad, someter a critica las hipótesis, separar la validez de las ideas del prestigio que pueda tener el que las propone, evaluar intervenciones de manera objetiva, rechazar la improvisación, la superficialidad, la pseudociencia y la superstición. Y esas actitudes nos conciernen a todos. Los fenómenos culturales son masivos, o no son realmente culturales.

 Apropiarnos, como sociedad humana, de la ciencia y de los procesos culturales vinculados con el método científico, requerirá también mucha creatividad en el diseño y la gestión de las instituciones y las relaciones inter-institucionales para eso, incluyendo por supuesto, el tejido empresarial, la dinámica de creación/extinción de empresas, los vínculos entre el sector empresarial y el sector presupuestado, el ecosistema financiero y bancario, y los canales de conexión y alianzas internacionales en un mundo cada vez más globalizado.

 Las funciones de la ciencia en la economía, y en la sociedad han cambiado en las últimas décadas. Lo que en los años 60 fue una visión genial y anticipatoria del futuro, hoy es una urgencia de cada día; y las realidades nuevas no se pueden asumir con esquemas institucionales viejos, que ya cumplieron sus roles históricos y agotaron su potencial.

 Esta será una batalla larga y compleja, que no tiene mapas dibujados, pero sí tiene, en Cuba, consenso amplio de los objetivos sociales, sólidos principios morales en que apoyarnos, y luchadores dispuestos. Podemos vencer, y el Pueblo lo sabe.

 “Revolución es sentido del momento histórico, es cambiar todo lo que debe ser cambiado…”, nos dijo Fidel el 1º de mayo del 2000, abriendo la puerta del siglo XXI cubano.

  Agustin Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

lunes, 22 de noviembre de 2021

SOBERANÍA Y MOTIVACIÓN

Todos pudimos ver y disfrutar la semana pasada el emocionante documental “Soberanía”, dirigido por Alejandro Gil y que recoge testimonios e historias de vida de especialistas de varias instituciones de BIOCUBAFARMA que participaron en el desarrollo de las vacunas cubanas que detuvieron la expansión de la epidemia de COVID 19.

Insto a los que lean esta nota a que vean el documental otra vez, ahora apreciando más allá de la historia específica de esta epopeya, el tipo de ser humano que nos presenta.

 La soberanía la queremos para eso, para alcanzar un desarrollo económico y tecnológico propio que nos permita lograr vacunas como esas, pero también (y esencialmente) para que existan en Cuba muchos seres humanos así, y para que sean esos los que tengan en sus manos la nación.

A los que hablaron en el documental los conozco a todos, con tiempo y profundidad suficientes para asegurarles que son en la vida real eso mismo que vieron: una formidable combinación de humildad personal y férrea voluntad profesional; con grandes aspiraciones por obtener resultados, pero resultados que no son para ellos en el plano personal, sino para toda la sociedad. 

Seres humanos así son la base imprescindible para construir el tipo de sociedad socialista que queremos. El Che Guevara le confesó a un periodista en una entrevista en 1963:  El socialismo económico sin moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero también luchamos contra la alienación”. 

La ideología del capitalismo nos dice casi exactamente lo contrario. El economista escocés Adam Smith, considerado el fundador de la teoría económica del capitalismo escribió esto en su libro “La riqueza de las naciones” (1776): “(el individuo) generalmente no pretende promover el interés publico, ni sabe cuanto lo promueve. Al perseguir su interés propio frecuentemente fomentará el de la sociedad mas efectivamente que si deliberadamente intentara fomentarlo”.

Si se sigue ese razonamiento se llega a la conclusión de que el comportamiento humano es esencialmente egoísta, y que cuando genera algún beneficio colectivo, éste sería un producto colateral. El capitalismo apela a los instintos primitivos del ser humano. Algunos teóricos le llaman a eso “la naturaleza humana” , no muy diferente del comportamiento animal primitivo.

Triste conclusión para el que llegue a ella. Ese no puede ser el futuro de nuestra Patria, ni de la humanidad.

Pero los seres humanos que vimos en “Soberanía” no son así. ¿Qué los motiva? Los motiva una hermosa combinación de cultura y ética.

Una cultura que les permite comprender su país y su momento histórico, entender los propósitos de la sociedad socialista cubana y la factibilidad de alcanzarlos. La cultura es esencialmente la manera en que una sociedad aprehende la realidad, la interpreta, y crea conductas y objetivos colectivos, trasmitiéndolos a las generaciones futuras. Y una ética que genera coherencia entre lo que se piensa, lo que se dice, y lo que se hace. Ese sí es el futuro que queremos.

Notemos también, al re-visitar el documental “Soberanía”, que las organizaciones en que trabajan las personas que vimos ahí no son burbujas de aislamiento, son “empresas”. Ellos las mencionaron con orgullo.

En su condición de empresas esas organizaciones cuidan la eficiencia, generan ganancias, y van a generar más. Pero son ganancias a redistribuir entre muchos. Son empresas de muchos “dueños”, millones. Y al mismo tiempo esas organizaciones preservan (y cultivan) el espíritu empresarial que impulsa a generar nuevas iniciativas, a explorar oportunidades, y a llevar los resultados científicos y técnicos hasta sus impactos sociales y económicos finales. Son empresas que se convierten en el espacio de creatividad, de realización personal y  de crecimiento espiritual de sus trabajadores.

Las personas que vimos en el documental existen, y la buena noticia para los cubanos, es que no son pocos. Las empresas en las que ellos trabajan y crean también existen, aunque en la generalización de sus prácticas de gestión todavía tenemos mucho camino por recorrer.

Esa generalización depende, entre muchas otras cosas, de la ciencia y la tecnología. Será el tema de un próximo comentario.

Nuestro agradecimiento a los protagonistas del desarrollo de esas vacunas, a  los que están en el documental, y a los muchos otros que ellos representan, por las vacunas; pero no solo por eso, sino también por el ejemplo de conducta y motivación, que nos “vacuna” contra pesimismos, escepticismos y cansancios sociales.

En Cuba habrá soberanía, habrá justicia social, habrá desarrollo tecnológico y económico, y habrá socialismo. El documental “Soberanía” es un inmenso “Si, se puede!”.

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

lunes, 15 de noviembre de 2021

LOS QUE AMAN Y LOS QUE ODIAN

 En 1892 José Martí escribió: “Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, los que odian y deshacen”.

 En tiempos más tranquilos las complejidades de la sociedad humana pueden hacer que no sea fácil distinguirlos, pero sucede que en las coyunturas sociales decisivas, la frontera entre ambos bandos se dibuja con mucha nitidez; y se hace ineludible para cada cual escoger en que bando quiere estar.

 En nuestra Historia, de la que siempre hay que aprender, han existido muchos momentos en que el cubano se ha enfrentado a ese imperativo de decidir: Con el Ejército Mambí o con el cuerpo de voluntarios (“O Yara o Madrid”, también dijo Martí); con Mella, Villena y los anti-imperialistas, o con la pseudo-república sometida y sus gangsters y dictadores; con el Ejército Rebelde de Fidel, o con los “casquitos” de Batista; con los milicianos obreros y campesinos de Playa Girón, o con la brigada mercenaria 2506; con los millonarios de la burguesía anexionista, o con los sindicatos obreros de Lázaro Peña, con el ejército de alfabetizadores de 1961, o con las bandas de alzados que asesinaron a Conrado Benítez y Manuel Ascunce; con los internacionalistas que contribuyeron a cambiar la historia de África, o con los racistas del apartheid y sus promotores del norte; con la Constitución que aprobó masivamente el pueblo, o con el plan de Bush para Cuba; con la resistencia creadora del pueblo cubano, o con el bloqueo yanqui.

 Inmediatamente también habrá siempre que atender y superar las imperfecciones que siempre hay en el bando de los que aman y fundan, y que tenemos bien identificadas, pero primero hay que ir a las esencias que nos definen, y decidir en qué bando queremos estar. Los cubanos en cada coyuntura de las últimas décadas, ya decidimos, y en inmensa mayoría, decidimos bien.

 Ahora, con la guerra tecnológica y mediática que nos hacen, estamos llegando a otro de esos momentos de decisión.

 Con la presión en las redes informáticas, la manipulación de la realidad mediante imágenes, la apreciación sesgada de nuestras dificultades y sus causas, las falsas noticias, o el burdo soborno, intentan fabricar unas “protestas” para utilizarlas después.

 Se trata, además, de protestas sin propuestas. ¿Qué quieren? ¿Cómo proponen superar las dificultades económicas? ¿Cómo sugieren perfeccionar la participación democrática?

 En nuestra historia política la insurrección revolucionaria ha venido siempre de la mano con un programa: Fidel asaltó el Moncada, pero inmediatamente expuso en su discurso “La Historia me absolverá” el programa de la Revolución; Martí organizó la guerra necesaria, pero también escribió su programa en el “Manifiesto de Montecristi”. El pueblo sabía por qué luchaba.

 Conversando hace unos días con jóvenes que no vivieron las disyuntivas históricas que mencionamos arriba, les decía: desconfíen siempre de las protestas que no contengan propuestas. Solamente hay dos explicaciones para ese vacío o esa oscuridad de propuestas: o las propuestas que tienen son perversamente inconfesables, o es que no tienen ninguna propuesta y están esperando que se las escriban desde fuera.

 Como pueblo que construye soberanamente su destino nos indigna que “los que odian y deshacen” intenten destruir nuestra soberanía y deshacer lo construido.

 Pero, además, como personas pensantes, y como pueblo educado e inteligente que somos, nos ofende que nos quieran tomar por tontos.

 ·        ¿alguien duda todavía que esas marchas y protestas están diseñadas con precisión de laboratorio desde el exterior?

 ·        ¿alguien se cree que la renuncia a la economía socialista no nos llevaría a la sociedad de pobres sin esperanza y millonarios corruptos, que ya conocimos en el pasado capitalista, y que vemos hoy en otros países de nuestra América?

 ·        ¿alguien es aún tan ingenuo para creer que el discurso de “libertad de prensa” no nos llevaría a medios de difusión con dueños privados y periódicos defensores de los intereses de esos dueños?

 ·        ¿alguien piensa todavía que el discurso de “democracia representativa” no nos llevaría a la politiquería de partidos movidos por el dinero, mafia y asesinatos políticos?

 Quien ataca hoy la obra revolucionaria cubana no es solamente un adversario político, es también alguien que nos está tomando a todos por estúpidos.

  Y sucede que no somos estúpidos. Sabemos bien lo que se traen entre manos, y sencillamente no lo vamos a permitir.

 El 17 abril de 1961, el comunicado que anunciaba al pueblo que se estaba produciendo una invasión mercenaria por Playa Girón, terminaba con esta exhortación que es la misma que podemos repetir hoy: “¡Adelante cubanos que la Revolución es invencible, y contra ella, y contra el pueblo heroico que la defiende, se estrellarán los invasores!”

 Hoy también.


 Agustin Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

lunes, 8 de noviembre de 2021

EL ESTADO EMPRENDEDOR

 Nuestra condición de “isla” vale para la geografía, pero no para el pensamiento; y es muy bueno que así sea. Lo que se piensa y se discute en Cuba tiene estrechas conexiones, siempre las ha tenido, con los grandes temas del pensamiento universal del momento.

Uno de esos temas de hoy es el del rol del Estado en el desarrollo económico. Dos libros importantes en este debate aparecieron respectivamente en los años 2013 y 2014. El primero, titulado precisamente “El Estado Emprendedor  fue escrito por la economista italiana Mariana Mazzucato, actualmente profesora en Londres. El segundo, “El Gobierno en los negocios: Amigo o Enemigo?”,  fue escrito por Lim Hwee Hua, exministra de finanzas de Singapur.

En el primero M. Mazzucato asume la tarea de separar la evidencia de la ficción, y demuestra que la imagen del Estado como una maquinaria pesada, burocrática y poco innovadora es una falsa imagen, divulgada con fines ideológicos por los grupos de poder que se benefician del neoliberalismo; y que lo que los datos muestran es precisamente lo contrario: que las innovaciones más radicales de la era industrial, desde los ferrocarriles hasta Internet, los teléfonos inteligentes, las energías renovables, las nanotecnologías y los fármacos biotecnológicos se han apoyado en inversiones intencionalmente dirigidas de los Estados. No han sido los “inventores de garaje”, ni los capitalistas de riesgo los que han encendido la chispa de las innovaciones de gran impacto.

En el segundo, Lim Hwee nos explica, con ejemplos de la experiencia de Singapur, los diferentes roles que la intervención del Estado en la economía puede (y debe) asumir, y que van más allá de sus funciones tradicionales como regulador, creador de contextos legales y proveedor de infraestructura y educación. Estos roles se extienden a la participación propietaria en las empresas más importantes, la facilitación de la proyección internacional de las empresas, la inversión estatal directa, las compras estatales, los créditos orientados a misiones específicas y a emprendimientos de alto riesgo, el estímulo y protección a las pequeñas empresas innovadoras, y la planificación estratégica. Todas esas funciones, como propietario, como fisco, como inversionista directo, como cliente, como  regulador y otras, conforman el complejo e insustituible rol del Estado en la economía. Y ese rol es mayor mientras más avanzadas son las tecnologías.

El mito de la empresa privada como motor de la innovación (especialmente en las tecnologías de avanzada) se derrumba en todas partes, aun en las economías capitalistas desarrolladas, y más aún si se piensa en los países que emprenden desde puntos de partida débiles, su camino al desarrollo.

Más allá del útil conjunto de ejemplos concretos y de conceptos, que hay en los libros antes mencionados (y en muchos otros), este debate refleja también nuestra propia experiencia cubana en el sector de la biotecnología: emprendimientos inicialmente pequeños (el grupo que comenzó el proyecto Interferón eran seis compañeros), que partieron del sector presupuestado y se transformaron luego en empresas estatales, con personas altamente motivadas, conducidos y apoyados por la máxima dirección del Estado (en este caso por el propio Fidel), orientados a construir con productos novedosos ciclos completos y auto-sostenibles de investigación, producción y exportaciones. De ahí surgió lo que es hoy la organización de dirección empresarial Biocubafarma, con sus 20000 trabajadores, que ha llevado fármacos y vacunas cubanos a 74 países, y que protagonizó en su más reciente batalla la hazaña de las vacunas anti-COVID.

Eso le explicamos a Mariana Mazzucato cuando vino a Cuba en el 2016, y eso mismo explicamos a autoridades en Singapur, cuando creamos nuestra empresa mixta allá en el 2014. Es el Estado Emprendedor, en este caso el Estado Socialista cubano el que construyó el sector biotecnológico cubano.

¿Alguien se cree que esos resultados podrían haber surgido de las farmacéuticas privadas que había aquí antes de 1959, muchas de ellas subsidiarias de empresas norteamericanas?

Las evidencias están a la vista. Hemos visto en Cuba  al “estado emprendedor” en acción. Se puede.

Pero al mismo tiempo debemos reconocer que experiencias de organizaciones de investigación, producción y exportaciones no se han replicado en igual medida en otras ramas de nuestra economía, en las que no vemos aún desplegarse todas las potencialidades del estado emprendedor. Y son sectores donde también hay cientos de especialistas y cuadros, altruistas, dedicados y competentes.

Es un tema que nos llama a profundas reflexiones. Que teníamos un sistema de dirección vertical administrativa de la economía, heredado de otras experiencias, es cierto, pero ya lo estamos cambiando. Que el proceso de surgimiento de nuevas empresas estatales todavía es lento y complejo, también es cierto, pero ya hay cambios en el contexto jurídico que pueden modificar esa realidad. Que las empresas estatales necesitan más autonomía operacional, también es real, pero también es una realidad que está cambiando.

La vida nos está enseñando que dar atribuciones es solamente la mitad del camino. La otra mitad está en inyectar energía para aprovechar en grande y rápido las atribuciones que otorga el contexto jurídico que nosotros mismos, los cubanos, estamos construyendo. Las semillas de las tecnologías avanzadas de la cuarta revolución industrial (automática, sensores, robótica, inteligencia artificial, macrodatos, computación en la nube, nanotecnologías, impresión 3-D, energía inteligente, biología sintética, y otras) están sembradas y esperando por las nuevas empresas estatales que las hagan germinar. Y para eso necesitamos cada vez más al Estado Emprendedor, bien emprendedor y bien socialista.

Está dicho, alto y claro, en el Informe Central al VIII Congreso del Partido: “Es ineludible provocar un estremecimiento de las estructuras empresariales desde arriba hacia abajo y viceversa, que destierre definitivamente la inercia, el conformismo, la falta de iniciativas y la cómoda espera por instrucciones desde los niveles superiores. Hay que modificar viejos malos hábitos y desarrollar hábitos emprendedores y proactivos en los cuadros de dirección de nuestras empresas…”.

 ¡Que cada joven tecnólogo o científico cubano asuma que eso se lo dijeron desde el Congreso del Partido, directamente a él!

El Estado cubano no es un ente abstracto y distante. El Estado cubano está en manos de los cubanos. El Estado somos todos. Para eso muchas generaciones de revolucionarios cubanos han defendido y defienden obstinadamente la soberanía nacional: es el derecho a hacer y emprender por nosotros mismos. Hagámoslo!.

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

lunes, 1 de noviembre de 2021

LA COVID Y LAS EMPRESAS: OTRO APRENDIZAJE EN LA PANDEMIA

  Todos asistimos en estos días con justa emoción al reconocimiento dado por la Asamblea Nacional del Poder Popular a los científicos que trabajaron en el control de la pandemia de COVID-19 y a la condecoración como Héroes del Trabajo de los principales protagonistas; y escuchamos con satisfacción las cifras de reducción de la cantidad de pacientes y de los fallecimientos, y de incremento de la cobertura de vacunación en adultos y niños, que cada mañana nos anuncia el MINSAP.

Es, sin dudas, una enorme victoria de nuestro Pueblo, que será dulce para los muchos cubanos que aman, y amarga para los pocos (aunque existentes) que odian.

Ahora tenemos que emprender la tarea intelectual de interpretar a fondo la experiencia de la COVID y extraerle todas las enseñanzas posibles, para que nos deje también vacunas contra escepticismos (a veces también infecciosos), pesimismos y apatías al mirar el futuro de la Patria.

Los componentes de ese análisis imprescindible de las experiencias de la COVID son muchos, inabarcables en un solo texto, y se relacionan con el perfeccionamiento de nuestro sistema de salud, el potencial de la atención primaria, las fortalezas y debilidades del sistema de producción y distribución de medicamentos, la demanda de ciencia, la cultura de higiene y prevención, la comunicación social, el fortalecimiento del sistema de instituciones del Poder Popular, las ciencias sociales, el protagonismo de la juventud, la respuesta social ante las tendencias demográficas, las dinámicas familiares, la informatización y la capacidad de gestión de datos, y muchos otros temas que habrá que ir exprimiendo uno por uno para extraerles enseñanzas y propuestas prácticas de acción.

No intentaré generalizaciones, para las cuales carezco de conocimientos y de datos. Otros compañeros lo harán. Usaré entonces este breve espacio para llamar la atención sobre uno de los componentes de la respuesta cubana a la COVID, uno solo entre muchos, pero uno al que muchas veces no miramos con suficiente profundidad: LAS EMPRESAS.

Algunos se preguntarán: ¿Qué tiene que ver la COVID con los temas económicos y empresariales que están siendo al mismo tiempo objeto de debate intenso en la sociedad cubana?

Pues sucede que hay mucha relación entre ambos debates:

¿Porqué pudimos crear vacunas en tiempo récord?. ¿Porqué pudimos llevar la producción a escalas suficientes para cobertura total?. ¿Porqué pudimos aplicar masivamente interferones en las etapas tempranas?. ¿Porqué aparecieron rápidamente y se ensayaron en pruebas clínicas anticuerpos monoclonales y péptidos para el control de la inflamación sistémica de la COVID? ¿Porqué se montó con agilidad la producción de hisopos? ¿Porqué se logró diseñar y producir respiradores de alta tecnología?

Muy cierto es que teníamos (y tenemos) lo más importante: La gente. Científicos y tecnólogos preparados y expertos, motivados por su labor, y exponentes de los valores morales de la Revolución y el Socialismo.

Pero aun teniendo eso, no hubiese sido suficiente si hubieran sido individuos aislados, o vinculados por relaciones de mercado, y con visiones estrechas de su campo de trabajo. Las personas son el punto de partida, sin lo cual nada es posible, pero después, en un plano superior, están las formas concretas en que las personas se agrupan y trabajan. La sociedad humana es más, mucho más, que una suma de individuos.

La fortaleza de esta historia es que también estaban las empresas, desde antes de la COVID.

Y no empresas cualesquiera, sino empresas:

  • Que eran (y son) propiedad socialista del todo el Pueblo, representado por el Estado
  • Que emergieron muchas de ellas dentro del sector académico presupuestado y se transformaron después en empresas
  • Que incluían la investigación científica dentro de la gestión empresarial
  • Que crearon capacidades de producción propias
  • Que asimilaban permanentemente nuevas tecnologías
  • Que lograban, muchas de ellas, cerrar un ciclo económico de investigación, desarrollo de productos, escalado productivo y comercialización
  • Que lograban, cada una de manera descentralizada, balances financieros positivos en moneda nacional y en divisa para hacer sostenible su operación.
  • Que hacían, muchas de ellas, su propia gestión comercial exportadora
  • Que implementaron complejos y modernos sistemas de aseguramiento de calidad y recibieron inspecciones regulatorias de Cuba y de otros países
  • Que desplegaron inserción internacional en todo el ciclo de desarrollo, mediante colaboraciones científicas, cadenas productivas internacionales y empresas mixtas en el exterior
  • Que luchaban por combinar, en sus estructuras superiores (Frente Biológico- Polo Científico- Biocubafarma), un balance adecuado entre coordinación estratégica y descentralización operativa
  • Que participaban en espacios de coordinación sistemática entre ellas y con organizaciones del sector presupuestado, tanto del sistema de salud como del sistema de ciencia, tecnología e innovación
  • Que habían formado decenas de cuadros para esas diversas y complejas tareas.
  • Que mantenían una comunicación permanente y bidireccional con los altos niveles de dirección del país, fruto de la atención directa que les dio el Comandante en Jefe Fidel Castro desde los momentos fundacionales.

Todo eso existía antes de la COVID. Llegada la pandemia, esa artillería pesada apuntó al coronavirus. E hizo blanco.

En el enfrentamiento a la COVID recogimos bien la cosecha, pero las semillas estaban sembradas, décadas antes.

La lección a aprender es que formar organizaciones es tan importante como formar personas, que las personas son diversas pero las organizaciones también, que las personas deben ser innovadoras pero las organizaciones también, que las personas no deben envejecer temprano, pero las organizaciones tampoco.

¿Es todo esto una singularidad de la biotecnología? Seguro que no. Es una historia que hay que repetir en las tecnologías emergentes de la informática, la inteligencia artificial, los macro-datos, la robótica, las nanotecnologías, los nuevos materiales, la manufactura aditiva, la energía inteligente, y otras tecnologías de avanzada que dibujan la llamada “cuarta revolución industrial”, y que quizás tienen hoy todavía la inmadurez que tenía la biotecnología mundial en los 80, pero que ya comienzan a “parir” sistemas empresariales.

Es el momento: los cambios en el contexto jurídico de la economía cubana (atribuciones de la empresa estatal, empresas de alta tecnología, parques tecnológicos, diversidad de actores económicos, pequeñas y medianas empresas, atribuciones de los territorios y otros) abren el camino.

Los jóvenes tendrán que recorrerlo. Y rápido.

Agustín Lage Davila

Centro de Inmunología Molecular

LOS COMPLEJOS DEBATES DE HOY VISTOS DESDE LAS CIENCIAS NATURALES

   La formación profesional de cada uno de nosotros influye inevitablemente en la manera en que apreciamos la realidad y definimos prioridad...