Nuestra condición de “isla” vale para la geografía, pero no para el pensamiento; y es muy bueno que así sea. Lo que se piensa y se discute en Cuba tiene estrechas conexiones, siempre las ha tenido, con los grandes temas del pensamiento universal del momento.
Uno de esos temas de hoy es el
del rol del Estado en el desarrollo económico. Dos libros importantes en este
debate aparecieron respectivamente en los años 2013 y 2014. El primero,
titulado precisamente “El Estado
Emprendedor” fue escrito por la
economista italiana Mariana Mazzucato, actualmente profesora en Londres. El
segundo, “El Gobierno en los negocios:
Amigo o Enemigo?”, fue escrito por
Lim Hwee Hua, exministra de finanzas de Singapur.
En el primero M. Mazzucato
asume la tarea de separar la evidencia de la ficción, y demuestra que la imagen
del Estado como una maquinaria pesada, burocrática y poco innovadora es una
falsa imagen, divulgada con fines ideológicos por los grupos de poder que se
benefician del neoliberalismo; y que lo que los datos muestran es precisamente
lo contrario: que las innovaciones más radicales de la era industrial, desde
los ferrocarriles hasta Internet, los teléfonos inteligentes, las energías
renovables, las nanotecnologías y los fármacos biotecnológicos se han apoyado
en inversiones intencionalmente dirigidas de los Estados. No han sido los
“inventores de garaje”, ni los capitalistas de riesgo los que han encendido la
chispa de las innovaciones de gran impacto.
En el segundo, Lim Hwee nos
explica, con ejemplos de la experiencia de Singapur, los diferentes roles que
la intervención del Estado en la economía puede (y debe) asumir, y que van más
allá de sus funciones tradicionales como regulador, creador de contextos
legales y proveedor de infraestructura y educación. Estos roles se extienden a
la participación propietaria en las empresas más importantes, la facilitación
de la proyección internacional de las empresas, la inversión estatal directa,
las compras estatales, los créditos orientados a misiones específicas y a
emprendimientos de alto riesgo, el estímulo y protección a las pequeñas
empresas innovadoras, y la planificación estratégica. Todas esas funciones,
como propietario, como fisco, como inversionista directo, como cliente,
como regulador y otras, conforman el
complejo e insustituible rol del Estado en la economía. Y ese rol es mayor
mientras más avanzadas son las tecnologías.
El mito de la empresa privada
como motor de la innovación (especialmente en las tecnologías de avanzada) se
derrumba en todas partes, aun en las economías capitalistas desarrolladas, y
más aún si se piensa en los países que emprenden desde puntos de partida
débiles, su camino al desarrollo.
Más allá del útil conjunto de
ejemplos concretos y de conceptos, que hay en los libros antes mencionados (y
en muchos otros), este debate refleja también nuestra propia experiencia cubana
en el sector de la biotecnología: emprendimientos inicialmente pequeños (el
grupo que comenzó el proyecto Interferón eran seis compañeros), que partieron
del sector presupuestado y se transformaron luego en empresas estatales, con
personas altamente motivadas, conducidos y apoyados por la máxima dirección del
Estado (en este caso por el propio Fidel), orientados a construir con productos
novedosos ciclos completos y auto-sostenibles de investigación, producción y
exportaciones. De ahí surgió lo que es hoy la organización de dirección
empresarial Biocubafarma, con sus 20000 trabajadores, que ha llevado fármacos y
vacunas cubanos a 74 países, y que protagonizó en su más reciente batalla la
hazaña de las vacunas anti-COVID.
Eso le explicamos a Mariana
Mazzucato cuando vino a Cuba en el 2016, y eso mismo explicamos a autoridades
en Singapur, cuando creamos nuestra empresa mixta allá en el 2014. Es el Estado
Emprendedor, en este caso el Estado Socialista cubano el que construyó el
sector biotecnológico cubano.
¿Alguien se cree que esos
resultados podrían haber surgido de las farmacéuticas privadas que había aquí
antes de 1959, muchas de ellas subsidiarias de empresas norteamericanas?
Las evidencias están a la
vista. Hemos visto en Cuba al “estado
emprendedor” en acción. Se puede.
Pero al mismo tiempo debemos
reconocer que experiencias de organizaciones de investigación, producción y
exportaciones no se han replicado en igual medida en otras ramas de nuestra
economía, en las que no vemos aún desplegarse todas las potencialidades del
estado emprendedor. Y son sectores donde también hay cientos de especialistas y
cuadros, altruistas, dedicados y competentes.
Es un tema que nos llama a
profundas reflexiones. Que teníamos un sistema de dirección vertical
administrativa de la economía, heredado de otras experiencias, es cierto, pero
ya lo estamos cambiando. Que el proceso de surgimiento de nuevas empresas
estatales todavía es lento y complejo, también es cierto, pero ya hay cambios
en el contexto jurídico que pueden modificar esa realidad. Que las empresas
estatales necesitan más autonomía operacional, también es real, pero también es
una realidad que está cambiando.
La vida nos está enseñando que
dar atribuciones es solamente la mitad del camino. La otra mitad está en
inyectar energía para aprovechar en grande y rápido las atribuciones que otorga
el contexto jurídico que nosotros mismos, los cubanos, estamos construyendo.
Las semillas de las tecnologías avanzadas de la cuarta revolución industrial
(automática, sensores, robótica, inteligencia artificial, macrodatos, computación
en la nube, nanotecnologías, impresión 3-D, energía inteligente, biología
sintética, y otras) están sembradas y esperando por las nuevas empresas
estatales que las hagan germinar. Y para eso necesitamos cada vez más al Estado
Emprendedor, bien emprendedor y bien socialista.
Está dicho, alto y claro, en
el Informe Central al VIII Congreso del Partido: “Es ineludible provocar un estremecimiento de las estructuras
empresariales desde arriba hacia abajo y viceversa, que destierre definitivamente
la inercia, el conformismo, la falta de iniciativas y la cómoda espera por
instrucciones desde los niveles superiores. Hay que modificar viejos malos
hábitos y desarrollar hábitos emprendedores y proactivos en los cuadros de
dirección de nuestras empresas…”.
¡Que cada joven tecnólogo o
científico cubano asuma que eso se lo dijeron desde el Congreso del Partido,
directamente a él!
El Estado cubano no es un ente
abstracto y distante. El Estado cubano está en manos de los cubanos. El Estado
somos todos. Para eso muchas generaciones de revolucionarios cubanos han
defendido y defienden obstinadamente la soberanía nacional: es el derecho a
hacer y emprender por nosotros mismos. Hagámoslo!.
Agustín Lage Dávila
Centro de Inmunología
Molecular
El mensaje de Agustín está claro. En el caso de la Biotecnologia cubana, el papel desempeñado por el estado emprendedor, también. El problema es replicar ese ejemplo en otros sectores, teniendo en cuenta las particularidades de cada uno. No es fácil, pero tampoco imposible. La patria lo necesita, el reto está planteado, y las condiciones necesarias y suficientes se van creando sobre la marcha.
ResponderEliminarMuchas felicidades a todos los educadores de corazón yo también soy maestra y dediqué más de 20 años a la docencia de lo cuál me siento enormemente orgullosa.Ese bichito nunca nos abandona y nos impulsa a seguir.
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