La polémica sobre si las dificultades de la economía cubana son (1) un efecto directo de la agresión económica de los Estados Unidos (facilitada ahora por la pérdida de los aliados que teníamos en Europa socialista), o si son consecuencia de (2) la inviabilidad del modelo económico socialista de propiedad estatal y planificación central, o (3) de errores internos en la implementación del modelo económico; o (4) de una combinación de las tres causas precedentes (y en qué proporción?), es una polémica que dura ya más de 60 años.
Y no se trata de un debate local cubano: se
relaciona con disyuntivas universales de la sociedad humana. Polémicas análogas
(nunca exactamente iguales, por supuesto) ocurrieron en la antigua URSS donde
condujeron a la desaparición, esencialmente catastrófica, de ese país en 1991,
y también en China, donde condujeron primero a la “Gran Revolución Cultural” de
1966, también catastrófica, y luego a las reformas, esencialmente exitosas, del
modelo económico iniciadas en 1978.
Pero el caso de Cuba, nuestra amada Patria,
queramos o no, es diferente y más
complejo. Lo que está en juego no es solamente la funcionalidad de uno u otro
modelo económico: es la existencia misma de la nación. Nadie en el mundo se
cuestiona si debe existir China, sea con revolución cultural o con “economía
socialista de mercado”, o si debe existir Rusia, sea con planificación central
o con oligarquías delictivas; pero la existencia de Cuba siempre ha estado en
peligro.
En abril de 1823, el entonces secretario de
Estado norteamericano John Quincy Adams, luego presidente de los Estados
Unidos, formuló su doctrina de la “fruta madura” en estos términos: "Hay
leyes de gravitación política
como las hay de gravitación física
y así como una fruta separada de su árbol por la
fuerza del viento no puede, aunque quiera, dejar de caer en el suelo, así
Cuba,
una vez separada de España y rota la conexión
artificial que la liga con ella, e incapaz de sostenerse por sí
sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana y hacia
ella exclusivamente…".
La política exterior
de los Estados Unidos hacia Cuba ha sido durante 200 años coherente con esa
visión. La resistencia del pueblo cubano, que tiene una visión diferente de su
propio futuro, también ha sido coherente, esos mismos 200 años. Es la imagen
que Silvio nos dibujó en su bella canción de 1983 “Me acosa el carapálida…”
La predicción de
eventos futuros, consecuencia de nuestras decisiones de hoy, es una de las
capacidades fundamentales del pensamiento humano. Sin ella no tendríamos
“pensamiento” sino solamente “reflejos”, reacciones automáticas ante riesgos o
beneficios inmediatos.
¿Dejará “el
carapálida” de acosarnos si hacemos unas u otras reformas en la economía?
No lo hará: vio una
vez que no permitimos durante un tiempo el trabajo por cuenta propia y dijo “no
hay libertad”; vio que limitamos las cooperativas al sector agropecuario cuando
pensábamos que no estábamos maduros para cooperativas industriales y dijo “no
hay libertad”, vio que durante un tiempo no abrimos espacio a empresas privadas
y dijo “no hay libertad”, vio que no facilitamos inversión extranjera o no le
dimos suficientes prerrogativas, y dijo “no hay libertad”.
En todo lo anterior ya Cuba ha introducido
cambios sustanciales, sin perder la esencia socialista de la economía. Y ¿qué
podría venir después? Querrán consorcios grandes de empresas privadas, querrán
contratación directa e influencia en las políticas salariales internas, querrán
participación en la propiedad de nuestras principales empresas estatales,
querrán propiedad latifundista de la tierra, querrán participación en el
comercio exterior, querrán limitaciones al papel de los sindicatos, querrán
reducciones en la participación de los trabajadores en la gestión empresarial, querrán
políticas flexibles de despidos, querrán limitaciones en la seguridad social, querrán
inversión extranjera en salud y educación, querrán medios masivos de
comunicación privados, etc, etc, etc; y así sucesivamente, y si ponemos
controles soberanos en todo eso dirán otra vez “no hay libertad”.
Es que su problema
no es una u otra regulación de la economía: su problema es la existencia de
Cuba, su problema es el pueblo en el poder, su problema es la distribución de
la riqueza. Y eso no lo vamos a cambiar.
No se trata con
estos argumentos de defender el inmovilismo, ni la suspicacia ante el más
mínimo cambio, ni de justificar acomodamientos burocráticos y lentitudes en el diseño e implementación de
los cambios necesarios. Eso sería ir al desastre por otro camino, pero desastre
al fin.
Hay que cambiar porque la economía mundial ha
cambiado. El primero que lo dijo fue Fidel: “Revolución es sentido del momento histórico, es cambiar todo lo que
debe ser cambiado”, dijo en mayo del año 2000.
La economía del
siglo XXI requiere un nivel de inserción internacional (globalización) muy
superior al de los años 60. La economía del siglo XXI demanda una mayor
dinámica de creación y extinción de empresas. La economía del siglo XXI
funciona por redes y encadenamientos empresariales, nacionales y transnacionales.
La economía del siglo XXI demanda empresas que cambien permanentemente sus
productos y servicios, muchas veces de manera “no planificable”, y asumiendo
los riesgos que eso conlleva. La economía del siglo XXI contiene sectores en
los que el conocimiento es el principal componente del costo y del precio de
los productos y servicios, donde la creatividad de los trabajadores es el
principal determinante de la productividad. La economía del siglo XXI conecta directamente
la ciencia con la producción y borra las fronteras operacionales entre el
sector empresarial y el sector presupuestado. La economía del siglo XXI separa
aún más (ya esto había empezado mucho antes) las formas de propiedad, de las
formas de gestión, y demanda mucha innovación gerencial.
Todo esto hay que
entenderlo a profundidad para saber que tenemos que hacer muchos cambios, y
tenemos que hacerlos rápido; pero en la redacción de esta frase la primera
persona del plural (“tenemos”)
significa que tenemos que hacerlos nosotros, los cubanos que “hacemos Cuba”.
Y ese accionar no
puede contener ingenuidades, pues también tenemos limitaciones geopolíticas. Beijing
está a 11146 Km de Washington, la Habana está a 370 Km de Miami (30 veces
menos); China tiene 1402 millones de habitantes, Cuba tiene 11 (127 veces
menos).
Esas limitaciones
nos obligan a no quitarle la vista a las consecuencias posibles de lo que
hagamos hoy, no solo a las consecuencias inmediatas, sino también a las
consecuencias en un horizonte mayor, y no solo en la economía, sino en la
“economía política” que es lo que realmente existe.
Y esas realidades nos
demandan estar dispuestos siempre a volver a la canción del “carapálida”, y a
repetir cuantas veces sea necesario: “La tierra me quiere arrebatar, el agua
me quiere arrebatar, el aire me quiere arrebatar, y solo fuego voy a dar”
Agustín Lage Dávila
Gracias, muchísimas gracias por sus escritos. Usted es un científico que escribe con argumentos poderosos, defendiendo con pasión y con ciencia nuestro sistema socialista.
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