lunes, 25 de octubre de 2021

EL DESAFÍO DE LAS VELOCIDADES

 En un discurso pronunciado en 1967, al reflexionar sobre la dinámica que nos impone la necesidad de un desarrollo acelerado, Fidel Castro se caracterizaba a si mismo con esta expresión:

“…milito en el bando de los impacientes, y milito en el bando de los apurados, y de los que siempre presionan para que las cosas se hagan y de los que muchas veces tratan de hacer más de lo que se puede”.

Y es que una revolución es siempre un esfuerzo colosal por ensanchar el espacio de lo posible, y hacerlo rápido, muy rápido.

Esa definición era válida  en 1967 y lo es también ahora, porque en la complejidad de las sociedades humanas siempre coexisten procesos de diferente signo, y el avance o el retroceso dependen de las velocidades relativas de esos procesos.

Los pensadores sociales se esfuerzan por identificar los procesos que están en marcha y por predecir hacia donde pueden llevarnos de continuar las tendencias actuales; pero es mucho más difícil predecir a qué velocidades esos procesos ocurrirán. Y de esas velocidades relativas depende todo.

Estamos siendo testigos (y actores) de transformaciones en el modelo económico cubano, que incluyen dos procesos paralelos y complementarios: el del aumento de la autonomía operativa de las empresas estatales, y el del surgimiento de pequeñas y medianas empresas, tanto estatales como privadas. Hay en marcha también un proceso de promoción, aun con dinámica insuficiente, de la inversión extranjera.

Simultáneamente, es evidente el proceso de ampliación de las funciones de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación en el proyecto social cubano. Este tiene innegables conexiones, y debe tener más, con los tres procesos antes mencionados.

Pero con efectos en sentido inverso continúa un proceso de deterioro de la infraestructura industrial (se apreció claramente en los recientes problemas de generación eléctrica) y de erosión del capital humano, consecuencia de décadas de bloqueo económico contra Cuba.

¿Cuáles de todos esos procesos ocurrirán con mayor velocidad y terminarán determinando el resultado conjunto? La verdad es que no lo sabemos, aunque la respuesta depende en gran medida de nosotros mismos. Las economías, y en sentido más amplio las sociedades humanas, son sistemas muy complejos, que evolucionan bajo la presión de muchísimos factores, no pocos de ellos con efectos “no-lineales”.

Lo que sí sabemos, sin la menor duda, es en que sentido tenemos que trabajar los revolucionarios cubanos. Y seguir adelante, constantemente, y obstinadamente, por los caminos que sabemos que debemos recorrer.

Ese balance de velocidades, que lo decide todo, se aprecia como un ejemplo más en estos días, en el proceso de surgimiento de nuevas pequeñas y medianas empresas. Están surgiendo muchas, y eso es bueno, pero dentro de estas, las PyMEs estatales y de alta tecnología son todavía muy pocas, y eso no es nada bueno.

Se puede comprender: el surgimiento de emprendimientos de relativamente menor riesgo, y de menor valor añadido, ocurre casi espontáneamente a partir de actores privados, muchos de los cuales ya existían bajo la forma de trabajo por cuenta propia con trabajadores contratados; mientras que el surgimiento de empresas de base tecnológica, especialmente con tecnologías novedosas y complejas, contiene incertidumbres y mayores plazos de recuperación, y debe ser guiado por actores estatales.

Ahí es donde decenas de grupos de trabajo, que hoy están en el sector académico presupuestado, tienen que asumir el reto de generar PyMEs estatales de alta tecnología, y ese debería ser un proceso determinante en la transformación de nuestras fuerzas productivas, si logramos que ocurra a suficiente velocidad.

El socialismo requiere de fuerzas productivas desarrolladas, y estas tienen que surgir de la ciencia y el capital humano sembrados por décadas de construcción social revolucionaria en Cuba.

Pero sepamos que este es un proceso de desarrollo que debe competir, en sus velocidades, con otros procesos de signo regresivo. Y que cada uno de nosotros se apunte en el bando de los apurados.

Los científicos cubanos tenemos que asumir una responsabilidad en esta competencia de velocidades, con la misma determinación y audacia con que lo hicimos en el enfrentamiento a la pandemia de COVID 19.

Y seguir participando, como parte del pueblo que somos, en la defensa de la Soberanía Nacional, pues sólo sobre esa base podremos construir nuestra alternativa social y económica. Luego en esa nación soberana hay que demostrar que podemos construir una economía basada en el conocimiento, capaz de insertarse con éxito, hacia el exterior, en los flujos mundiales de intercambio de bienes y servicios de alta tecnología, y de conocimientos; y capaz de nutrir, hacia el interior, la expansión continua de nuestro capital humano y el perfeccionamiento de  nuestra equidad y justicia social.

Las funciones históricas del Estado-Nación soberano no están agotadas para el Siglo XXI, como gusta decir a los ideólogos imperialistas del concepto de “soberanía limitada”. Más bien sucede lo contrario: las funciones del Estado-Nación soberano hacen hoy más falta que nunca, porque en la coyuntura dada por la desaparición del campo socialista europeo, seguida del rápido agotamiento del modelo de globalización neoliberal capitalista, se requiere urgentemente de la exploración de nuevas alternativas, que sean capaces de combinar desarrollo económico basado en el conocimiento, sostenibilidad y justicia social; alternativas que deben ser a la vez localmente diversas y globalmente conectadas.

Nuestro “modelo” se construye a mano, día a día, en todos los espacios de nuestra Sociedad. Cada uno de nosotros tiene tareas en esa obra, pues ella contiene la construcción de conexiones eficientes entre nuestros centros científicos y nuestras empresas, el aumento de la productividad del trabajo, la rapidez y eficiencia de las inversiones, el despliegue del enorme potencial de los Centros Universitarios Municipales para influir en el desarrollo socioeconómico de los territorios, el aumento y diversificación de nuestras exportaciones y de su contenido en productos y servicios de alto valor añadido,  el aumento de la producción de alimentos, el cambio en la matriz energética hacia fuentes renovables, el perfeccionamiento continuo de nuestro sistema educacional, y otras, en las cuales podemos vernos todos reflejados.

A estas tareas se suma ahora, a partir del contexto jurídico del 2021, el surgimiento de Pequeñas y Medianas Empresas de alta tecnología, estatales y exportadoras. No serán empresas grandes, pero si pueden ser “bienes de carácter estratégico para el desarrollo económico y social del país”, los cuales define nuestra Constitución que deben ser “propiedad socialista de todo el pueblo”.

El despliegue de la inserción internacional de las empresas cubanas, especialmente de las empresas estatales de alta tecnología, es un componente central del esfuerzo económico de hoy y también demanda conducción intencional y un umbral de velocidad, para que pueda ser catalizador del desarrollo.

Todo esto no se hace solo, ni espontáneamente: tenemos que hacerlo nosotros. Hay que sembrar la confianza en que lo podemos hacer, pero también hay que comprender, con mucho realismo, que no tenemos todo el tiempo del mundo para avanzar despacio. Es la dinámica relativa de esos procesos, a veces contradictorios, la que definirá nuestro futuro.

Y todos somos responsables de que prevalezcan, en sus velocidades, los procesos de signo positivo que refuerzan nuestra soberanía y nuestro socialismo.

Sigamos militando, como Fidel “en el bando de los apurados”.

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

lunes, 18 de octubre de 2021

BIENVENIDA LA PEQUEÑA EMPRESA ESTATAL SOCIALISTA

 En una intervención la semana pasada, durante un encuentro de empresarios, el Ministro de Economía, compañero Alejandro Gil, explicaba las transformaciones que se están implementando en nuestra economía, y  mencionaba a las pequeñas y medianas empresas estatales como “una innovación muy cubana”.

Y tiene razón, porque en muchos otros países se identifica a las pequeñas y medianas empresas (PyMEs) con emprendimientos privados y a las empresas estatales (que por cierto también existen y funcionan en países de economía de mercado) se les identifica con organizaciones grandes.

 Algunos compañeros aquí también hacen explícita o implícitamente esa equivalencia, y esos no tienen razón. La PyME es una forma de gestión, no una forma de propiedad. Pueden ser privadas o estatales, y Cuba necesita PyMEs estatales, las cuales deben ser principalmente de alta tecnología, y muchas de ellas exportadoras.

 A esta conclusión se llega por un razonamiento lineal, casi aritmético.

  •  Necesitamos una economía de alta tecnología porque nuestros recursos naturales exportables son escasos y nuestra demanda interna es pequeña. La necesitamos además porque nuestra fuerza de trabajo envejece, en gran parte como consecuencia de nuestro propio desarrollo social.

  • Necesitamos el surgimiento de muchas empresas pequeñas con nuevas tecnologías, porque la experiencia histórica de otros países muestra que las nuevas tecnologías penetran en el mundo empresarial principalmente a través de empresas pequeñas que exploran innovaciones (y la vida selecciona las que crecerán).

  • Necesitamos adherirnos con firmeza al principio refrendado por nuestra Constitución (Art.27) de que La empresa estatal socialista es el sujeto principal de la economía nacional”

 

El pueblo sabe que si un día renunciáramos a la función central de la empresa estatal socialista como forma principal de la economía, estaríamos implícitamente renunciando a la justicia social, y muy posiblemente también a la soberanía nacional. Las presentes y futuras generaciones de cubanos no pueden cometer ese gravísimo error.

 Si necesitamos una economía con tecnología avanzada y exportadora, si las nuevas tecnologías demandan empresas pequeñas nuevas, y si la empresa estatal es el sujeto principal de la economía, entonces necesitamos PyMEs estatales, de base tecnológica y exportadoras. No hay otra forma de conciliar todas esas premisas simultáneamente.

 La empresa estatal, grande o pequeña, es  el contexto organizacional concreto en el que se expresan la propiedad social, la distribución del producto social de acuerdo al trabajo, y la planificación en función de elevados objetivos sociales.

 La empresa  estatal, aunque a algunos les sorprenda esta afirmación, tiene sus raíces dentro del mismo sistema capitalista. Es la consecuencia natural de dos  procesos: la socialización de la producción, y la separación entre propiedad y gestión. La propiedad socialista de todo el pueblo es una continuación de estos procesos, ya sin las trabas derivadas de la propiedad privada. Es lo que Marx previó al intuir que las formas básicas de un sistema socioeconómico maduran dentro del sistema que le precede.

 A los dos procesos objetivos de socialización de la producción, y de separación entre propiedad y gestión, que han sido consustanciales al desarrollo industrial desde hace más de 200 años, se adiciona en el último medio siglo otro fenómeno, que es el de la internalización de la investigación y el desarrollo tecnológico en las propias empresas.

 Surgen así empresas que invierten una parte importante de sus recursos en investigar nuevos productos y procesos, que sustituyen sus productos por otros mejores con mayor frecuencia que la industria tradicional, que protegen sus conocimientos con patentes y se involucran en frecuentes transacciones sobre activos intangibles (patentes y otros), y que emplean una fuerza de trabajo de alta calificación.

 En América Latina, según CEPAL, las PyMEs (que son privadas), asumen el 67% del empleo, pero solamente contribuyen al 25% del PIB. Ello indica que se concentran en actividades de relativamente poco valor agregado. La inversión privada no se dirige usualmente a actividades de riesgo y de recuperación a largo plazo, como suelen ser las tecnologías disruptivas novedosas

 En Cuba, las PyMEs estatales son un complemento imprescindible del paquete legislativo de transformaciones económicas en curso.

Pero las PyMEs estatales y las privadas están llamadas a ocupar nichos diferentes (aunque siempre con alguna superposición y complementación).

 Es en las PyMEs estatales donde tienen que expresarse mejor las ventajas del socialismo para el desarrollo tecnológico: inversión social inicial, protección del mediano plazo, conexiones con las universidades y los centros científicos, acompañamiento del Estado en la gestión exportadora, personal de alta calificación técnica y motivación social, y otras.

 El camino no tiene mapas ni manuales, y no está exento de incertidumbres. Lo estamos constatando a través del pequeño porcentaje de las estatales dentro de las propuestas de nuevas PyMEs que se reciben hoy. El mensaje a extraer es que la emergencia de PyMEs tecnológicas y estatales es un proceso que no se puede dejar a la espontaneidad. Requiere impulso y conducción, hasta que despegue por su propia dinámica interna.

El sistema bancario cubano tendrá también que innovar en las vías de movilización del capital de despegue. 

La comunidad científica y académica cubana, que está mayoritariamente en el sector presupuestado, tendrá que asumir con energía y entusiasmo el rol de una gran “incubadora de empresas”.

 Será una tarea compleja, pero, como dice una canción de Silvio, “hay buenas semillas en el valle desde ayer”, y no nos faltarán jóvenes preparados y audaces dispuestos para la cosecha.

 

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

martes, 12 de octubre de 2021

LOS JÓVENES EMPRESARIOS DEL SOCIALISMO EN CUBA

  Para los revolucionarios de mi generación la palabra “empresario” tenía una connotación moral peyorativa. Los más viejos la asociaban con los patronos de la empresa del capitalismo, “la patronal”, en el lenguaje sindical de la época; y también para los que vinimos después, la palabra “empresario” se asociaba con los “bisneros” del período especial.

 Nosotros estábamos por encima de todo eso: éramos los jóvenes cuadros de la Revolución de los obreros y los campesinos.

 Pero después, y especialmente cuando el desarrollo científico-técnico demandó la creación de nuevas empresas (conozco algo el caso del sector de la biotecnología) nos tocó a nosotros mismos ser “empresarios”.

 Y eso hicimos: incorporamos nuevas empresas, estudiamos la competitividad de los nuevos productos, diseñamos estrategias comerciales de exportación, discutimos precios, gestionamos las finanzas, impulsamos el crecimiento de las utilidades, condujimos negociaciones, armamos empresas mixtas, y un largo etcétera, muy distinto a lo que hacíamos los científicos cuando estábamos en el sector presupuestado.

 Fuimos “empresarios”, pero todo lo hicimos desde el socialismo y por el socialismo.  El carácter capitalista no está en la formas de gestión empresarial, que tienen  componentes técnicos, sino en las formas de propiedad y de apropiación de los resultados del trabajo, cuya esencia es ideológica.

Así aprendimos a separar en nuestros conceptos y actitudes “la empresa” como unidad económico-social que integra elementos humanos, materiales y técnicos en función de ofrecer bienes y servicios, y “la empresa capitalista” cuya función es extraer plusvalía para que se la apropie el dueño privado y sus accionistas.

 Las empresas socialistas también deben generar ganancias, pero son empresas propiedad de todos y el producto del trabajo se distribuye para todos. Y para gestionarlas bien, en el socialismo necesitamos muchos empresarios y buenos empresarios.

 Esta necesidad se nos ha hecho cada vez más evidente con el paso de las décadas. No es que veamos ahora cosas que no veíamos antes, es que la economía mundial cambió y la del siglo XXI no se parece a la del siglo XX, y menos aún a la del siglo XIX cuando se asentaron muchos de los conceptos clásicos de la teoría económica.

 Mencionemos muy brevemente (un blog no es un libro de texto) dos fenómenos que lo cambian todo:

  •  La globalización de la economía construye cada vez más interdependencias entre las economías de diferentes países, arma cadenas globales de valor y obliga a muchas empresas, aun las más pequeñas, a pensar en mercados externos y competitividad global.

  •  La creciente conexión entre la ciencia y la producción demanda mayor diversidad de productos, que son rápidamente remplazados por productos nuevos, incrementa el componente de los activos intangibles y la gestión del conocimiento en vida de las empresas y comienza a borrar la vieja separación entre el sector presupuestado y el sector empresarial. También demanda exploración de formas empresariales y de gestión nuevas, y audacia en decisiones cuyo impacto es poco predecible.

 La industria gigante de procesos estandarizados y dirección vertical funcionó bien para la economía industrial del siglo XX, en el capitalismo y en el socialismo, pero se adapta mal a las producciones dinámicas y flexibles del siglo XXI.

 Y entonces hacen falta empresas nuevas. La experiencia histórica muestra que las nuevas tecnologías suelen penetrar en la economía a través de empresas nuevas. No es una experiencia lejana. La biotecnología cubana (hoy BIOCUBAFARMA) se armó con empresas que no existían en Cuba, en los años 70s.

 Estudios publicados más recientemente miden la “tasa de nacimiento” de las empresas en diferentes países y obtienen datos  para muchos países (aunque variables de un país a otro) por encima de 10%. Sin que esto sea una meta, sino sólo una referencia, tenemos hoy en Cuba más de 1800 empresas estatales: una tasa de natalidad de empresas de 10% supondría la creación de 180 empresas estatales nuevas cada año. ¿Tenemos los empresarios para eso?

 Tendremos que crear nuevas empresas como una vez creamos aceleradamente nuevas escuelas y nuevos hospitales. Es parte de la imprescindible construcción de institucionalidad en el proyecto social cubano.

 Para seguir reforzando las conexiones entre la ciencia y la economía, muchas de las nuevas empresas tendrán que ser de base tecnológica, y tendrán que ser estatales. Las pequeñas empresas privadas (y este es una experiencia de muchos otros países) tienen un espacio en la economía, pero no suelen lanzar proyectos a largo plazo y tecnológicamente complejos, que impliquen competitividad a escala global y manejo de incertidumbres. Esas son funciones del Estado en la economía. La intensidad tecnológica de la producción y las exportaciones,  determinará el balance óptimo entre propiedad privada y propiedad estatal. En esa economía de alta tecnología es donde mejor deben expresarse  las ventajas del socialismo. Ampliaremos más esta idea la semana próxima.

 Estamos viviendo en Cuba un momento de mucha creatividad en el contexto jurídico de nuestra economía. El ordenamiento jurídico abre oportunidades, pero después son las personas quienes que tienen que conquistarlas.

 Entonces necesitamos muchos jóvenes que sean los empresarios de las empresas socialistas, y que se dispongan a aceptar los enormes desafíos a la inteligencia y a la voluntad, que plantea la gestión de empresas en la era de la globalización y de la 4º revolución industrial.

 Serán personas profundamente comprometidas con Cuba y con su proyecto socialista de soberanía y  justicia social; que tengan esa especial combinación de humildad personal y ambición intensa por el desarrollo de su organización (no por el enriquecimiento personal); que sepan al mismo tiempo preservar y comunicar los valores esenciales, pero también estimular el cambio y la experimentación; que sepan formular objetivos audaces y motivadores pero al mismo tiempo construir procesos y exigir disciplina en los procesos y en el desempeño cotidiano. Profesionales que brillen “a través del brillo de sus colaboradores y “alumnos”, no del suyo propio. Líderes que dirijan con el ejemplo, pero también con su capacidad de comunicar, convencer, entusiasmar y movilizar la voluntad de la gente, y que construyan un ambiente empresarial en que cada trabajador sienta que crece cada día.

 Tenemos jóvenes así, y no son pocos. Son la “arcilla fundamental de la obra” que apreció el Che Guevara desde su ensayo de 1965 sobre “El Socialismo y el Hombre en Cuba”.

 No es una consigna ni una ilusión: en BIOCUBAFARMA hemos visto emerger decenas, y pueden surgir más. Jóvenes empresarios del socialismo que saldrán del pueblo, para servir al pueblo.

 Quienes se animen a enfrentar con dignidad el reto…. “bienvenidos a bordo”, la lucha continúa.

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

lunes, 4 de octubre de 2021

LA CIENCIA Y SUS RESPONSABILIDADES

 Advertencia: Que nadie se confunda por el título y deje de leer lo que sigue, pensando que es una nota dirigida a los que trabajan profesionalmente en instituciones científicas.

El tema es para todos, porque estamos hablando de la ciencia como una actividad humana estructurada con la intención de producir eficientemente conocimiento nuevo. Y eso se hace de muchas maneras y en muchos espacios.

 Todos hemos visto crecer el espacio de la ciencia en la vida de la sociedad cubana. En los últimos meses muchos vinculan este proceso al enfrentamiento a la pandemia de COVID 19 y al exitoso desarrollo de nuestras vacunas. Otros lo asocian a la biotecnología.

 Pero es mucho más que eso. El Presidente Diaz-Canel en su Tesis Doctoral define a la Ciencia, la Tecnología y la Innovación como uno de los pilares de la gestión de gobierno en Cuba.

 Y es que la ciencia tiene ahora responsabilidades nuevas. El espacio de la ciencia  en las sociedades humanas está cambiando y los roles de la ciencia son hoy bien diferentes a los que eran incluso a mediados del siglo XX. 

  • En un mundo globalizado y de rápidos cambios tecnológicos, el desarrollo económico depende cada vez más de la conexión de nuestra economía con la economía mundial, y eso no puede hacerse exportando productos primarios de bajo valor agregado, para importar manufacturas de alto valor agregado. Esa conexión hay que hacerla con productos y servicios de alto contenido de conocimientos, y ello demanda capacidades de asimilar creativamente conocimientos y tecnologías nuevas, y demanda capacidades de crear conocimiento, es decir, ciencia e innovación. Se trata de insertarnos en los flujos globales, no solamente de productos, servicios y capitales, sino en los flujos globales de conocimientos.

  • En un mundo de enormes y rápidos flujos de información, la soberanía nacional (que necesitamos para poder realizar nuestro proyecto de justicia social) depende de nuestra capacidad colectiva de pensar las realidades mundiales con cabeza propia, y depende otra vez de nuestra capacidad de crear conocimiento. Lo dijo Fidel, como tantas otras cosas, en 1991: “La independencia no es una bandera, o un himno, o un escudo. La independencia no es cuestión de símbolos. La independencia depende del desarrollo, la independencia depende de la tecnología, depende de la ciencia en el mundo de hoy”.

  • También el Socialismo, sistema que debemos perfeccionar, pero en el cual seguimos confiando como forma superior y sostenible de justicia social y convivencia humana, depende del desarrollo científico y técnico. La confianza en la posibilidad de un sistema social superior, y la confianza en la ciencia, nacieron juntas en la Historia. 

La ciencia, y el conocimiento en su sentido más amplio, son un producto social. Nadie puede poseer todas las piezas de conocimiento previo necesarias para descubrir o inventar algo. Y en la misma medida en que la vida económica dependa de la  ciencia socialmente construida, se hará más insostenible y peligrosa la contradicción fundamental del capitalismo entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación.

Una  economía cubana basada en el conocimiento será no solamente más eficiente y más desarrollada, sino también más socialista. Hacer ciencia, en Cuba, es también defender el socialismo.

  • La sociedad socialista, justa, próspera y sostenible a la que aspiramos, requerirá cada vez más una cultura científica, y no se trata de una u otra institución científica, vinculada a la ciencia mundial, sino de la integración del pensamiento científico en la cultura general del cubano, en todas sus instituciones, en todas sus tareas sociales, en todos los espacios territoriales, en todas las edades.

 Cuando se siembra ciencia en una sociedad no se obtienen solamente  nuevos conocimientos, o tecnologías, o productos, se siembra también una cultura de racionalidad, pensamiento basado en datos, construcción de hipótesis verificables, objetividad, debate, crítica y verificación constante e independiente, todo lo cual es fuente de ética y valores, y  levanta un muro de contención contra la superficialidad, la superstición y la pseudociencia. Todos debemos ser “hombres de pensamiento”.

Asumir las nuevas responsabilidades, porque nuevas son, de la ciencia en Cuba implica hacer crecer, en capital humano y en infraestructura, nuestro sistema de ciencia, tecnología e innovación, y reforzar sus conexiones con la economía, con la educación, con la cultura, y con el mundo.

 Cuba no puede aspirar a una inserción en la economía mundial a través de la exportación de recursos naturales porque no los tenemos. Tampoco somos un país de grandes dimensiones, con una demanda interna grande que funcione como atractor de inversiones y desarrollo industrial. Nuestra inserción soberana en la economía mundial tendrá que ocurrir a través de la ciencia, la tecnología y la innovación.

 En las tres notas precedentes a ésta hablamos de los tres caminos posibles por los que podría transitar nuestro futuro:

l  El camino de la ingenuidad.

l  El camino del estancamiento.

l  El camino de la cultura.

 Y subrayábamos la importancia de superar falsas dicotomías que hacen a algunos asumir que finalmente habrá que escoger entre eficiencia con desigualdades, o justicia social con carencias materiales ;o escoger entre la planificación rígida que sacrifica la creatividad en aras del ahorro a corto plazo, y la descentralización de la gestión que permite explorar alternativas de crecimiento, pero que a su vez abre espacios para el despilfarro y la corrupción.

Pero esas dicotomías pueden ser superadas. Son falsas disyuntivas, pues el balance está mediado por la cultura; en su más amplio sentido, ético, y jurídico, y también por el desarrollo científico y tecnológico.

Así, el desarrollo científico y tecnológico es una de nuestras principales herramientas para lograr motivación y creatividad dentro de la propiedad social sobre los medios de producción, y exploración permanente de alternativas económicas sin erosionar la orientación de nuestra economía a la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales de todos.

 La ciencia cubana, que ya nos dio las vacunas contra la COVID 19, como nos dio antes las vacunas contra la meningitis, la hepatitis y otras enfermedades, tiene que darnos también una vacuna contra el capitalismo neoliberal, que es la pandemia actual de la economía.

 Lograr ese objetivo demandará esfuerzo, sabiduría en los procedimientos y sentido de urgencia en las velocidades de los procesos de cambio, y demandará también el surgimiento de nuevas empresas de base tecnológica y de los nuevos emprendedores del socialismo. Dejemos ese tema para la próxima nota.

 Concluyamos esta con la convicción de que en la trayectoria histórica de la Nación Cubana la ciencia nunca fue un lujo: Fue un combatiente. Eso nos dijo José Martí desde el siglo XIX y para el siglo XXI: La razón, si quiere guiar, tiene que entrar en la caballería”.

 

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

 

 

LOS COMPLEJOS DEBATES DE HOY VISTOS DESDE LAS CIENCIAS NATURALES

   La formación profesional de cada uno de nosotros influye inevitablemente en la manera en que apreciamos la realidad y definimos prioridad...