En una
intervención la semana pasada, durante un encuentro de empresarios, el Ministro
de Economía, compañero Alejandro Gil, explicaba las transformaciones que se
están implementando en nuestra economía, y
mencionaba a las pequeñas y medianas empresas estatales como “una innovación muy cubana”.
Y
tiene razón, porque en muchos otros países se identifica a las pequeñas y
medianas empresas (PyMEs) con emprendimientos privados y a las empresas
estatales (que por cierto también existen y funcionan en países de economía de
mercado) se les identifica con organizaciones grandes.
Algunos
compañeros aquí también hacen explícita o implícitamente esa equivalencia, y
esos no tienen razón. La PyME es una forma de gestión, no una forma de
propiedad. Pueden ser privadas o estatales, y Cuba necesita PyMEs estatales,
las cuales deben ser principalmente de alta tecnología, y muchas de ellas
exportadoras.
A esta
conclusión se llega por un razonamiento lineal, casi aritmético.
- Necesitamos una economía de alta tecnología porque
nuestros recursos naturales exportables son escasos y nuestra demanda interna
es pequeña. La necesitamos además porque nuestra fuerza de trabajo envejece, en
gran parte como consecuencia de nuestro propio desarrollo social.
- Necesitamos el surgimiento de muchas empresas pequeñas con nuevas
tecnologías, porque la experiencia histórica de otros países muestra que
las nuevas tecnologías penetran en el mundo empresarial principalmente a través
de empresas pequeñas que exploran innovaciones (y la vida selecciona las que
crecerán).
- Necesitamos adherirnos con
firmeza al principio refrendado por nuestra Constitución (Art.27) de que “La
empresa estatal socialista es el sujeto principal de la economía nacional”
El
pueblo sabe que si un día renunciáramos a la función central de la empresa
estatal socialista como forma principal de la economía, estaríamos
implícitamente renunciando a la justicia social, y muy posiblemente también a
la soberanía nacional. Las presentes y futuras generaciones de cubanos no
pueden cometer ese gravísimo error.
Si
necesitamos una economía con tecnología avanzada y exportadora, si las nuevas
tecnologías demandan empresas pequeñas nuevas, y si la empresa estatal es el
sujeto principal de la economía, entonces necesitamos PyMEs estatales, de base
tecnológica y exportadoras. No hay otra forma de conciliar todas esas premisas
simultáneamente.
La
empresa estatal, grande o pequeña, es el contexto organizacional
concreto en el que se expresan la propiedad social, la distribución del
producto social de acuerdo al trabajo, y la planificación en función de
elevados objetivos sociales.
La
empresa estatal, aunque a algunos les
sorprenda esta afirmación, tiene sus raíces dentro del mismo sistema
capitalista. Es la consecuencia natural de dos procesos: la socialización de la producción, y
la separación entre propiedad y gestión. La propiedad socialista de todo el
pueblo es una continuación de estos procesos, ya sin las trabas derivadas de la
propiedad privada. Es lo que Marx previó al intuir que las formas básicas de un
sistema socioeconómico maduran dentro del sistema que le precede.
A los
dos procesos objetivos de socialización de la producción, y de separación entre
propiedad y gestión, que han sido consustanciales al desarrollo industrial
desde hace más de 200 años, se adiciona en el último medio siglo otro fenómeno,
que es el de la internalización de la investigación y el desarrollo tecnológico
en las propias empresas.
Surgen
así empresas que invierten una parte importante de sus recursos en investigar
nuevos productos y procesos, que sustituyen sus productos por otros mejores con
mayor frecuencia que la industria tradicional, que protegen sus conocimientos
con patentes y se involucran en frecuentes transacciones sobre activos
intangibles (patentes y otros), y que emplean una fuerza de trabajo de alta
calificación.
En
América Latina, según CEPAL, las PyMEs (que son privadas), asumen el 67% del
empleo, pero solamente contribuyen al 25% del PIB. Ello indica que se concentran
en actividades de relativamente poco valor agregado. La inversión privada no se
dirige usualmente a actividades de riesgo y de recuperación a largo plazo, como
suelen ser las tecnologías disruptivas novedosas
En
Cuba, las PyMEs estatales son un complemento imprescindible del paquete
legislativo de transformaciones económicas en curso.
Pero
las PyMEs estatales y las privadas están llamadas a ocupar nichos diferentes (aunque
siempre con alguna superposición y complementación).
Es en
las PyMEs estatales donde tienen que expresarse mejor las ventajas del
socialismo para el desarrollo tecnológico: inversión social inicial, protección
del mediano plazo, conexiones con las universidades y los centros científicos,
acompañamiento del Estado en la gestión exportadora, personal de alta calificación
técnica y motivación social, y otras.
El
camino no tiene mapas ni manuales, y no está exento de incertidumbres. Lo
estamos constatando a través del pequeño porcentaje de las estatales dentro de
las propuestas de nuevas PyMEs que se reciben hoy. El mensaje a extraer es que
la emergencia de PyMEs tecnológicas y estatales es un proceso que no se puede
dejar a la espontaneidad. Requiere impulso y conducción, hasta que despegue por
su propia dinámica interna.
El
sistema bancario cubano tendrá también que innovar en las vías de movilización del
capital de despegue.
La comunidad científica y académica cubana, que está
mayoritariamente en el sector presupuestado, tendrá que asumir con energía y
entusiasmo el rol de una gran “incubadora de empresas”.
Será
una tarea compleja, pero, como dice una canción de Silvio, “hay buenas semillas en el valle
desde ayer”, y no nos
faltarán jóvenes preparados y audaces dispuestos para la cosecha.
Agustín
Lage Dávila
Centro
de Inmunología Molecular
Muy buena la exposición que hace el autor de conceptos basicos sobre Pymes estatales como resultado del desarrollo económico y social de Cuba socialista. Hacerlo innovando, adaptandolas a la realidad objetiva de la sociedad cubana actual para garantizar más y mejor socialismo, es una figura de mérito. Hacerlo hoy, es tener sentido del momento histórico.
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