lunes, 27 de diciembre de 2021

LAS TRES BATALLAS DEL 2021

 


Esta (la Nº25) es la ultima nota del 2021 y es ineludible usarla para resumir el mensaje de lo que apreciamos ha sido esencial en este difícil pero también glorioso año.

 Los cubanos, cada cual desde su puesto, con sus ideas y sus valores, pero esencialmente todos, hemos estado involucrados en tres grandes batallas que deciden nuestro futuro:

1. El control de la epidemia de COVID

2.   El enfrentamiento a la agresión mediática y cultural contra nuestro proyecto de sociedad

3.  El desarrollo económico, aún en el contexto del bloqueo 

Nos plantearon enormes amenazas: La primera amenazaba nuestra salud, la segunda, nuestro pensamiento, la tercera, nuestro sustento material. Las tres juntas, amenazaban nuestra Nación.

En las dos primeras vencimos, indiscutiblemente. Hay que consolidarlas y proyectarlas al futuro, porque pueden continuar, pero son esencialmente victorias. En la tercera logramos resistir, que no es poca cosa, y es el paso indispensable para vencer, pero la victoria grande nos exige todavía mucho esfuerzo e inteligencia.

 El control de la epidemia de COVID-19 se logró este año con la biotecnología, la ciencia, la fortaleza, experiencia y universalidad de nuestro sistema de salud, y la culta participación del pueblo y sus instituciones. Validó la fertilidad de la estrategia de desarrollo científico implementada por la Revolución durante décadas, y la importancia de las conexiones entre la ciencia y la producción que se construyeron desde los momentos fundacionales del Polo Científico, bajo la conducción de Fidel. Validó el concepto de que la salud no puede ser mercancía, y que las instituciones presupuestadas o empresariales de las que dependen los servicios de salud tienen que ser propiedad socialista de todo el pueblo, no solo por razones morales (que es lo principal) sino también por razones de eficacia. Esta batalla dejará experiencias para el perfeccionamiento y desarrollo de ambos actores, la industria y el sistema de salud, que debemos aplicar de inmediato pues el contexto mundial de pandemia continuará en el 2022.

 La agresión mediática y cultural, con la que, este año especialmente, se intentó dividir al pueblo y erosionar su capacidad colectiva de respuesta a los retos del momento, fue derrotada. Su implementación y financiación (sabemos bien por quienes), en combinación con el reforzamiento del bloqueo, precisamente en los momentos en que enfrentábamos la peligrosa epidemia, pasará a la historia como una de las mayores inmoralidades políticas de este siglo. Se la recordará en la galería de las vergüenzas, junto con la reconcentración Weyler, el holocausto nazi, el bombardeo nuclear, la guerra de VietNam, el apoyo a las dictaduras del cono sur latinoamericano, el apartheid sudafricano y los asesinatos de maestros por las bandas contrarrevolucionarias en Cuba. La historia no va a absolver a sus articuladores.

 La agresión mediática y cultural contra Cuba es una guerra de pensamiento. La derrotamos, como quería Martí “a pensamiento”. La incentivación de la violencia, la promoción de apetititos egoístas, la desconfianza en el futuro del país, y la divulgación de superficialidades intelectuales, se estrellaron contra el muro de la cultura cubana, ahora solidificada por 6 décadas de acceso masivo y gratuito a la educación. Apostaron a encontrar muchos tontos influenciables en Cuba, y resultó que son muy pocos.

Esta batalla también nos deja experiencias para el perfeccionamiento y desarrollo del trabajo político y cultural, que es preciso analizar bien pues este episodio del 2021 es parte de un diferendo histórico de más de dos siglos.

 La tercera batalla, la del desarrollo económico no la hemos ganado todavía. Y sería superficial intentar un análisis simplificador en el espacio de las 4 páginas de un blog. Pero hay algunas cosas que decir:

  •  La primera es que hemos resistido la embestida económica más larga de la historia mundial (60 años), articulada por la potencia económica y militar más grande de la historia mundial; y continuamos resistiendo 30 años después en que se derrumbaron los aliados que teníamos en Europa del Este. Y aquí estamos, nuestro pueblo sin hambrientos, sin mafias, sin desalojos de vivienda, con todos sus niños en la escuela, con nuestro gobierno popular que funciona bajo la Constitución socialista que hicimos y aprobamos nosotros mismos. Esa capacidad de resistencia nos enorgullece, no solamente por la resistencia misma, sino porque ella augura capacidad de desarrollo. Sin soberanía y sin unidad nacional, ninguna estrategia económica, por “técnicamente brillante” que fuese, podría funcionar. 
  •  La segunda es que no estamos congelados en estrategias económicas viejas, que funcionaron en su momento pero que ya cumplieron su rol histórico y agotaron su capacidad de adaptación a los cambios de la economía mundial. Estamos en un momento de creatividad legislativa y organizativa para adecuar nuestro modelo de desarrollo a las nuevas realidades, y sin que deje de ser soberano, equitativo, culto y socialista.
  • La tercera es que el camino del desarrollo económico y social hay que recorrerlo en un contexto mundial que no es el que existía en la década de los 60s, cuando la Revolución hizo sus primeros planes de despegue económico. Hay que trabajar ahora en una economía globalizada, que depende mucho más del balance económico externo, y de la capacidad de inserción internacional, especialmente para los países pequeños; y en una economía de tecnologías rápidamente cambiantes, que demanda una dinámica superior de creación de empresas diversas y de conexiones entre las empresas y las instituciones científicas y educacionales, así como una dinámica superior  de diversificación de productos y servicios de alto valor agregado. Todo ello exige creatividad gerencial, además de tecnológica, y hay que crear el contexto regulatorio que lo permita y estimule; y formar los cuadros jóvenes que lo protagonicen.
  •   La cuarta es que, con pocos recursos naturales, y escasa demanda doméstica, y con un bloqueo que va a continuar (porque nuestros adversarios históricos no saben, ni pueden hacer otra cosa), nuestra osadía de construir prosperidad material a partir de la justicia social y el acceso al conocimiento, es esencialmente un desafío cultural. Será la cultura, ética, jurídica, científica y técnica, la que determine nuestra capacidad de desacoplar el crecimiento económico de la expansión de desigualdades, la que expanda el espacio de lo posible, y establezca la velocidad de nuestro avance.

Las batallas de este año 2021 nos preparan para continuar construyendo el país posible que queremos los cubanos. No el que quieren imponernos otros, sino el que queremos nosotros los cubanos.

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

 

lunes, 20 de diciembre de 2021

ANTE MI FAROL DE KEROSENO: IDEAS EN EL DÍA DEL EDUCADOR

 Esta semana se celebra en Cuba el 60 aniversario de la culminación exitosa de la Campaña de Alfabetización en 1961.

El farol chino de keroseno que llevábamos los brigadistas para impartir clases donde no había luz eléctrica, pronto se convirtió en la imagen simbólica de aquella batalla.  

Los miles de jóvenes alfabetizadores que desfilamos felices en la Plaza el 22 de diciembre de 1961 coreábamos una consigna: “Fidel, dinos que otra cosa tenemos que hacer”.  Entonces Fidel habló de la Educación.

Y empezaron las nuevas batallas: la escolarización total, la formación de decenas de miles de maestros, la educación obrera y campesina, la conquista del 6º grado, y luego del 9º, la Imprenta Nacional de Cuba, la integración del estudio con el trabajo, las escuelas en el campo, los planes de becas, los institutos preuniversitarios vocacionales, las universidades en todas las provincias, los centros universitarios municipales, el Polo Científico, y muchas otras.

Entre 1960 y 2012 la cantidad de maestros se multiplicó por diez, el número de estudiantes en todos los niveles pasó de 800 000 a más de 3 millones, la escolarización primaria superó el 98% y la secundaria el 84%,  los centros universitarios aumentaron de 3 a 54 y el número de cubanos con título universitario sobrepasó un millón.

Veámoslo hoy, desde la perspectiva de 60 años, como una larga y coherente “continuidad”. Sin aquellos faroles de keroseno de 1961 no tendríamos hoy vacunas de COVID, ni biotecnología, ni informatización, ni estaríamos hablando de economía del conocimiento, ni proyectando industrialización avanzada. Tampoco tendríamos Casas de Cultura, ni Festival del Nuevo Cine, ni Bienal de artes visuales, ni escuelas de arte. No tendríamos la avanzada Constitución de la República del 2019, construida con la participación masiva e inteligente, del pueblo. Y los ideólogos del capitalismo yanqui y sus mercenarios en las redes “anti-sociales” hubiesen quizás logrado su propósito de convertir a muchos cubanos en “estúpidos sociales”.

Celebramos hoy el hito de 1961, pero la historia viene de mucho más lejos, pues el desarrollo de la educación está vinculado a los orígenes mismos de la nacionalidad cubana  hace más de 200 años.

En la primera mitad del siglo XIX, cuando Cuba aún no existía como estado independiente, Félix Varela propuso comenzar por independizarnos del pensamiento escolástico y las supersticiones sembradas durante los tres siglos precedentes, y que la educación se basara en el método experimental y el pensamiento científico, en el que la experiencia y la razón son las fuentes del conocimiento. Varela introdujo por primera vez la enseñanza de la física y la química experimentales, y fue el precursor de nuestro desarrollo científico.

Luego, la monumental obra de pensamiento de José Martí sobre la Educación, la puso en el centro de su proyecto político de soberanía nacional y justicia social. Martí sentenció que: “En la escuela se ha de aprender el manejo de las fuerzas con las que en la vida se ha de luchar” , y aspiró a que “la enseñanza científica vaya, como la savia en los árboles, de la raíz al tope de la enseñanza publica”. Martí mismo fue maestro en varios países.

La intervención estadounidense en 1898 impuso una pseudorrepública de soberanía limitada, que bloqueó el camino hacia la república “con todos y para el bien de todos” que era el proyecto de Martí. La frustración de la república en la primera mitad del siglo XX es evidente en muchos datos. El censo de población de 1919 identificó que 54 % de los cubanos no sabía leer ni escribir. En 1924 solo 9 % de los cubanos estaba matriculado en las escuelas. 

La decadencia educacional fue descrita así por Fernando Ortiz: “Si continuáramos en ese estado de decadencia escolar y la próxima generación creciera tan impreparada como la que ahora llega, nuestras libertades carecerían en el futuro de su mas firme sostén, el de la civilización, y Cuba vendría a ser como un gran batey en una empresa, que entonces no seria nuestra, y los cubanos no podríamos ser […] sino humildes oficinistas o simples cortadores de caña”.

Fidel Castro retomó el proyecto martiano y caracterizó la situación cubana en 1953, en su alegato de defensa “La Historia me absolverá”, en seis problemas: la tierra, la industrialización, la vivienda, el desempleo, la educación y la salud del pueblo.

La revolución en el nuevo siglo tendría que conquistar la plena justicia social o no sería revolución. Y una vez más la educación y la ciencia estaban en el centro de esa batalla. Fidel lo expresó así en 1990, precisamente en un Congreso de Pedagogía: “La independencia no es una bandera, o un himno, o un escudo. La independencia no es cuestión de símbolos. La independencia depende del desarrollo, la independencia depende de la tecnología, depende de la ciencia en el mundo de hoy”.

Hoy las nuevas generaciones de cubanos (ya con universidades, computadoras y redes informáticas, y sin la necesidad del farol de keroseno) tienen que continuar la misma tarea, en un siglo XXI que es diferente:

  • Porque la economía mundial es cada vez más interconectada y global, y nuestra soberanía depende de nuestra capacidad de sembrar nuestros mensajes en el mundo.
  • Porque el conocimiento deviene el componente principal del desarrollo económico.
  • Porque las tecnologías cambian a mucha mayor velocidad y la capacidad de asimilarlas no basta, si no se acompaña de la capacidad de crear tecnologías novedosas.
  • Porque nos adentramos en una nueva (cuarta) Revolución Industrial que borra las fronteras entre las esferas física, digital y biológica de la producción material.
  • Porque la circulación acelerada de información en las redes informáticas nos trae, junto con ideas muy valiosas, también un tsunami de información irrelevante, o sencillamente falsa, conocimiento fragmentado y superficialidades, cuyo efecto de corrosión intelectual solamente es posible enfrentarlo a partir de una cultura sólida y capacidades de razonamiento e intuición bien entrenadas.

Ante los retos siempre nuevos de las presentes realidades, las universidades han ido ampliando sus espacios de actuación y transitando más allá de la función de formación de capital humano, hacia un protagonismo creciente en la investigación científica, hacia la influencia directa en el sector empresarial aumentando su capacidad de absorber ciencia, hacia un impacto directo en la conducción del desarrollo local, y hacia convertirse también en una gran incubadora de nuevas empresas de alta tecnología.

Esta conexión cada vez más directa entre productividad y educación, y entre educación y ciencia, es consecuencia de la velocidad con que se generan en el mundo de hoy nuevos conocimientos y nuevas tecnologías.

La política educacional y la política científica tienen que reaccionar rápida y eficazmente a los desafíos que plantean las tecnologías de la cuarta revolución industrial.

La ciencia y las nuevas tecnologías son la nueva alfabetización que necesitamos en el siglo XXI.

Como la de 1961, esta tendrá que ser una acción masiva y rápida, de toda la sociedad, que logre enraizar el método científico de pensamiento en la cultura general del cubano, de todos los cubanos.

Como la de 1961, esta tendrá que ser seguida de muchas acciones de continuidad, diseñadas e implementadas creativamente tanto en el sector presupuestado como en el sector empresarial.

Como la del 1961, esta será solamente posible sobre las sólidas bases de la soberanía nacional y del socialismo.

Es lo que vemos con claridad y continuidad, cuando levantamos el farol de los alfabetizadores de hace 60 años.

 

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

lunes, 13 de diciembre de 2021

CULTURA ORGANIZACIONAL: LO QUE APRENDIMOS EN EL CIM.

 Hoy es sobre el CIM. Este comentario partirá de reflexiones sobre el Centro de Inmunología Molecular (CIM), pero solo como incentivo para abordar enseguida en el tema mayor de la calidad de las instituciones. Puede ser útil también fuera de los límites del CIM.

  Hace unos días celebramos el aniversario 27 de la inauguración del Centro por el Comandante en Jefe Fidel Castro (5 de diciembre, 1994). Durante los últimos meses hemos visto con alegría varios reconocimientos al colectivo, y también trabajadores que participaron directamente en la obtención de las vacunas contra la COVID 19 han recibido altas distinciones nacionales, incluyendo el título de “Héroe del Trabajo”. Ocasión para celebrar, y también para pensar.

 Varios de los condecorados no estaban en el colectivo cuando se inauguró el CIM en 1994. Eran entonces jóvenes que apenas concluían sus estudios. La manera en que la institución reforzó en ellos el sentido de compromiso con el país y con la ciencia, es algo que merece análisis.

 Somos fruto de la historia de nuestro país y su revolución, la única, que va de 1868 hasta hoy. José Martí escribió en 1892 que: “Nada es un hombre en si, y lo que es, lo pone en él su pueblo.”

 Recibimos influencias universales y nacionales, pero también somos fruto del colectivo pequeño y directo en el que cada cual realiza, junto con otros, su labor humana.

 La cultura individualista occidental (en su extremo, la cultura de “llanero solitario” de los vecinos del norte) asume que la sociedad es una yuxtaposición de individuos que defienden sus intereses individuales en transacciones de mercado. Esa es la imagen que divulgan, pero esa no es la verdad: la sociedad humana es una suma de instituciones, formales e informales, pequeñas y grandes, dentro de las cuales cada uno construye y proyecta su visión del mundo, sus capacidades y su ética.

 La calidad de esas instituciones aporta incentivos (o pone límites) al despliegue de las potencialidades individuales. No basta tener buenas ideas, ni incluso bastaría sumarles la voluntad de realizarlas: se necesita también construir la institucionalidad que permite y facilita su realización y su continuidad en el tiempo.

 El “capital humano”, que la experiencia revolucionaria cubana ha sembrado y cultivado, es expresión de la calidad moral y profesional de las personas que realizan las construcciones sociales, y es un imprescindible punto de partida, pero en sí solo no es suficiente. Hace falta también cultivar la calidad de las instituciones, que refleja los espacios y formas de las interacciones entre las personas.

Y así como hay una institucionalidad “macro”, expresada en las leyes, el ordenamiento económico, el sistema judicial, el sistema educacional, las organizaciones políticas y sociales, y los valores de un país (tema para otro comentario); también hay una institucionalidad “micro” que se expresa en la calidad de la vida interior de las empresas,  organizaciones presupuestadas y otras agrupaciones.

 El CIM es una de ellas,  y más allá del edificio y la estructura organizativa, están sus procesos internos y su cultura organizacional. Buen momento éste hoy para reflexionar sobre sus rasgos.

 Espero que ningún lector piense que esos procesos internos y esa cultura organizacional son fruto de las ideas y la labor individual de alguien. Allá con su error quien se lo crea!. La calidad de una institución es una construcción colectiva, meticulosa y extensa, en la cual está el aporte de todos, a través de millones de interacciones que van dando forma a una manera de hacer, y generando propiedades nuevas en la organización. Por eso todos (realmente todos) los que trabajan o han trabajado en el CIM, pueden y deben sentirse orgullosos de lo logrado, no solo en un resultado científico, productivo o económico concreto, sino en el resultado mayor que es el propio CIM.

 Y también por lo mismo todos compartimos una cuota de responsabilidad por lo que salió mal, o lo que no hemos podido aún alcanzar. Eso lo discutiremos en otro momento.

 Hoy, el aniversario nos mueve a meditar en cómo se ha logrado esa calidad institucional construida entre todos y cuales son sus rasgos principales; no para satisfacer vanidades, sino para reforzar y proyectar al futuro los valores y los procesos que nos han traído hasta aquí, cuidarlos, e impedir que se diluyan en las inevitables complejidades y coyunturas cotidianas.

 Mirando en profundidad a esos 27 años que celebramos hoy, podemos identificar al menos seis valores que han guiado el accionar de los trabajadores del CIM y son los pilares de la calidad institucional: 

1.     Somos, primero que todo, y queremos ser más, un baluarte de la revolución y el socialismo. Trabajamos para hacer emerger la maravilla de la tecnología y la creatividad científica. Eso es cierto, y es bueno, pero trabajamos también para hacerlo desde Cuba, para defender el derecho de Cuba soberana a insertarse en el mundo y en la economía tecnológica del futuro; y trabajamos también para hacerlo desde el Socialismo, con laboratorios y fábricas que son, como dice una canción de Silvio, “edificios sin dueño”, o mejor, con 11 millones de dueños. Quien se olvide de eso no entenderá como llegamos hasta aquí, y menos entenderá lo que tenemos que hacer de aquí en adelante. 

2.     Entendemos la consagración al trabajo como un elemento esencial de nuestra ética. Lograr grandes metas requiere dedicación al trabajo y al estudio. Consagración real, de muchas horas, muchos días. No puede ser una meta, ni una imposición administrativa: Debe ser una expresión de ética, derivada de la capacidad de asumir deberes conscientemente, y del ejemplo de los dirigentes en todos los niveles. No se impone, pero esa ética, cuando surge de manera natural, significa y produce muchas cosas.  Hay que hacer de nuestras tareas, no un medio de vida, sino un sentido de la vida. 

3.     Hay que hacer ciencia real, competitiva, con resultados de originalidad mundial. No hay sustituto para eso. No existe aquí la “media-ciencia”, ni la originalidad “en ciertas condiciones”. Necesitamos una industria innovadora y competitiva a escala mundial, a la hay que llegar con resultados de nivel mundial. Es difícil, pero se puede hacer. 

4.      Debemos construir un ambiente de creatividad, que estimule a cada uno a pensar sin imitaciones ni rutinas, y a expresar y proponer lo que se piensa. Ello presupone estimular, especialmente en los jóvenes, la confianza en sí mismos y la decisión de asumir metas grandes. La experiencia de estos años nos enseñó que podemos hacer cosas más grandes que las que nosotros mismos habíamos imaginado. Esta idea pudiera generar satisfacción, pero seria mejor que nos estimulara a preguntarnos ¿Qué más podemos hacer hoy que ni siquiera imaginamos? Hay que cultivar la “cultura de las metas grandes”, colosales, y asumir las responsabilidades que deriven de eso. 

5.     Hacer ciencia implica el compromiso de llevarla hasta el final, hasta sus aplicaciones e impactos. Hacer buena ciencia es solamente la mitad del camino. La otra mitad es conectar la ciencia con la producción, con la economía y con el impacto final de los resultados en la salud de la gente. No somos solamente un centro científico: somos una operación industrial y un proyecto de salud basados en la ciencia. Eso es mucho más. Conectar la ciencia con la economía significa también conectarla con la Empresa Estatal Socialista. Ella es la expresión concreta de la propiedad social sobre los medios de producción y de la distribución en función del trabajo. Es la que garantiza la justicia social.  

6.     Cultivamos un ambiente de debate transparente, en que participan los trabajadores y los directivos a cualquier nivel de dirección. Si los revolucionarios tenemos la razón, (y la tenemos) y la autoridad que da el ejemplo, todo se puede informar, y todo se puede discutir. Ello no significa que cualquiera tenga la razón en todo lo que dice, pero debe haber espacios amplios y frecuentes de debate transparente. 

Todos hemos sido, y seguimos siendo, responsables de construir y reforzar una cultura organizacional basada en esos valores. Todos somos responsables, pero los jefes, mientras lo son, tienen responsabilidades mayores. Por eso uno de los rasgos más cultivados de la cultura organizacional del CIM ha sido, y debe seguir siendo, el tipo de dirigente que debe emerger de los trabajadores, especialmente de los jóvenes. Deben ser compañeros convencidos de que: 

1.   Tener “mando” no basta: hay que tener “liderazgo”. El mando lo designan los jefes superiores: el liderazgo lo otorgan los trabajadores. 

2.   La consagración al trabajo es uno de los valores esenciales de los dirigentes: el jefe es el primero que llega y el último que se va. 

3.   Cualquier trabajador debe poder hablar con el jefe “hoy mismo”. El jefe siempre está, y  trabaja con las puertas abiertas. 

4.   El jefe se informa directamente hablando con todos en la base, pero emite orientaciones a través de sus mandos intermedios, respetando la autoridad de sus subordinados en la cadena de dirección. 

5.   El jefe es un “constructor de procesos” , no es un distribuidor de decisiones. Debe atender con meticulosidad de artista a la sostenibilidad de los procesos que construye, más allá de su intervención personal. 

6.   El jefe “brilla” a través del brillo de sus subordinados, no del suyo propio. Los trabajadores no trabajan para su jefe, sino que “el jefe trabaja para ellos”, para que puedan ser más productivos y también para que crezcan como personas y como profesionales. 

7.   Lo principal es estimular y cuidar la motivación de la gente. Motivar es dar el ejemplo, pero es más que eso: es también, a partir del ejemplo, hablar con la gente, trasmitir ideas, explicar las razones de cada decisión, persuadir, convencer. 

8.   El dirigente tiene que buscar activamente tiempo, en su apretada agenda, para conversar con los trabajadores que dirige, en espacios formales e informales, que son para los subordinados espacios de participación, y ese intercambio de ideas tiene que ser real. 

9.   Los privilegios de los jefes son como el cáncer: mejor extirparlos cuando son pequeños. 

10.               La condición de jefe es transitoria. Lo permanente es la condición humana, la condición de revolucionario y el compromiso con la obra colectiva. 

Hace 27 años podríamos haber interpretado esa cultura organizacional como una aspiración. Hoy es algo construido, y muchos en el CIM han aportado su ejemplo personal y sus ideas a esa construcción. No hace falta mencionarlos: ellos lo saben. Más allá de los monoclonales, las vacunas y las citoquinas, el principal producto del CIM es el propio CIM. Eso es lo que estamos celebrando este 5 de diciembre. 

Para cualquiera de nosotros, haber contribuido a esa construcción debe ser motivo de satisfacción, pero con ella viene la responsabilidad de cuidar lo construido, y hacerlo evolucionar con el contexto, porque el futuro contiene (siempre contiene) amenazas e incertidumbres. Hay que continuar construyendo. Pero hoy sabemos que “si, se puede”.

 

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

 

 

 

lunes, 6 de diciembre de 2021

CIENCIA, TECNOLOGÍA Y PROPIEDAD DE LAS EMPRESAS: ¿CUÁL ES EL VÍNCULO?

 Dos temas han estado en el centro de los debates nacionales, en las instituciones y en las calles, en las últimas semanas: el tema de las funciones de la ciencia en el proyecto económico y social cubano, y el tema de la diversidad de actores económicos, estatales, cooperativos, privados u otros. Son dos temas conectados.

 Se discuten en espacios diferentes y eso puede entrañar el riesgo de que no veamos bien los fuertes vínculos y condicionamientos mutuos que hay entre ambos temas. Intentemos identificar dónde están esas conexiones, y apreciar sus implicaciones prácticas, para la construcción del modelo de desarrollo económico y social que queremos y necesitamos.

 Construir el socialismo implica construir una base económica que sea propiedad de la sociedad en su conjunto. Con diversas modalidades y actores, y diversas formas de propiedad (como establece nuestra Constitución), pero siempre en función de los intereses de toda la sociedad.

 La socialización de la producción es un proceso objetivo que viene ocurriendo desde hace más un siglo, gestándose desde dentro del capitalismo, como previó Marx. La economía mundial de la primera mitad del siglo XIX era un capitalismo de pequeñas unidades, pertenecientes a personas físicas identificables, en el que los Estados confiaban en la auto-regulación del mercado y se limitaban a colectar impuestos. Pero el desarrollo de la tecnología cambió eso, y ya a finales de ese siglo lo que había era un capitalismo de grandes unidades, con monopolios y oligopolios, donde se requería una intervención del Estado más directa (que tardó décadas en ocurrir). De ahí en adelante, es el desarrollo tecnológico lo que tensará la contradicción entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación, y terminará por hacer inviable el capitalismo.

 Al desarrollo de tecnologías que demandaban capacidades de inversión y gestión muy por encima de las de un propietario individual, (empezando por los ferrocarriles en 1840) el capitalismo respondió inventando la “corporación por acciones” en la que los dueños (accionistas) eran más numerosos, pero preservaban la propiedad privada (ahora de estos grupos de accionistas) y mantenían en consecuencia, la exclusión de las mayorías y la injusticia social. Lo dije con palabras, pero podría haberlo dicho con números: la fracción de los ingresos nacionales de la que se apropia en los países capitalistas desarrollados el 10% más rico, no ha dejado de crecer en las últimas décadas, por supuesto, a expensas de que decrezca la del otro 90%.

 Este tipo de corporación por acciones también demanda separar la propiedad (de los accionistas) de la gestión, encargada esta última a un directivo profesional.

 La empresa completamente estatal, aunque la ideología neoliberal se resista a aceptarlo, es la consecuencia natural de ambos procesos: la socialización de la producción, y la separación entre propiedad y gestión. La propiedad socialista de todo el pueblo es, y debe serlo cada vez más, una continuación natural de esos procesos objetivos, ya sin las trabas derivadas de la propiedad y la apropiación privadas.

 Nótese que todo ello depende a su vez, del nivel de desarrollo científico y técnico de las fuerzas productivas, que demanda inversión social, preparación cultural y técnica de la gente, conexiones crecientes entre el sector empresarial y el sector presupuestado (que siempre es estatal); y conducción estratégica planificada.

 Ahí es donde se conecta el esfuerzo por el desarrollo científico y tecnológico, con el esfuerzo por la defensa del carácter socialista de nuestro entramado económico y el rol central de la empresa estatal.

 El estudio de las realidades económicas del siglo XXI en otros países, nos lleva a descubrir regularidades y verdades esenciales, y a aprender de los aciertos y errores de otros países, pero al mismo tiempo nos tiene que llevar a comprender nuestras especificidades, nuestro singular balance de oportunidades y riesgos.

 Estamos continuando la construcción de nuestro modelo económico y social:

  1.     Buscando el balance adecuado entre gestión estatal y no-estatal, pero a partir de un predominio ya consolidado del sector estatal
  2.     Con un consenso social mayoritario construido por la generación histórica de la Revolución
  3.    Con una riqueza de capital humano también fruto de medio siglo de construcción socialista.
  4.    Sin una burguesía interna que obstaculice el proceso y reclame poder político.

 Podemos hacer cosas que otros no pueden, y ello amplia el espacio de nuestras posibilidades y nuestro margen para la creatividad.  Pero también estamos enfrentando las secuelas de una larga etapa de limitaciones económicas durante el periodo especial, junto con los desafíos derivados de la hostilidad de la potencia imperialista mayor del mundo, muy cercana geográficamente, hostilidad que, una vez fracasados sus intentos de subvertir la revolución por la fuerza, se traslada ahora al plano de las ideas y de la presión económica; y ello introduce peligros y restricciones en nuestro margen de maniobra.

 Los conceptos que nos guían están claramente expresados en los documentos que emergieron del VIII Congreso del Partido. Sabemos bien cuáles direcciones nos llevan al futuro de soberanía y equidad, y cuáles nos podrían llevar al pasado de neocolonia.

 La tarea ahora es convertir esos conceptos en un ordenamiento jurídico que opere como herramienta de trabajo para la construcción de nuestro modelo económico. Las leyes, decretos-leyes y decretos de los últimos meses, sobre los actores económicos en Cuba son expresión de ese esfuerzo, y son la expresión jurídica de los consensos y los valores de nuestra sociedad.

 Ahora, además de empresas estatales y cooperativas agropecuarias, tenemos las cooperativas no-agropecuarias, la inversión extranjera, las empresas mixtas, los parques tecnológicos, las empresas de alta tecnología, las pequeñas y medianas empresas, privadas y estatales, y los trabajadores por cuenta propia. Y tenemos además el sistema de ciencia, tecnología e innovación, que también se perfecciona y que ha brillado tanto en los meses de enfrentamiento a la pandemia.

 Todo ello crea un contexto facilitador de muchas iniciativas. Es condición necesaria, pero no suficiente. Siempre son y serán las personas, nosotros los cubanos, quienes tendremos que generar esas iniciativas e implementarlas. Hagámoslo.

 El mundo actual contiene, todos lo sabemos, grandes incertidumbres y desafíos que debemos enfrentar con creatividad, a partir de nuestra propia historia, los valores de nuestra cultura, y el consenso social construido.

 Ya José Martí nos alertó desde el siglo XIX que los pueblos que perduran en la Historia son los pueblos imaginativos”.

 Agustin Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

LOS COMPLEJOS DEBATES DE HOY VISTOS DESDE LAS CIENCIAS NATURALES

   La formación profesional de cada uno de nosotros influye inevitablemente en la manera en que apreciamos la realidad y definimos prioridad...