lunes, 13 de diciembre de 2021

CULTURA ORGANIZACIONAL: LO QUE APRENDIMOS EN EL CIM.

 Hoy es sobre el CIM. Este comentario partirá de reflexiones sobre el Centro de Inmunología Molecular (CIM), pero solo como incentivo para abordar enseguida en el tema mayor de la calidad de las instituciones. Puede ser útil también fuera de los límites del CIM.

  Hace unos días celebramos el aniversario 27 de la inauguración del Centro por el Comandante en Jefe Fidel Castro (5 de diciembre, 1994). Durante los últimos meses hemos visto con alegría varios reconocimientos al colectivo, y también trabajadores que participaron directamente en la obtención de las vacunas contra la COVID 19 han recibido altas distinciones nacionales, incluyendo el título de “Héroe del Trabajo”. Ocasión para celebrar, y también para pensar.

 Varios de los condecorados no estaban en el colectivo cuando se inauguró el CIM en 1994. Eran entonces jóvenes que apenas concluían sus estudios. La manera en que la institución reforzó en ellos el sentido de compromiso con el país y con la ciencia, es algo que merece análisis.

 Somos fruto de la historia de nuestro país y su revolución, la única, que va de 1868 hasta hoy. José Martí escribió en 1892 que: “Nada es un hombre en si, y lo que es, lo pone en él su pueblo.”

 Recibimos influencias universales y nacionales, pero también somos fruto del colectivo pequeño y directo en el que cada cual realiza, junto con otros, su labor humana.

 La cultura individualista occidental (en su extremo, la cultura de “llanero solitario” de los vecinos del norte) asume que la sociedad es una yuxtaposición de individuos que defienden sus intereses individuales en transacciones de mercado. Esa es la imagen que divulgan, pero esa no es la verdad: la sociedad humana es una suma de instituciones, formales e informales, pequeñas y grandes, dentro de las cuales cada uno construye y proyecta su visión del mundo, sus capacidades y su ética.

 La calidad de esas instituciones aporta incentivos (o pone límites) al despliegue de las potencialidades individuales. No basta tener buenas ideas, ni incluso bastaría sumarles la voluntad de realizarlas: se necesita también construir la institucionalidad que permite y facilita su realización y su continuidad en el tiempo.

 El “capital humano”, que la experiencia revolucionaria cubana ha sembrado y cultivado, es expresión de la calidad moral y profesional de las personas que realizan las construcciones sociales, y es un imprescindible punto de partida, pero en sí solo no es suficiente. Hace falta también cultivar la calidad de las instituciones, que refleja los espacios y formas de las interacciones entre las personas.

Y así como hay una institucionalidad “macro”, expresada en las leyes, el ordenamiento económico, el sistema judicial, el sistema educacional, las organizaciones políticas y sociales, y los valores de un país (tema para otro comentario); también hay una institucionalidad “micro” que se expresa en la calidad de la vida interior de las empresas,  organizaciones presupuestadas y otras agrupaciones.

 El CIM es una de ellas,  y más allá del edificio y la estructura organizativa, están sus procesos internos y su cultura organizacional. Buen momento éste hoy para reflexionar sobre sus rasgos.

 Espero que ningún lector piense que esos procesos internos y esa cultura organizacional son fruto de las ideas y la labor individual de alguien. Allá con su error quien se lo crea!. La calidad de una institución es una construcción colectiva, meticulosa y extensa, en la cual está el aporte de todos, a través de millones de interacciones que van dando forma a una manera de hacer, y generando propiedades nuevas en la organización. Por eso todos (realmente todos) los que trabajan o han trabajado en el CIM, pueden y deben sentirse orgullosos de lo logrado, no solo en un resultado científico, productivo o económico concreto, sino en el resultado mayor que es el propio CIM.

 Y también por lo mismo todos compartimos una cuota de responsabilidad por lo que salió mal, o lo que no hemos podido aún alcanzar. Eso lo discutiremos en otro momento.

 Hoy, el aniversario nos mueve a meditar en cómo se ha logrado esa calidad institucional construida entre todos y cuales son sus rasgos principales; no para satisfacer vanidades, sino para reforzar y proyectar al futuro los valores y los procesos que nos han traído hasta aquí, cuidarlos, e impedir que se diluyan en las inevitables complejidades y coyunturas cotidianas.

 Mirando en profundidad a esos 27 años que celebramos hoy, podemos identificar al menos seis valores que han guiado el accionar de los trabajadores del CIM y son los pilares de la calidad institucional: 

1.     Somos, primero que todo, y queremos ser más, un baluarte de la revolución y el socialismo. Trabajamos para hacer emerger la maravilla de la tecnología y la creatividad científica. Eso es cierto, y es bueno, pero trabajamos también para hacerlo desde Cuba, para defender el derecho de Cuba soberana a insertarse en el mundo y en la economía tecnológica del futuro; y trabajamos también para hacerlo desde el Socialismo, con laboratorios y fábricas que son, como dice una canción de Silvio, “edificios sin dueño”, o mejor, con 11 millones de dueños. Quien se olvide de eso no entenderá como llegamos hasta aquí, y menos entenderá lo que tenemos que hacer de aquí en adelante. 

2.     Entendemos la consagración al trabajo como un elemento esencial de nuestra ética. Lograr grandes metas requiere dedicación al trabajo y al estudio. Consagración real, de muchas horas, muchos días. No puede ser una meta, ni una imposición administrativa: Debe ser una expresión de ética, derivada de la capacidad de asumir deberes conscientemente, y del ejemplo de los dirigentes en todos los niveles. No se impone, pero esa ética, cuando surge de manera natural, significa y produce muchas cosas.  Hay que hacer de nuestras tareas, no un medio de vida, sino un sentido de la vida. 

3.     Hay que hacer ciencia real, competitiva, con resultados de originalidad mundial. No hay sustituto para eso. No existe aquí la “media-ciencia”, ni la originalidad “en ciertas condiciones”. Necesitamos una industria innovadora y competitiva a escala mundial, a la hay que llegar con resultados de nivel mundial. Es difícil, pero se puede hacer. 

4.      Debemos construir un ambiente de creatividad, que estimule a cada uno a pensar sin imitaciones ni rutinas, y a expresar y proponer lo que se piensa. Ello presupone estimular, especialmente en los jóvenes, la confianza en sí mismos y la decisión de asumir metas grandes. La experiencia de estos años nos enseñó que podemos hacer cosas más grandes que las que nosotros mismos habíamos imaginado. Esta idea pudiera generar satisfacción, pero seria mejor que nos estimulara a preguntarnos ¿Qué más podemos hacer hoy que ni siquiera imaginamos? Hay que cultivar la “cultura de las metas grandes”, colosales, y asumir las responsabilidades que deriven de eso. 

5.     Hacer ciencia implica el compromiso de llevarla hasta el final, hasta sus aplicaciones e impactos. Hacer buena ciencia es solamente la mitad del camino. La otra mitad es conectar la ciencia con la producción, con la economía y con el impacto final de los resultados en la salud de la gente. No somos solamente un centro científico: somos una operación industrial y un proyecto de salud basados en la ciencia. Eso es mucho más. Conectar la ciencia con la economía significa también conectarla con la Empresa Estatal Socialista. Ella es la expresión concreta de la propiedad social sobre los medios de producción y de la distribución en función del trabajo. Es la que garantiza la justicia social.  

6.     Cultivamos un ambiente de debate transparente, en que participan los trabajadores y los directivos a cualquier nivel de dirección. Si los revolucionarios tenemos la razón, (y la tenemos) y la autoridad que da el ejemplo, todo se puede informar, y todo se puede discutir. Ello no significa que cualquiera tenga la razón en todo lo que dice, pero debe haber espacios amplios y frecuentes de debate transparente. 

Todos hemos sido, y seguimos siendo, responsables de construir y reforzar una cultura organizacional basada en esos valores. Todos somos responsables, pero los jefes, mientras lo son, tienen responsabilidades mayores. Por eso uno de los rasgos más cultivados de la cultura organizacional del CIM ha sido, y debe seguir siendo, el tipo de dirigente que debe emerger de los trabajadores, especialmente de los jóvenes. Deben ser compañeros convencidos de que: 

1.   Tener “mando” no basta: hay que tener “liderazgo”. El mando lo designan los jefes superiores: el liderazgo lo otorgan los trabajadores. 

2.   La consagración al trabajo es uno de los valores esenciales de los dirigentes: el jefe es el primero que llega y el último que se va. 

3.   Cualquier trabajador debe poder hablar con el jefe “hoy mismo”. El jefe siempre está, y  trabaja con las puertas abiertas. 

4.   El jefe se informa directamente hablando con todos en la base, pero emite orientaciones a través de sus mandos intermedios, respetando la autoridad de sus subordinados en la cadena de dirección. 

5.   El jefe es un “constructor de procesos” , no es un distribuidor de decisiones. Debe atender con meticulosidad de artista a la sostenibilidad de los procesos que construye, más allá de su intervención personal. 

6.   El jefe “brilla” a través del brillo de sus subordinados, no del suyo propio. Los trabajadores no trabajan para su jefe, sino que “el jefe trabaja para ellos”, para que puedan ser más productivos y también para que crezcan como personas y como profesionales. 

7.   Lo principal es estimular y cuidar la motivación de la gente. Motivar es dar el ejemplo, pero es más que eso: es también, a partir del ejemplo, hablar con la gente, trasmitir ideas, explicar las razones de cada decisión, persuadir, convencer. 

8.   El dirigente tiene que buscar activamente tiempo, en su apretada agenda, para conversar con los trabajadores que dirige, en espacios formales e informales, que son para los subordinados espacios de participación, y ese intercambio de ideas tiene que ser real. 

9.   Los privilegios de los jefes son como el cáncer: mejor extirparlos cuando son pequeños. 

10.               La condición de jefe es transitoria. Lo permanente es la condición humana, la condición de revolucionario y el compromiso con la obra colectiva. 

Hace 27 años podríamos haber interpretado esa cultura organizacional como una aspiración. Hoy es algo construido, y muchos en el CIM han aportado su ejemplo personal y sus ideas a esa construcción. No hace falta mencionarlos: ellos lo saben. Más allá de los monoclonales, las vacunas y las citoquinas, el principal producto del CIM es el propio CIM. Eso es lo que estamos celebrando este 5 de diciembre. 

Para cualquiera de nosotros, haber contribuido a esa construcción debe ser motivo de satisfacción, pero con ella viene la responsabilidad de cuidar lo construido, y hacerlo evolucionar con el contexto, porque el futuro contiene (siempre contiene) amenazas e incertidumbres. Hay que continuar construyendo. Pero hoy sabemos que “si, se puede”.

 

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

 

 

 

5 comentarios:

  1. Muy acertada reflexión y muy importante no perder la misión del centro y cuidar siempre todos esos valores que lo han destacado.Admiro mucho su trabajo.
    Mis saludos

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  2. Al CIM tambien aplica la frase del director de NETFLIX en su introduccion. " El CIM tiene una cultura empresarial que consideraba a las personas mas
    importantes que los procesos, que anteponía la innovación a la eficacia y que implantaba muy pocos controles. Nuestra cultura, consagrada a obtener el máximo rendimiento con densidad de talento y a dirigir a los empleados mediante el contexto en lugar del control". Eso lo descubrió el CIM hace 27 años.

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  3. Esta reflexión del entrañable compañero de todos los tiempos, Agustín Lage Dávila, si bien se nutre de una experiencia vivida y comprobable, rebasa a esa prestigiosa institución. La vigencia de lo planteado y la necesidad de pensar en sus esencias deben ser estimuladas por nuestros medios de comunicación. Ya Cubadebate lo hace, y se agradece.

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  4. Excelente reflexión como nos tiene acostumbrados el Dr. Lage

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  5. Usted lo decía, la motivación es más que dar el ejemplo. Ese es un elemento fundamental a lograr en los jóvenes porque con la poca experiencia que cuentan, ante las abversidades se amilanan con facilidad y es donde deben entrar a jugar su papel los de más experiencia.Esto no es algo absoluto porque se de muchos jóvenes que se han crecido, sino que lo diga la Covid, pero el jefe, el líder, tienen que saber cuándo deben entrar en escena.

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