lunes, 31 de enero de 2022

LOS PELIGROS Y LOS PRINCIPIOS

 En su histórica carta de despedida a Fidel en 1965, Ernesto Che Guevara escribía: “…me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios”.

 He pensado muchas veces sobre la profundidad de esta frase la cual  nos ilustra que lo esencial del pensamiento de un revolucionario en cada momento es precisamente eso: ver y apreciar los peligros y los principios; los peligros cambiantes que amenazan la obra humana revolucionaria y los principios permanentes que hay que mantener con independencia de cualquier peligro.

 Los principios hoy son los de los revolucionarios cubanos siempre, vinculados a la defensa de la soberanía nacional y el apego a la justicia social. Están magistralmente sintetizados en el concepto de Revolución enunciado por Fidel el 1º de mayo del año 2000. Están “hechos ley” en la Constitución de la República que aprobamos con amplia mayoría en el 2019.

 ¿Y cuáles son los peligros de hoy?

 El primero y más importante viene de afuera, y es la hostilidad de la mayor potencia imperialista que ha existido, y que se expresa en el bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba, y en la guerra de información e imágenes que nos hacen con sus poderosos medios de comunicación.

 De ahí derivan otros. Enfrentamos el peligro de que el bloqueo logre desconectar la economía cubana de la economía global, precisamente en la época en que el desarrollo de cualquier país depende más de esas conexiones. La fracción del PIB global que se realiza en el comercio exterior se ha triplicado en las últimas cuatro décadas. El mundo económico se interconecta cada vez más, y ello no ocurre solamente mediante el flujo de productos, servicios, e inversiones, sino también mediante el flujo de conocimientos y tecnologías.

 El cerco económico sostenido introduce el peligro de que más de medio siglo de escasa inversión lleve el deterioro de nuestra infraestructura productiva a un umbral de irreversibilidad. Ha sucedido en otros países y otros momentos históricos.

 Globalización y cambio tecnológico rápido son factores determinantes del contexto económico mundial actual, y se refuerzan mutuamente. El cambio tecnológico acelerado del siglo XXI demanda de las empresas una permanente exploración de opciones de adaptación al entorno, lo que impone una gestión empresarial ágil y descentralizada, incluso para sus conexiones internacionales, y una dinámica de creación y extinción de empresas; difícilmente compatibles con los esquemas de dirección vertical de la economía y planificación material minuciosa a largo plazo, que en su momento (con las tecnologías de mediados del siglo XX) funcionaron bien, pero que ya no se ajustan al mundo económico y tecnológico de hoy. Tendremos implementar una gestión descentralizada, pero sin alienar la propiedad socialista de todo el pueblo y la distribución justa del producto de la economía, de acuerdo al trabajo de cada cual (y preparar las generaciones de jóvenes empresarios del socialismo, capaces de hacerlo). El peligro está en que no logremos gestionar bien esa contradicción, para hacer que exprese su entraña creadora.

 En el plano de las ideas está el peligro de que los adversarios de siempre de nuestro proyecto social logren persuadir a las nuevas generaciones de que los problemas materiales que enfrentamos no son fruto de la agresión externa sino solo de nuestra incapacidad de gestión, y que no se resolverán si no hay un “mister” (o un “aspirante a mister”) que dirija nuestras empresas; y vendernos la idea de que el desarrollo material requiere aceptar una cuota mucho mayor de desigualdades sociales. Para sembrar esas ideas y erosionar la capacidad de resistencia de nuestra cultura, ellos trabajan, con medios y dedicación dignos de mejores causas. Y muchas veces nuestros propios errores los ayudan.

 Es el peligro de que logren minar la confianza y la voluntad de participación en el proyecto colectivo de Cuba, e induzcan a muchos a refugiarse exclusivamente en sus proyectos individuales de bienestar, y les contraigan así la visión del mundo y el alcance moral de sus proyectos de vida. Este peligro está en la raíz de las peligrosas tendencias migratorias de jóvenes calificados.

 A todo eso se adiciona otro peligro, y es el de que sepamos y hagamos bien lo que es necesario hacer, pero que no lo hagamos a la velocidad suficiente. Es un peligro muy real. La sociedad humana es un complejo de procesos simultáneos que ocurren a velocidades diferentes, y que se condicionan mutuamente. La lentitud de algunos de nosotros en la implementación de lo que sabemos que hay que hacer, y la resistencia a salir de la “zona de confort” de lo acostumbrado nos hacen recordar un sermón de Martin Luther King de 1967 donde decía que: “El progreso humano no es automático ni inevitable. El futuro ya está aquí y debemos enfrentar la cruda urgencia del ahora”.

 Esos son los peligros, y nadie piense que no los conocemos, pero ningún peligro nos va a arrebatar el optimismo y la confianza en el futuro soberano y socialista de Cuba. Defender la viabilidad de ese futuro nos exige empezar por reconocer los peligros, hablar de ellos alto y claro, analizar sus raíces y mirarles a la cara. Serán menos peligrosos si los conocemos bien.

 Ese enfrentamiento audaz a los peligros del momento, pero firmemente apoyados en los principios de soberanía nacional y justicia social que nos definen desde siempre, es lo que el pueblo espera de los jóvenes cubanos de hoy.

 Para las nuevas generaciones esa será su “Sierra Maestra”.

Fusil y mochila al hombro… y ¡a caminar loma arriba!

 

Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

 

lunes, 24 de enero de 2022

El Proyecto Cuba

 

Nos acercamos al 28 de enero y hay que hablar de José Martí. Vivió y murió por un proyecto de país, que todavía en su tiempo no existía.  Pero millones lo siguieron, y se enamoraron de ese proyecto, porque los grandes proyectos históricos, aunque sean formulados por líderes excepcionales, son viables solamente cuando sintetizan las aspiraciones de muchos seres humanos.

 Así lo dijo él mismo en un artículo publicado en el periódico Patria en abril de 1892: “Lo que un grupo ambiciona, cae. Perdura lo que un pueblo quiere”.

 Y en ese proyecto compartido se formó la conciencia nacional cubana: emergió de décadas de guerra en el siglo XIX, en una población de algo más de un millón de habitantes, ocupada por decenas de miles de soldados enemigos; hizo imposible la anexión a los Estados Unidos; forzó la derogación de la Enmienda Platt; resistió en la primera mitad del siglo XX a 60 años de presión ideológica y cultural estadounidense, y a partir de ahí, a otros 60 años de guerra económica, hostilidad militar y subversión ideológica; y enfrentó el reto derivado de la desaparición del campo socialista europeo. ¿Qué somos entonces los cubanos que hemos protagonizado todo eso?

 Empecemos por decir lo que “no somos”. No somos una nacionalidad unida por raíces étnicas comunes, ni por confesiones religiosas: Aquí hay “un ajiaco” de todo, como dijo Don Fernando Ortiz. Tampoco nos define una lengua exclusiva: tenemos el idioma utilizado por la mayor cantidad de países en el mundo. No somos un espacio económico cerrado: siempre hemos tenido una economía abierta. Tenemos, eso sí, una cultura propia que nos enorgullece, pero tampoco es una cultura cerrada, sino que comparte raíces con muchas otras culturas de varios continentes.

 ¿Y entonces? ¿Qué es lo que nos identifica y cohesiona?: Somos esencialmente una nacionalidad de raíces éticas, cohesionada alrededor de una especial sensibilidad por la justicia social.  Somos cubanos porque compartimos un conjunto de valores morales y un proyecto de convivencia humana.

 Así lo escribió también Martí cuando convocó a la guerra necesaria en el Manifiesto de Montecristi: “…cuando cae en tierra de Cuba un guerrero de la independencia…cae por el bien mayor del hombre (y) la confirmación de la república moral en América…”

 La revolución de 1959 reforzó en los cubanos esa fusión entre nacionalidad y justicia social, sintetizada ahora en el pensamiento de Fidel y en las realizaciones concretas de estos últimos 60 años, que nos mostraron en los hechos lo que siempre el pueblo supo: que la justicia social es posible. Alfabetización y escolarización total, educación y salud gratuitas para todos, seguridad social de cobertura completa, pleno empleo, eliminación de la discriminación racial, igualdad y desarrollo de la mujer, universalización de la cultura y la enseñanza universitaria, propiedad de la vivienda, desarrollo científico; verdades éstas que hay que decir y repetir, porque estamos tan habituados a esas conquistas que a veces olvidamos cuán avanzadas son y cuánto contradicen la ideología dominante en capitalismo salvaje de hoy.

 La defensa permanente de la soberanía nacional nos ha permitido construir nuestra propia alternativa política, social y económica. Las revoluciones no cristalizan y se hacen irreversibles de inmediato cuando denuncian las condiciones sociales previas que es preciso cambiar, ni siquiera cuando formulan nobles ideas y proyecciones estratégicas. Las revoluciones se hacen duraderas y creadoras cuando logran construir la alternativa. En Cuba lo logramos.

 La soberanía nacional es la salvaguarda de nuestro proyecto de sociedad, de nuestros propios conceptos de justicia y convivencia humana, tal como han emergido de nuestra propia historia.

 El proyecto de nación de Martí nació en contraposición al que emergía simultáneamente en los Estados Unidos, basado en la ambición y la competencia entre las personas. Así lo escribió él en su “Cuaderno de Apuntes Nº1”: “Nuestra vida no se asemeja a la suya, ni debe en muchos puntos asemejarse. ……Las leyes americanas han dado al norte alto grado de prosperidad y lo han elevado también al mas alto grado de corrupción. Lo han metalificado para hacerlo prospero. ¡Maldita sea la prosperidad a tanta costa!”

 Del natalicio de Martí han pasado 169 años, pero los campos esenciales de batalla de ideas siguen estando ahí.

 Las ideas sobre cómo queremos que sea nuestra vida están ahora sintetizadas en la Constitución de la República de Cuba. Fue aprobada con el 86.85% de los votos. Ahí está “lo que un pueblo quiere”, lo que Martí predijo que es lo que perdura.

 ¿Tiene enemigos? Por supuesto que los tiene. Siempre los tuvo el “Proyecto Cuba”, aquí y afuera. El propio Martí en su tiempo tuvo que dar batallas de ideas contra autonomistas y anexionistas. Pero hoy esos enemigos son pocos, y carecen de legitimidad ante el pueblo.

Los cubanos tenemos todo el derecho de mundo a luchar por “lo que un pueblo quiere” y a defenderlo de sus enemigos, de aquí y de afuera.

 ¿Existen en Cuba opiniones diversas sobre las formas concretas de conducir el “Proyecto Cuba”? Eso es otra cosa. Por supuesto que existen tales opiniones, y es bueno que existan. Su debate nos permitirá perfeccionar el proyecto, ajustarlo a los nuevos tiempos, y hacer más sólido su edificio, pero sin dañar jamás los cimientos.

 Los seres humanos somos entes morales, no solamente biológicos o económicos, y abrazamos proyectos colectivos, más allá de los proyectos individuales. Para quienes dejan de pensar y actuar (los hay) en función de una idea del futuro, el presente se colapsa y se vacía de contenido.  La verdad es, aunque no la entiendan los cínicos y escépticos de siempre, que la gente se enamora de los proyectos, aun en medio de duras realidades del presente.

 El proyecto de Martí fue el proyecto de miles de jóvenes mambises. El proyecto de Fidel fue el proyecto de miles de jóvenes rebeldes, antes y después del triunfo de 1959. El proyecto de nación que enuncia nuestra Constitución es y será el proyecto colectivo de millones de jóvenes cubanos de hoy.

 Así se describe en el Artículo 1: “Cuba es un Estado socialista de derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos como republica unitaria e indivisible, fundada en el trabajo, la dignidad, el humanismo y la ética de sus ciudadanos, para el disfrute de la libertad, la equidad, la igualdad y la prosperidad individual y colectiva.”

 El 28 de enero, dentro de unos días, es momento de evocar las ideas fundacionales de nuestra nacionalidad y nuestro proyecto de sociedad, y reforzar el amplio consenso que tenemos sobre la necesidad de defenderlas y hacerlas perdurar.

 Ya volveremos el día siguiente a las discusiones sobre lo que hay que cambiar para lograrlo.

 Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

 

 

lunes, 17 de enero de 2022

LA REVOLUCIÓN EN LA REPÚBLICA (reflexiones en el Día de la Ciencia del 2022)

 

Contaba Julio Antonio Mella que Martí le expresó una vez a su compañero Carlos Baliño que: “La Revolución no es la que vamos a iniciar en las maniguas: sino la que vamos a desarrollar en la República”.  Las celebraciones por el Día de la Ciencia me han hecho recordar una y otra vez en estos días esa visión de Martí.

 Y también el inicio del discurso que pronunció Fidel al llegar a “Ciudad Libertad” el 8 de enero de 1959 en que dijo: “…la alegría es inmensa, y sin embargo queda mucho por hacer todavía. No nos engañemos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil”.

 Coincidían ambos líderes históricos en alertarnos que también las victorias abren las puertas a etapas nuevas, que contienen nuevos peligros y desafíos; y que el deber de los revolucionarios es reflexionar al mismo tiempo en ambas cosas: las raíces de las victorias alcanzadas, y los nuevos retos y deberes que vienen.

 Los resultados de la ciencia cubana que celebramos en estos días son sin dudas una victoria grande, cuya interpretación rebasa con mucho el marco del control de la pandemia. En el acto por la efemérides, celebrado el pasado viernes, el Dr. Rolando Pérez, Director de Innovación de BIOCUBAFARMA decía: “El éxito en el plan nacional de enfrentamiento a la Covid-19 ha generado un cambio en la percepción social de la ciencia y de los científicos en la población cubana. La ciencia y la innovación han devenido en factores de transformación de la cultura nacional”. Y Rolando no estaba exagerando: las vacunas que controlaron la enfermedad severa, los biofármacos que redujeron la mortalidad, y otros muchos productos y procesos que se utilizaron con éxito, no son hechos aislados, sino consecuencias de un largo y complejo camino de construcción de capacidades de respuesta social basadas en el conocimiento.

 Desarrollar una nueva vacuna (y se hicieron cinco), o un nuevo péptido o anticuerpo (también hay varios), requiere ciertamente que haya científicos con ideas innovadoras para diseñarlos y obtenerlos en el laboratorio, pero también requiere la existencia previa de experiencias en otras vacunas y otros biofármacos, los tecnólogos y las instalaciones para escalar rápidamente la producción a millones de dosis, los analistas capaces de montar sistemas de calidad que garanticen, lote por lote, la seguridad, la eficacia y la consistencia de los productos, los médicos con experiencia en el diseño y conducción de ensayos clínicos, los matemáticos capaces de manejar un flujo de millones de datos y analizarlos, los gestores de logística capaces de asegurar los insumos y burlar frecuentemente el bloqueo, los directivos de salud con experiencia en el montaje de intervenciones sanitarias complejas a escala poblacional, y la lista sigue.

 Son miles de personas, decenas de instituciones y décadas de experiencia. El éxito en el enfrentamiento a la Covid-19 demuestra que las tenemos. Y no están solamente en el sector salud. Pueden ser determinantes en la batalla económica, que es la que decidirá nuestro futuro.

 Para que lo sean, y en la misma justa celebración, o apenas después de un breve “punto y coma”, tenemos que continuar analizando los desafíos nuevos, o al menos nuevos en su magnitud, que condicionan el contexto difícil en que debemos avanzar.

 El mundo económico del 2022 no es el de 1960:

 1.   La globalización de la economía nos obliga a incrementar aceleradamente la fracción de nuestro PIB que realizamos en el comercio exterior. Ello trae el imperativo de competitividad a escala global de nuestros productos y procesos productivos. La viabilidad comercial de un producto nuestro puede ser erosionada por una innovación o una decisión regulatoria ocurrida en otro país, a miles de kilómetros de distancia.

2.   El cambio tecnológico rápido, identificado ahora como la 4ª Revolución Industrial, interconecta sectores de la economía antes separados, y hace cada vez más difícil avanzar en uno de ellos selectivamente, si no se avanza en otros. Podemos tomar como ilustración el campo de las ciencias de la vida, donde han brillado nuestros investigadores, y en el que se avizora un futuro de convergencia entre la biología, las ciencias de la información y las nanotecnologías.

3.   La migración de personal calificado en el mundo se ha multiplicado, a tono con la globalización, y esto no es un problema exclusivamente cubano. Es un proceso que contiene el componente técnico del carácter cada vez más internacional del esfuerzo científico, mezclado con el componente político del robo organizado de los talentos que surgen en el sur del mundo.  Tal contexto nos plantea el reto de la inserción internacional de nuestra ciencia y nuestra industria, que no debemos rehuir, sino al contrario conducir nosotros mismos, creando más conexiones, desde nuestras estrategias nacionales. Cambio tecnológico e inserción internacional son dos objetivos que se condicionan mutuamente.

4.   Internamente en el contexto cubano, las limitaciones de financiamiento y especialmente de inversión, y los efectos acumulativos de décadas de bloqueo, hay causado un deterioro palpable de la infraestructura técnica para la investigación y la producción. Sabemos los orígenes de este problema (tema para otro comentario), pero ello no nos exonera del deber de encontrar las vías para revertirlo.

5.   También internamente en el contexto cubano, la imprescindible conexión entre la ciencia y la economía (uno de los logros del sector biotecnológico), pasa ahora por una creciente diversidad de actores económicos y cambios necesarios en el marco regulatorio, que será amenaza o fortaleza según seamos eficaces en manejarlos.

 Es justo que disfrutemos la alegría por los resultados obtenidos. Son grandes. Y los vamos a celebrar en grande. Quien intente desconocerlos o minimizarlos es porque no entiende nada de lo que sucede, o no quiere entender. Los pesimistas de siempre no nos van a ensombrecer la celebración.

 Pero no nos vamos a quedar en la celebración, por justa que esta sea, y lo es. La alegría contendrá también profundidad de pensamiento, objetividad y valentía en los análisis, identificación de riesgos y oportunidades, y consecuencia y audacia en la implementación de lo que hay que hacer ahora.

 Tenemos inteligencia suficiente para eso, pero no hay recetas. Hay que seguir, como anticipó Martí, haciendo “Revolución en la República”.

 Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

lunes, 10 de enero de 2022

2022: Y VAMOS A GANAR LA BATALLA ECONOMICA

 

Este es el primer mensaje del 2022 y elegí este título con toda la intención de irritar a fatigados, pesimistas y escépticos.

Son unos cuantos, es cierto. Ya los veremos expresarse en los comentarios. Pero diría como Martí en su introducción a los Versos Libres: “Todo lo que han de decir, ya lo sé, y me lo tengo contestado”.

Somos muchos más los que pensamos que podemos ganar la batalla económica, esa misma que no ganamos todavía en el 2021.

 Y noten que el verbo no es “confiamos”, sino “pensamos”, porque no se trata hoy aquí de expresar entusiasmos emocionales (que también tenemos y son buenos), sino serenos razonamientos y datos que nos conducen a pensar que esa difícil batalla se puede ganar.

 Veamos:

        Está el Pueblo en el Poder. Recuerdo haber escuchado decir a Fidel en los peligrosos años del periodo especial: “Mientras el Pueblo tenga el Poder, lo tiene todo”.

        Cierto es también que algunos han acumulado poder económico en el contexto de las dificultades actuales, pero no tienen el poder político. Ese lo tiene el Pueblo.

        Hemos mantenido las conquistas sociales básicas, la equidad, la educación, la salud, la seguridad ciudadana, y la soberanía nacional.

        Cuba se mantiene, según Naciones Unidas, entre los países con Índice de Desarrollo Humano Alto (0.783), y además con tendencia creciente. El umbral para la clasificación élite de “muy alto” es 0.8, no estamos lejos.

        La tasa de alfabetización en adultos (99.87%) es una de las más altas del mundo. Es condición imprescindible para una economía de alta tecnología. Decenas de universidades y de instituciones científicas siguen consolidando el capital humano de la nación.

        La cantidad de médicos por 1000 habitantes (8.4) es una de las mayores del mundo (la media mundial es 1.5, y la cifra de Estados Unidos es 2.6)

        Los medios fundamentales de producción siguen siendo propiedad socialista de todo el pueblo

       No debemos aceptar el simplismo de catalogar la educación y la salud como “logros sociales”, separados de la economía. Son también logros de la economía. Es la economía socialista precisamente la que ha permitido financiar (porque cuestan dinero) la expansión y los resultados de los sistemas de salud y educación.

        La adhesión masiva a la Constitución del 2019 y la respuesta masiva a las agresiones mediáticas del 2021, nos muestran el consenso mayoritario que mantenemos alrededor del proyecto social socialista

        La respuesta a la amenaza de la pandemia de Covid 19, nos muestra nuestras capacidades de enfrentar retos complejos, basados en la ciencia y en la participación de todos.

 Los cimientos sobre los cuales construir desarrollo están ahí, y son buenos. Lo dicen los duros y testarudos “datos”, que son envidiables para muchos en este mundo. Pero hay que “cambiar lo que deba ser cambiado” y tenemos que gestionar bien el proceso de transformaciones económicas, para que las conquistas sociales expresen su potencial de desarrollo, y logren:

        Aumentar el Producto Interno Bruto de nuestra economía y la productividad de trabajo.

       Crecer con producciones y servicios de alto valor agregado.

        Crecer sin expandir desigualdades sociales.

        Recuperar la tasa de inversión y mejorar la infraestructura productiva (formación de capital).

        Expandir la inserción de nuestra economía en la economía mundial y sus cadenas de valor.

 Todo ello a su vez implica:

1.   Apelar a la Ciencia, la Tecnología y la Innovación.

2.   Aumentar la dinámica de creación de nuevas empresas, y la dinámica de extinción de las que resulten ineficientes.

 3.   Priorizar el surgimiento de nuevas empresas de alta tecnología y de PyMEs tecnológicas, estatales y exportadoras.

 4.   Continuar aumentando el grado de autonomía operativa  de las empresas estatales, y limitando la burocracia.

 5.   Modernizar el sistema financiero y su papel de “lubricante del desarrollo”.

 6.   Ampliar y fortalecer una vanguardia de jóvenes empresarios del socialismo, que asuma el reto de desacoplar el crecimiento económico de la expansión de desigualdades.

7.   Fortalecer la participación de los trabajadores en la gestión de las empresas.

 8.   Apoyar el despliegue de empresas cubanas en el exterior, así como la inversión extranjera en Cuba.

 Cualquiera puede ver que todo eso tiene ya semillas sembradas, y algunos resultados, pero nos falta mucho más por hacer. Así se dijo, alto y claro, en el Informe Central al VIII Congreso del Partido: “Es ineludible provocar un estremecimiento de las estructuras  empresariales desde arriba hacia abajo y viceversa, que destierre definitivamente la inercia, el conformismo, la falta de iniciativas y la cómoda espera por instrucciones de los niveles superiores. Hay que modificar viejos malos hábitos y  desarrollar rasgos emprendedores y proactivos en los cuadros de dirección de nuestras empresas..”

 Cualquiera puede ver que las iniciativas que necesitamos para lograr ese “estremecimiento” tienen que surgir de muchas fuentes. Todos los revolucionarios cubanos, cada cual en su puesto, tenemos que sentirnos convocados a las iniciativas y las propuestas. La visión estratégica y la voluntad política de la alta dirección, no podemos permitir que se diluya en los niveles intermedios.

 Cualquiera puede ver también que todo esto tiene riesgos. El imprescindible despliegue de la autonomía empresarial, a tono con los cambios tecnológicos mundiales, y la necesaria diversificación de productos y servicios, nos obliga a ser muy inteligentes en el balance entre crecimiento, que es el objetivo verdadero, y control, que es un requisito para la sostenibilidad del crecimiento.

 El imprescindible despliegue de la inserción internacional de la economía, a tono con el proceso objetivo e irreversible de globalización, nos obliga a ser muy inteligentes al trabajar con organizaciones que operan en contextos económicos y sociales diferentes al nuestro, y con prioridades y valores diferentes a los nuestros. Pero hay que trabajar con ellos.

 Esos riesgos pudieran llevarnos por el camino de la ingenuidad hacia la república reconquistada por nuestros adversarios históricos, o por el camino del estancamiento y la rigidez, hacia la auto-exclusión del sistema mundial de relaciones económicas.

 Nadie ha dicho que la tarea será fácil, pero la buena noticia es que podemos realizarla bien. Sabemos que podemos ganar esa batalla. Tenemos las capacidades para eso. Nuestros enemigos históricos también saben que podemos ganar; y por eso mantienen el bloqueo.

 La batalla de la Covid 19 nos mostró lo que podemos lograr a partir de las capacidades científicas y tecnológicas enraizadas en la sociedad cubana, y en estrecha interacción con las instancias de decisión del gobierno.

 Igual podemos hacerlo en la economía. La Ciencia, la Tecnología y la Innovación pueden lograr mucho más y generar dinámicas de desarrollo en la producción de alimentos, la energía, la informatización, y en muchos otros espacios de la vida económica y social cubana. Son la principal herramienta para desacoplar el crecimiento económico y el crecimiento de desigualdades sociales.

 Los jóvenes de hoy harán revolución en esas tareas. Así lo dijo José Martí cuando Cuba ni siquiera existía como nación: “La Revolución no es la que vamos a iniciar en las maniguas: sino la que vamos a desarrollar en la República”.

 Felicidades para todos en el 2022 y sigamos por esa ruta, haciendo revolución en la República.

 Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

LOS COMPLEJOS DEBATES DE HOY VISTOS DESDE LAS CIENCIAS NATURALES

   La formación profesional de cada uno de nosotros influye inevitablemente en la manera en que apreciamos la realidad y definimos prioridad...