Una vez más hay que
empezar insistiendo en que este es un tema que nos concierne a todos y por eso
merece espacio en una publicación dirigida a muchos.
Un tema como muchos
otros que son aparentemente temas técnicos de la economía destinados a
especialistas, pero eso es solo “en apariencia”, pues todos esos temas tienen
raíces ideológicas y culturales que son, en última instancia, las que determinan en cada momento el espacio
de lo posible.
Yanis Varoufakis,
ex-ministro de finanzas de Grecia, hablando de la crisis económica en su
propio país, dijo que “…la economía no es una ciencia. En el mejor
de los casos, es una especie de ideología con ecuaciones”. Una expresión
quizás algo exagerada pero que contiene elementos de realidad. En todo caso, la
experiencia histórica indica que las ideas y actitudes prevalecientes en temas
económicos tienen, para bien o para mal, conexiones con la ideología y la
cultura en cada momento y en cada lugar. Por eso es un “tema de todos”.
Al leer el título de
este comentario quizás muchos se hayan preguntado si este es el momento para
hablar de “inserción internacional de la economía”. Aparentemente, pero de
nuevo solo aparentemente, no habría un momento peor que este: el bloqueo de los
Estados Unidos contra Cuba reforzado hasta la esquizofrenia, el impacto de la
COVID en la economía mundial, con sus secuelas de contracción del turismo, el comercio y la inversión, y para
colmo en estos días, la guerra en Ucrania que profundiza fracturas en la
colaboración internacional.
Y sin embargo, en Cuba,
es el momento en que más necesitamos discutir, y hacer, sobre la inserción
internacional de la economía.
El tema central que
discutimos aquí todos los días, el de la eficiencia de la Empresa Estatal
Socialista, pasa por el despliegue y reforzamiento de las conexiones de ésta
(de cada una de ellas) con la economía mundial.
Y debemos conectarlas
con la economía mundial de hoy, no con la de la década de los 70s, porque han
ocurrido muchos y profundos cambios en las cinco décadas transcurridas desde
que Cuba entró, en 1972, en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME, hoy
desaparecido) de los países socialistas.
Hay muchos cambios, pero
dos de ellos muy relevantes para este tema: La globalización y las nuevas
tecnologías.
En las ultimas 5 décadas
la fracción del PIB mundial que depende del comercio exterior pasó del 10% a
casi el 40%, reduciendo el poder atractor de desarrollo de los mercados
domésticos, especialmente para los países pequeños. La dinámica de cambios
tecnológicos genera por una parte mayores escalas de producción y por otra una
creciente diversificación de productos y servicios que abre nuevos espacios de
mercado, precisamente para la inserción global.
El cambio tecnológico y
la globalización son dos procesos que se refuerzan mutuamente y este lazo de
retroalimentación positiva puede
funcionar como espiral de desarrollo, pero también como mecanismo de exclusión.
Como “circulo virtuoso” el avance tecnológico permite aumentar exportaciones
cuyas ganancias permiten a su vez continuar el desarrollo tecnológico. Como
“circulo vicioso” el retraso tecnológico limita las exportaciones, lo que
reduce a su vez los recursos disponibles para el desarrollo. ¿En cuál dirección
funciona esa espiral para nosotros?
La diversificación de
productos y servicios trae también como consecuencia inmediata un incremento en
la cantidad y diversidad de actores
económicos, y de conexiones de esos actores entre ellos. Lo estamos viendo en
el mundo y también en Cuba.
Esa diversidad incluye
las conexiones internacionales. En Europa se estima que las pequeñas y medianas
empresas aportan ya entre el 20% y el
40% de las exportaciones (en América Latina es solamente el 6%).
En el contexto actual de
globalización, cambio tecnológico y diversidad de actores, la buscada inserción
de la economía cubana en la economía mundial tendrá que ser una “inserción distribuida”. No podrá haber
solamente un pequeño grupo de canales de conexión a los que acceda un pequeño
grupo de empresas productoras o comerciales grandes. Tendrán que multiplicarse
y diversificarse los canales de inserción internacional.
Inserción internacional
no es solo comercio exterior. Es mucho más que eso. Incluye presencia de
actores económicos cubanos en el exterior, empresas mixtas aquí y afuera,
participación en encadenamientos productivos multinacionales, alianzas para el
desarrollo de nuevos productos, en todas las fases de desarrollo, desde la
investigación científica hasta la comercialización.
Todo eso es tremendo
desafío a nuestras capacidades organizacionales. Pero ya hemos pasado por ahí,
y exitosamente. En el sector de la Biotecnología desde los difíciles años 90 se
impulsó la inserción internacional:
·
Se le dio atribución de exportación e importación directa a las
principales empresas (que no eran ni siquiera “empresas” en aquel momento).
·
Se negociaron alianzas con empresas de varios países.
·
Se hicieron negociaciones sobre “activos intangibles”, es decir
transacciones que no implicaban al inicio una exportación material sino una
capitalización de patentes y conocimientos tecnológicos.
·
Se desplegaron empresas cubanas en el exterior.
·
Se establecieron empresas mixtas en el exterior, valorizadas con
tecnologías cubanas.
·
Se reforzó la conexión directa entre quien diseña el producto y lo
fabrica (y por tanto lo conoce mejor), y quien lo negocia y exporta.
Y todo ello se hizo en
el difícil contexto del período especial, y se hizo de manera descentralizada a
partir de empresas estatales socialistas, como eran y son hoy las empresas de
BioCubaFarma.
No estamos, ni remotamente, queriendo sugerir
que haya en el sector de la biotecnología
trabajadores, especialistas y cuadros más competentes o más dedicados que en
otros sectores. Sería una conclusión arrogante, muy poco ética, y además falsa,
porque lo esencial del avance de este sector en su inserción internacional no
está principalmente en los cuadros, sino en las tecnologías.
La
historia económica mundial muestra con claridad que las nuevas tecnologías
demandan e inducen nuevas formas de organización y gestión en las empresas. La innovación tecnológica y la innovación organizacional
son interdependientes, y las nuevas tecnologías generan nuevas formas de organización y de negocios, y nuevos
arreglos institucionales.
Lo que si podemos, y debemos reconocer es que
hay en el contexto actual una necesidad urgente de despliegue de conexiones
internacionales para nuestra economía socialista y que tenemos determinadas experiencias concretas que pueden
y deben extenderse a otros sectores, especialmente aquellos relacionados con
las nuevas tecnologías de la 4ª Revolución Industrial, pero no solo esos; y que
ese despliegue de conexiones internacionales será necesariamente un proceso
distribuido, con participación de múltiples actores, grandes y pequeños, y
admitiendo exploración (ensayo y error) de diversos esquemas de negociación.
Y en esta tarea, como en otras, también tiene
que ser la empresa estatal socialista (grande o pequeña) el “sujeto principal de la economía nacional”,
como establece el Artículo 27 de nuestra Constitución.
Si estamos articulando un proceso de
incremento y diversificación de conexiones, que necesariamente implicará
influencias económicas y culturales en ambas direcciones, ¿Qué nos une, para que ese proceso no erosione, sino que fortalezca
nuestra soberanía y nuestro proyecto social socialista? Nos une una historia que contiene muy fuertes vínculos entre
soberanía nacional y justicia social, nos
une una cultura de solidaridad humana enraizada en la gente, y nos une un consenso muy mayoritario en
el proyecto social socialista, todo lo cual nos abre la oportunidad de asumir
las ventajas posibles derivadas de la globalización y el cambio tecnológico, sin
aceptar la expansión de desigualdades que viene con ellas. Podemos lograrlo,
pero solamente partiendo de la soberanía nacional y del socialismo.
Lograrlo no es primariamente un “reto
técnico”, aunque contiene componentes técnicos y requiere mucho aprendizaje.
Pero es ante todo un desafío ideológico y cultural. Y todos los procesos ideológicos
y culturales son procesos de masas. Por eso todos tenemos que participar.
¿Cómo lo hacemos? Pues entendiendo muy bien nuestros objetivos
y su contexto, y generando ideas y propuestas, muchas ideas y muchas
propuestas, cada cual en su empresa, cada trabajador, cada tecnólogo, cada
directivo, y especialmente, cada militante revolucionario. Debe ser una
estrategia económica del pueblo cubano.
Y también es un componente de la visión de José Martí, quien escribió en
1881 : “Injértese en nuestras repúblicas
el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”.
Agustín Lage Dávila
Centro de Inmunología
Molecular
Cada vez que ha estado claro para todos que es tarea de todos participar activamente en la solución a un problema crucial que concierne a todos,se ha innovado en organización y la Revolución y avanzado.
ResponderEliminarAhora no será diferente.
El llamado de Agustín está claro.
Para mi está muy claro lo que expone Agustín, sobre todo que el proceso, más que técnico, es ideológico y cultural y aquí si determinan nuestros cuadros. Cosas que hacemos, con un valor alto en tecnología, deben pensarse, casi desde el principio, en como insertarlo en el mundo, estoy convencido que tenemos para eso.
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