lunes, 7 de marzo de 2022

LOS DESAFÍOS DE LA INSERCIÓN INTERNACIONAL

 

Una vez más hay que empezar insistiendo en que este es un tema que nos concierne a todos y por eso merece espacio en una publicación dirigida a muchos.

 Un tema como muchos otros que son aparentemente temas técnicos de la economía destinados a especialistas, pero eso es solo “en apariencia”, pues todos esos temas tienen raíces ideológicas y culturales que son, en última instancia,  las que determinan en cada momento el espacio de lo posible.

 Yanis Varoufakis, ex-ministro de finanzas de Grecia, hablando de la crisis económica en su propio  país, dijo que “…la economía no es una ciencia. En el mejor de los casos, es una especie de ideología con ecuaciones”. Una expresión quizás algo exagerada pero que contiene elementos de realidad. En todo caso, la experiencia histórica indica que las ideas y actitudes prevalecientes en temas económicos tienen, para bien o para mal, conexiones con la ideología y la cultura en cada momento y en cada lugar. Por eso es un “tema de todos”.

 Al leer el título de este comentario quizás muchos se  hayan preguntado si este es el momento para hablar de “inserción internacional de la economía”. Aparentemente, pero de nuevo solo aparentemente, no habría un momento peor que este: el bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba reforzado hasta la esquizofrenia, el impacto de la COVID en la economía mundial, con sus secuelas de contracción del  turismo, el comercio y la inversión, y para colmo en estos días, la guerra en Ucrania que profundiza fracturas en la colaboración internacional.

 Y sin embargo, en Cuba, es el momento en que más necesitamos discutir, y hacer, sobre la inserción internacional de la economía.

 El tema central que discutimos aquí todos los días, el de la eficiencia de la Empresa Estatal Socialista, pasa por el despliegue y reforzamiento de las conexiones de ésta (de cada una de ellas) con la economía mundial.

 Y debemos conectarlas con la economía mundial de hoy, no con la de la década de los 70s, porque han ocurrido muchos y profundos cambios en las cinco décadas transcurridas desde que Cuba entró, en 1972, en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME, hoy desaparecido) de los países socialistas.

 Hay muchos cambios, pero dos de ellos muy relevantes para este tema: La globalización y las nuevas tecnologías.

 En las ultimas 5 décadas la fracción del PIB mundial que depende del comercio exterior pasó del 10% a casi el 40%, reduciendo el poder atractor de desarrollo de los mercados domésticos, especialmente para los países pequeños. La dinámica de cambios tecnológicos genera por una parte mayores escalas de producción y por otra una creciente diversificación de productos y servicios que abre nuevos espacios de mercado, precisamente para la inserción global.

 El cambio tecnológico y la globalización son dos procesos que se refuerzan mutuamente y este lazo de retroalimentación positiva  puede funcionar como espiral de desarrollo, pero también como mecanismo de exclusión. Como “circulo virtuoso” el avance tecnológico permite aumentar exportaciones cuyas ganancias permiten a su vez continuar el desarrollo tecnológico. Como “circulo vicioso” el retraso tecnológico limita las exportaciones, lo que reduce a su vez los recursos disponibles para el desarrollo. ¿En cuál dirección funciona esa espiral para nosotros?

 La diversificación de productos y servicios trae también como consecuencia inmediata un incremento en  la cantidad y diversidad de actores económicos, y de conexiones de esos actores entre ellos. Lo estamos viendo en el mundo y también en Cuba.

 Esa diversidad incluye las conexiones internacionales. En Europa se estima que las pequeñas y medianas empresas aportan ya entre el 20%  y el 40% de las exportaciones (en América Latina es solamente el 6%).

 En el contexto actual de globalización, cambio tecnológico y diversidad de actores, la buscada inserción de la economía cubana en la economía mundial tendrá que ser una “inserción distribuida”. No podrá haber solamente un pequeño grupo de canales de conexión a los que acceda un pequeño grupo de empresas productoras o comerciales grandes. Tendrán que multiplicarse y diversificarse los canales de inserción internacional.

 Inserción internacional no es solo comercio exterior. Es mucho más que eso. Incluye presencia de actores económicos cubanos en el exterior, empresas mixtas aquí y afuera, participación en encadenamientos productivos multinacionales, alianzas para el desarrollo de nuevos productos, en todas las fases de desarrollo, desde la investigación científica hasta la comercialización.

 Todo eso es tremendo desafío a nuestras capacidades organizacionales. Pero ya hemos pasado por ahí, y exitosamente. En el sector de la Biotecnología desde los difíciles años 90 se impulsó la inserción internacional:

 ·        Se le dio atribución de exportación e importación directa a las principales empresas (que no eran ni siquiera “empresas” en aquel momento).

 ·        Se negociaron alianzas con empresas de varios países.

 ·        Se hicieron negociaciones sobre “activos intangibles”, es decir transacciones que no implicaban al inicio una exportación material sino una capitalización de patentes y conocimientos tecnológicos.

 ·        Se desplegaron empresas cubanas en el exterior.

 ·        Se establecieron empresas mixtas en el exterior, valorizadas con tecnologías cubanas.

 ·        Se reforzó la conexión directa entre quien diseña el producto y lo fabrica (y por tanto lo conoce mejor), y quien lo negocia y exporta.

 Y todo ello se hizo en el difícil contexto del período especial, y se hizo de manera descentralizada a partir de empresas estatales socialistas, como eran y son hoy las empresas de BioCubaFarma.

 No estamos, ni remotamente, queriendo sugerir que haya en el sector  de la biotecnología trabajadores, especialistas y cuadros más competentes o más dedicados que en otros sectores. Sería una conclusión arrogante, muy poco ética, y además falsa, porque lo esencial del avance de este sector en su inserción internacional no está principalmente en los cuadros, sino en las tecnologías.

  La historia económica mundial muestra con claridad que las nuevas tecnologías demandan e inducen nuevas formas de organización y gestión en las empresas. La innovación tecnológica y la innovación organizacional son interdependientes, y las nuevas tecnologías generan nuevas  formas de organización y de negocios, y nuevos arreglos institucionales.  

 Lo que si podemos, y debemos reconocer es que hay en el contexto actual una necesidad urgente de despliegue de conexiones internacionales para nuestra economía socialista y que tenemos  determinadas experiencias concretas que pueden y deben extenderse a otros sectores, especialmente aquellos relacionados con las nuevas tecnologías de la 4ª Revolución Industrial, pero no solo esos; y que ese despliegue de conexiones internacionales será necesariamente un proceso distribuido, con participación de múltiples actores, grandes y pequeños, y admitiendo exploración (ensayo y error) de diversos esquemas de negociación.

 Y en esta tarea, como en otras, también tiene que ser la empresa estatal socialista (grande o pequeña) el “sujeto principal de la economía nacional”, como establece el Artículo 27 de nuestra Constitución.    

 Si estamos articulando un proceso de incremento y diversificación de conexiones, que necesariamente implicará influencias económicas y culturales en ambas direcciones, ¿Qué nos une, para que ese proceso no erosione, sino que fortalezca nuestra soberanía y nuestro proyecto social socialista? Nos une una historia que contiene muy fuertes vínculos entre soberanía nacional y justicia social, nos une una cultura de solidaridad humana enraizada en la gente, y nos une un consenso muy mayoritario en el proyecto social socialista, todo lo cual nos abre la oportunidad de asumir las ventajas posibles derivadas de la globalización y el cambio tecnológico, sin aceptar la expansión de desigualdades que viene con ellas. Podemos lograrlo, pero solamente partiendo de la soberanía nacional y del socialismo.

 Lograrlo no es primariamente un “reto técnico”, aunque contiene componentes técnicos y requiere mucho aprendizaje. Pero es ante todo un desafío ideológico y cultural. Y todos los procesos ideológicos y culturales son procesos de masas. Por eso todos tenemos que participar.

 ¿Cómo lo hacemos?  Pues entendiendo muy bien nuestros objetivos y su contexto, y generando ideas y propuestas, muchas ideas y muchas propuestas, cada cual en su empresa, cada trabajador, cada tecnólogo, cada directivo, y especialmente, cada militante revolucionario. Debe ser una estrategia económica del pueblo cubano.

 Y también es un componente de la visión de José Martí, quien escribió en 1881 : “Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”.

 Agustín Lage Dávila

Centro de Inmunología Molecular

 

2 comentarios:

  1. Cada vez que ha estado claro para todos que es tarea de todos participar activamente en la solución a un problema crucial que concierne a todos,se ha innovado en organización y la Revolución y avanzado.
    Ahora no será diferente.
    El llamado de Agustín está claro.

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  2. Para mi está muy claro lo que expone Agustín, sobre todo que el proceso, más que técnico, es ideológico y cultural y aquí si determinan nuestros cuadros. Cosas que hacemos, con un valor alto en tecnología, deben pensarse, casi desde el principio, en como insertarlo en el mundo, estoy convencido que tenemos para eso.

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